Cuentos de Animales

El dragón que no podía volar

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Había una vez, en un bosque muy, muy lejano, un pequeño dragón llamado Drogo. Drogo no era como los otros dragones que vivían en las montañas cercanas. Tenía un par de alas verdes brillantes que parecían fuertes y poderosas, pero había algo muy especial sobre él: no podía volar. Cada vez que intentaba alzar el vuelo, solo lograba saltar un poquito antes de volver a caer al suelo.

Drogo vivía en el corazón de un hermoso bosque lleno de árboles altos y flores coloridas. Era un lugar mágico, donde todos los animales convivían en paz. Aunque Drogo era un dragón, siempre se había sentido como parte del bosque, y sus amigos, Viserys, una sabia lechuza, y Yanna, una cierva muy amable, eran como su familia.

Un día, Drogo se despertó sintiéndose triste. Observó desde su ventana cómo los pájaros volaban entre los árboles y cómo las mariposas danzaban en el aire, disfrutando de su libertad. Drogo suspiró. ¿Por qué no podía él volar como ellos? Después de todo, era un dragón, ¡y todos los dragones sabían volar!

Ese mismo día, Viserys, la lechuza sabia, pasó volando cerca del hogar de Drogo. Al verla, Drogo levantó la vista y saludó a su amiga. Viserys, al notar la tristeza en los ojos del pequeño dragón, descendió con suavidad y se posó en una rama cerca de él.

—¿Qué te preocupa, Drogo? —preguntó Viserys con su voz tranquila y sabia.

—Es que… todos los dragones pueden volar, menos yo —respondió Drogo con un suspiro—. No sé qué me pasa. He intentado una y otra vez, pero nunca logro despegar como debería.

Viserys lo miró con sus grandes ojos redondos y reflexionó por un momento.

—Volar no es algo que se aprende de la noche a la mañana —dijo la lechuza—. Cada uno tiene su propio ritmo. Tal vez no estés listo aún, pero eso no significa que no lo estarás algún día.

—Pero ya he esperado tanto tiempo —se quejó Drogo—. A veces siento que nunca lo lograré.

En ese momento, Yanna, la cierva, se acercó después de escuchar la conversación. Con su habitual dulzura, inclinó la cabeza y dijo:

—Drogo, cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer. Tal vez hoy no puedas volar, pero tienes muchas otras cualidades maravillosas. ¿Por qué no te enfocas en ellas mientras sigues intentando? Yo, por ejemplo, no puedo volar, pero soy muy rápida corriendo por el bosque.

Drogo se quedó pensando en las palabras de Yanna. Era cierto, tal vez no pudiera volar como los otros dragones, pero había muchas otras cosas que podía hacer bien. De hecho, era excelente escalando árboles, algo que a muchos dragones ni siquiera les interesaba.

Al día siguiente, Drogo decidió poner a prueba las palabras de sus amigos. Se despertó temprano y, en lugar de intentar volar, decidió escalar el árbol más alto del bosque. Sabía que no era lo mismo que volar, pero al menos podría estar más cerca del cielo.

Subió con esfuerzo, rama por rama, sintiendo el viento en su rostro a medida que subía más alto. Cuando finalmente llegó a la cima, se sorprendió de la vista. El bosque se extendía hasta donde alcanzaba la vista, y las montañas se veían majestuosas a lo lejos. Drogo sonrió. No había volado, pero estar en lo alto del árbol le hizo sentir que estaba un poco más cerca de las nubes.

Viserys y Yanna lo observaron desde abajo y sonrieron al verlo tan contento. Drogo se sintió orgulloso de lo que había logrado ese día. A veces, pensó, uno no necesita alas para alcanzar las alturas.

A medida que pasaron los días, Drogo continuó escalando árboles, nadando en los ríos del bosque y explorando cada rincón de su hogar. Descubrió que había muchas formas de disfrutar del mundo, incluso sin volar. Pero en el fondo, todavía deseaba sentir el viento bajo sus alas.

Un día, mientras paseaba por el bosque, se encontró con una gran roca en lo alto de una colina. Decidió subir a ella para disfrutar de la vista. Al llegar a la cima, algo dentro de él se encendió. Sintió una extraña pero emocionante sensación en su pecho. Miró alrededor, y el viento soplaba suavemente, moviendo las hojas de los árboles y acariciando sus escamas.

Drogo respiró hondo y extendió sus alas. Sin pensarlo demasiado, saltó desde la roca, dejándose llevar por el viento. Al principio, pensó que iba a caer, pero algo increíble sucedió: no cayó. Sus alas, aunque pequeñas, comenzaron a moverse, y poco a poco, Drogo se encontró flotando en el aire.

¡Estaba volando!

—¡Viserys! ¡Yanna! ¡Miren! —gritó Drogo emocionado.

Viserys y Yanna, que estaban cerca, levantaron la vista y lo vieron. Drogo, el pequeño dragón que no podía volar, finalmente lo estaba logrando. No volaba alto ni rápido como otros dragones, pero estaba en el aire, y eso era todo lo que importaba.

Cuando finalmente descendió, sus amigos lo recibieron con abrazos y palabras de felicitación.

—Sabía que lo lograrías —dijo Viserys con una sonrisa.

—Siempre has sido capaz de hacer cosas increíbles, Drogo —añadió Yanna—. Solo necesitabas un poco de tiempo y confianza en ti mismo.

Drogo, aún emocionado por su primer vuelo, comprendió en ese momento algo muy importante: todos tienen su propio tiempo y su propio camino. Algunos aprenden rápido, y otros tardan un poco más, pero eso no significa que sean menos especiales o capaces.

Desde entonces, Drogo continuó practicando sus vuelos. A veces fallaba, a veces lograba volar un poco más alto, pero lo más importante era que nunca se rindió. Y cada vez que sentía que no podía más, recordaba las palabras de Viserys y Yanna, y eso lo llenaba de valor para seguir intentándolo.

Con el tiempo, Drogo se convirtió en un dragón que volaba con confianza. Y aunque siempre amó escalar árboles y explorar el bosque, volar se había convertido en su nueva pasión. Sin embargo, lo que nunca olvidó fue la lección que aprendió: lo más importante no es lo rápido que llegas a tu meta, sino disfrutar del viaje mientras lo haces.

Y así, Drogo vivió muchas más aventuras junto a sus amigos, volando por el cielo, corriendo por el bosque y compartiendo con todos los animales la alegría de vivir. Y cada vez que algún animal joven se sentía inseguro o dudaba de sus habilidades, Drogo les contaba su historia, recordándoles que, con paciencia y esfuerzo, todos pueden alcanzar sus sueños.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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