Cuentos de Animales

El Globo Rojo de Sara

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En la granja del viejo MacDonald, donde los días eran siempre soleados y las noches estrelladas, vivían cuatro amigos muy especiales: Vaca Sara, Caballito, Oveja y Gallina. Entre ellos, Sara era la más traviesa y alegre. A sus tres años, no había nada que amara más que su globo rojo, regalo de su último cumpleaños.

Un día, mientras el sol brillaba alto y el cielo era de un azul profundo, Sara y sus amigos decidieron jugar en el extenso prado junto al granero. Correteaban, saltaban y se escondían, riendo a carcajadas. Sara, con su globo atado firmemente a su cola, era la más entusiasta de todos.

Pero en un momento de euforia, mientras jugaban al «pilla-pilla», el globo de Sara se enganchó en una rama afilada. Con un «¡pum!» que resonó por toda la granja, el globo explotó, dejando a Sara mirando atónita el trozo de látex rojo que flotaba hacia el suelo.

La tristeza se apoderó de su corazón, tan grande y rojo como el globo que había perdido. Sus amigos, al verla tan afligida, decidieron actuar. Caballito, siempre el más ágil, propuso una búsqueda para encontrar un nuevo globo para Sara. Oveja, con su mirada curiosa, sugirió que exploraran el viejo cobertizo, donde el granjero guardaba todo tipo de tesoros olvidados. Gallina, práctica como siempre, asintió con entusiasmo, dispuesta a picotear en cada rincón hasta encontrar algo útil.

Así comenzó la gran aventura de aquel día. Los cuatro amigos, unidos por la misión de alegrar nuevamente el corazón de Sara, se adentraron en el cobertizo. Entre cajas polvorientas y viejos muebles, buscaron incansablemente, pero no había señales de un globo.

Justo cuando estaban a punto de rendirse, Oveja, empujando una vieja caja con su hocico, descubrió algo sorprendente: una máquina de hacer globos que el granjero había comprado hace muchos años y nunca usó. Los ojos de todos brillaron con esperanza. Caballito, con su casco, golpeó la máquina hasta que, con un chirrido, cobró vida.

Gallina, rápida y eficiente, encontró el botón correcto y, con un suave picotazo, activó la máquina. De ella empezaron a salir globos de todos los colores, pero, por supuesto, el primero que agarraron fue uno rojo, brillante y perfecto para Sara.

Con el nuevo globo en su cola, el rostro de Sara se iluminó como el sol de la mañana. Saltó, rió y hasta derramó una lágrima de felicidad. Sus amigos, felices de verla así, decidieron que cada año, en el día que Sara había perdido su globo, celebrarían el «Día del Globo», donde todos recibirían un globo y jugarían juntos hasta que el sol se pusiera.

Desde aquel día, la granja del viejo MacDonald fue conocida en toda la región no solo por sus deliciosos productos, sino también por la alegría y la unión de sus pequeños habitantes. Sara aprendió que, aunque los globos pueden explotar, la amistad y el cariño de buenos amigos siempre perduran y renacen, más vibrantes y coloridos que nunca.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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