Cuentos de Amor

Un verano mágico en la Costa de Galicia con la pequeña Malena

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un hermoso día de verano y el sol brillaba con fuerza en la Costa de Galicia. Malena, una niña de dos años con el cabello rizado y ojos llenos de curiosidad, estaba muy emocionada. Hoy, su papá y su mamá la llevarían a la playa. Malena siempre amaba la playa, especialmente el sonido de las olas y la arena suave entre sus pequeños deditos. Su corazón latía con alegría, pues sabía que también sus abuelos, Yayo y Yaya, vendrían a pasar el día con ellos.

Malena le pidió a su mamá que la ayudara a vestirse con su traje de baño favorito, que tenía dibujos de delfines. «¡Mamá, quiero ver delfines!» exclamó con su vocecita alegre. Su mamá sonrió y le dijo: «Quizás hoy tengamos suerte y podamos ver algunos desde la orilla». Luego de vestirse, Malena salió corriendo hacia donde su papá estaba preparando la sombrilla y la toalla.

Cuando llegaron a la playa, el aroma del mar llenaba el aire. La brisa parecía acariciar la cara de Malena mientras miraba a su alrededor. Estaba llena de emoción por todo lo que podía hacer: construir castillos de arena, jugar con las olas y buscar conchas en la orilla. Su papá la levantó en brazos y la llevó hacia el agua. «¡Mira, Malena! Aquí están las olas», dijo, y ella reía al sentir el agua fría mojarle los pies.

Mientras jugaban, de repente, apareció Yayo, su abuelo, con una pala de playa y un balde. «¡Malena! ¿Vienes a hacer un castillo de arena conmigo?», preguntó Yayo con una sonrisa enorme. «¡Sí, abuelo!», respondió Malena mientras soltaba la mano de su papá y corría hacia él. Juntos comenzaron a construir el castillo más alto que jamás habían hecho. Yaya, su abuela, se unió a ellos, trayendo un montón de conchas preciosas que había recogido. «Cada concha tiene una historia», explicó Yaya. «Esta concha azul es de un día de sol, y esta concha blanca es de un día nublado». Malena miraba las conchas con asombro, deseando saber más sobre las historias de cada una.

Cuando el castillo estuvo terminado, Yayo sugirió que hicieran una fiesta en el castillo. «Podemos usar las conchas como decoraciones», dijo, y todos se pusieron manos a la obra. «Deseamos que un delfín magnifique venga a nuestra fiesta», agregó Yaya, y todos rieron. Malena con su mirada brillante, pensó que eso sería muy divertido.

Mientras la tarde avanzaba, comenzaron a escuchar el sonido de algo extraño en el agua. «¿Escuchan eso?», preguntó papá. Todos se quedaron en silencio por un momento. Al mirar más de cerca, Malena vio una forma que saltaba en el horizonte. «¡Mira, abuelos! ¡Un delfín!», gritó emocionada. «¡Sí, es un delfín!», exclamó su mamá. Todos se volvieron hacia el agua, donde el delfín saltaba y jugaba en las olas. Malena podía sentir su corazón latiendo más rápido, llena de alegría. Parecía que el delfín también estaba disfrutando del día soleado, jugando entre las olas.

Entonces, ocurrió algo sorprendente. El delfín se acercó un poco más a la orilla, y Malena sintió que lo miraba. Con dulzura, ella le sonrió y agitó su manita. Sorprendentemente, el delfín hizo un salto elegante y pareció «saludar» a Malena, lo que la hizo reír aún más. «¡Hola, amigo delfín!», dijo con su vocecita y todos se rieron de su entusiasmo.

Mamá, al ver el brillo en los ojos de su niña, se acercó y abrazó a Malena. «¿Ves? El mar está lleno de sorpresas y de amor», dijo suavemente. Papá se unió y dijo: «Así es, amor. Este es un día mágico en familia». Los abuelos sonrieron, disfrutando del momento y del amor que los rodeaba.

Después de jugar un rato más, hicieron una pequeña pausa para comer un delicioso picnic que Yaya había preparado. Había frutas frescas, sándwiches y galletitas. Mientras disfrutaban de la comida, Malena miraba a su alrededor. Podía ver la felicidad en el rostro de sus papás y sus abuelos. «¿Por qué hay tanto amor aquí?», pensó. Se dio cuenta de que el amor estaba en los pequeños momentos: cuando Yayo le ayudaba a construir el castillo, cuando Yaya compartía las historias de las conchas y cuando sus papás la abrazaban.

Tras el picnic, cada uno de ellos compartió historias de momentos felices que tenían juntos. Malena contó cómo un día, en el parque, corrió tras una mariposa. Yayo hablaba de cuando él y Yaya se conocieron en un día de verano como hoy, mientras que Yaya contaba sobre una aventura que tuvieron en un bosque. El sol comenzaba a ponerse, llenando el cielo de colores hermosos y cálidos, como un cuadro pintado.

Finalmente, cuando el día comenzó a terminar, Malena sintió que su corazón estaba lleno de amor y felicidad. Miró a sus papás y a sus abuelos, y pensó en lo afortunada que era de tener a todos ellos a su lado. «Este fue un día mágico, lleno de amor», dijo feliz, y todos asintieron mientras sonreían.

Y así, en la costa de Galicia, con el suave susurro de las olas como fondo, Malena aprendió que el amor está en cada rayo de sol, en cada sonrisa, en cada abrazo y en cada aventura compartida. Y que cada día juntos, por pequeño que fuera, podía ser realmente especial. Al final, la familia regresó a casa, pero el recuerdo de aquel verano mágico quedaría por siempre en sus corazones.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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