Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, un perrito llamado Donete. Él era un cachorro de pelo suave y ojos brillantes, pero a pesar de su dulzura, había sido abandonado. Solitario y triste, vagaba por las calles en busca de un hogar.
Un día, mientras Donete exploraba las afueras del pueblo, sus ojitos curiosos se fijaron en una niña que jugaba en el parque. Esta niña, llamada Celia, tenía el cabello largo y oscuro, y una sonrisa que iluminaba todo su rostro. Celia vio al pequeño Donete y sintió una conexión instantánea. Sin dudarlo, corrió hacia él y lo acarició suavemente.
«¡Hola, pequeñín! ¿Cómo has llegado hasta aquí?» preguntó Celia, mientras Donete movía su cola con entusiasmo. Celia, con el corazón tan grande como su sonrisa, decidió que Donete ya no estaría más solo. Lo llevó a casa y prometió cuidarlo siempre.
Así comenzaron las aventuras de Donete y Celia. Cada día era un nuevo descubrimiento, y Donete, que una vez se había sentido tan solo, ahora tenía una familia y una amiga incondicional. Celia le enseñó muchos juegos, le dio su primer baño, y juntos corrieron por campos llenos de flores bajo el sol del verano.
A medida que pasaban los años, Donete y Celia crecían juntos. Celia iba a la escuela, donde aprendía sobre letras y números, mientras que Donete la esperaba pacientemente en casa. Cuando Celia regresaba, él saltaba de alegría, y juntos compartían historias del día.
Donete se convirtió en un perro sabio y protector. Acompañaba a Celia a todos lados, y juntos exploraban los bosques y montañas cercanas. En uno de sus paseos, descubrieron una cueva secreta. Cautelosos pero curiosos, entraron y encontraron un viejo cofre lleno de juguetes antiguos. Este tesoro se convirtió en su lugar secreto, donde guardaban recuerdos de todas sus aventuras.
La bondad de Donete también tocó los corazones de otros niños del pueblo. Con Celia, organizaron fiestas de té y juegos en el parque, donde Donete era siempre el invitado de honor. Con cada nuevo amigo, la vida de Donete se llenaba aún más de alegría.
Los años pasaron, y Donete, ya un poco más lento pero siempre tan amoroso, seguía siendo el fiel compañero de Celia. En su decimotercer cumpleaños, Celia organizó una pequeña fiesta en el parque, no solo para celebrar su día, sino para agradecer a Donete por todos los maravillosos años juntos.
Todos los amigos que habían hecho a lo largo de los años vinieron a celebrar. Hubo pasteles, risas y juegos, y Donete, rodeado de amor, se sentía el perro más afortunado del mundo. Celia, con lágrimas de felicidad, abrazó a Donete y le susurró al oído: «Gracias por enseñarme sobre la amistad y el amor incondicional.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.