En la colorida y vibrante ciudad de Barranquilla, donde las calles rebosan de música y alegría, vivían dos pequeños periquitos llamados María y Mario. Su hogar era una acogedora jaula en el balcón de una casa donde podían sentir el cálido sol del Caribe y escuchar los sonidos de la ciudad. Aunque tenían todo lo necesario para estar cómodos, con el tiempo, María y Mario comenzaron a sentirse tristes. La vasta extensión del cielo azul y las brisas que traían olores de lejanas aventuras despertaban en ellos un anhelo de libertad y compañía.
Los dueños de María y Mario, una familia amorosa que quería lo mejor para ellos, notaron su tristeza. Recordaron entonces a la abuela Clara, quien vivía en las afueras de la ciudad, rodeada de un exuberante jardín que era visitado por todo tipo de aves. La abuela Clara tenía un periquito llamado Tao, un ave de espíritu libre y corazón valiente, conocido por su plumaje de colores amarillo y rojo que brillaba como el sol al amanecer.
Decididos a mejorar la vida de María y Mario, la familia organizó un viaje a la casa de la abuela Clara. Al llegar, los periquitos fueron cuidadosamente introducidos en el gran aviario de la abuela, un paraíso de ramas, flores y espacios abiertos donde podrían volar y explorar a su antojo.
Al principio, María y Mario se sintieron intimidados por la novedad de su entorno, pero pronto, la calidez y el carácter juguetón de Tao los hizo sentir como en casa. Tao les enseñó a apreciar las pequeñas maravillas de la vida en el jardín, desde el suave murmullo del viento entre las hojas hasta el dulce néctar de las flores tropicales.
Con Tao como su guía, María y Mario aprendieron a volar de manera más audaz y confiada, descubriendo rincones secretos del jardín y haciendo amigos con las demás aves. Las tardes se llenaban de juegos y risas, mientras que las noches eran para contar historias bajo el brillo de las estrellas.
A medida que pasaban los días, María y Mario se transformaron. Sus plumajes, antes opacados por la melancolía, ahora resplandecían con un brillo nuevo, reflejo de su felicidad y salud renovadas. La tristeza que una vez empañó sus ojos dio paso a un brillo de aventura y curiosidad.
La familia, al ver el cambio positivo en María y Mario, decidió que el aviario de la abuela Clara sería su nuevo hogar permanente. Visitarían a menudo, deleitándose en la alegría de los periquitos y las historias de sus aventuras con Tao.
Con el tiempo, María y Mario tuvieron crías, pequeños polluelos que crecieron aprendiendo las lecciones de libertad y amistad que sus padres y Tao les enseñaron. El aviario se convirtió en un símbolo de vida y alegría, un lugar donde los periquitos y otras aves podían vivir en armonía con la naturaleza.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.