Cuentos de Animales

El Bosque de las Voces Alegres

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un rincón muy especial del mundo, donde los árboles bailaban al son del viento y las flores pintaban de colores el suelo, se encontraba el Bosque de las Voces Alegres. En este lugar mágico, vivían cuatro amigos muy especiales: Loro, dos Guacamayas, Cotorro y Perico.

Loro era un ave de plumas brillantes y multicolores, que siempre estaba contando historias emocionantes sobre los lugares lejanos que había visitado. Su voz resonaba por todo el bosque, llenándolo de vida y alegría. A Loro le encantaba hablar de las montañas altas y los mares profundos, pero lo que más le gustaba era ver la felicidad en los rostros de sus amigos cuando les contaba sus aventuras.

Las Guacamayas, una roja como el fuego y otra azul como el cielo, eran hermanas y las más alegres del grupo. Ellas amaban volar juntas, haciendo piruetas en el aire y riendo a carcajadas. Su risa era tan contagiosa que todos en el bosque no podían evitar unirse a su diversión. Las Guacamayas encontraban belleza en cada rincón del bosque, desde las pequeñas gotas de rocío en las hojas hasta el resplandeciente arcoíris después de la lluvia.

Cotorro, el más pequeño y juguetón, tenía plumas verdes y amarillas que brillaban bajo el sol. Siempre estaba haciendo travesuras y contando chistes, haciendo reír a todos a su alrededor. Para Cotorro, no había nada más emocionante que descubrir nuevos juegos y compartirlos con sus amigos.

Y por último, estaba Perico, un ave curiosa con plumas de un verde intenso. Perico era el más observador y pensativo del grupo. Le fascinaba aprender cosas nuevas, especialmente sobre las plantas y los insectos del bosque. A menudo se le podía encontrar explorando en silencio, maravillándose con los pequeños milagros de la naturaleza.

Un día, mientras el sol brillaba en lo alto y las flores desplegaban sus pétalos, los cuatro amigos se reunieron bajo la sombra de un gran árbol de mango.

«¡Qué día tan hermoso para una aventura!» Exclamó Loro con entusiasmo.

Las Guacamayas asintieron con la cabeza, sus plumas brillando al sol. «Sí, deberíamos explorar ese nuevo rincón del bosque del que nos habló el viejo búho,» sugirió la Guacamaya Roja.

Cotorro saltó emocionado. «¡Sí, sí! ¡Y podemos jugar a las escondidas entre los árboles grandes!»

Perico, que había estado observando una mariposa, se unió a la conversación. «Y también podríamos aprender sobre las nuevas flores que crecen allí. Escuché que hay algunas que cambian de color.»

Así, con planes y risas, los cuatro amigos emprendieron su camino hacia la parte desconocida del bosque. Volaban juntos, admirando la belleza que los rodeaba. Loro contaba historias de las nubes y los vientos, las Guacamayas reían y jugaban entre ellas, Cotorro buscaba los mejores escondites, y Perico observaba con atención cada hoja y cada flor.

Llegaron a un claro donde un arroyo serpenteaba suavemente, y las flores más hermosas que habían visto crecían a sus orillas. Las flores eran de colores vivos y, tal como Perico había dicho, cambiaban de tono cuando las tocaba la luz del sol.

«¡Es mágico!» Exclamó la Guacamaya Azul, mientras volaba de flor en flor.

Perico se acercó a examinar una flor azul que lentamente se tornaba en un suave color lila. «Es fascinante cómo la naturaleza siempre nos sorprende,» dijo con una sonrisa.

Loro, observando a sus amigos, se llenó de gratitud. «Sabes, lo que realmente hace especial a este bosque no son solo sus colores y sus secretos, sino compartirlos con amigos como ustedes.»

Cotorro, que se había escondido detrás de una roca grande, saltó y dijo: «¡Y no hay mejor aventura que pasar el día jugando y riendo juntos!»

Los cuatro amigos pasaron el resto del día explorando, jugando y aprendiendo juntos. Descubrieron que cada uno tenía algo único y especial que aportar a su amistad. Loro con sus historias, las Guacamayas con su alegría, Cotorro con su humor y Perico con su curiosidad.

Al caer la noche, regresaron a sus hogares en el bosque, prometiéndose más aventuras para el día siguiente. Y así, en el Bosque de las Voces Alegres, cada día era una nueva oportunidad para compartir, reír y vivir juntos en armonía.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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