En un pequeño y acogedor vecindario, vivía una niña llamada Itzia. Él tenía seis años y era conocida por su gran corazón y su amor por los animales. Siempre soñaba con tener una mascota a la que pudiera cuidar y querer. Un día, mientras regresaba a casa de la escuela, el cielo se oscureció y comenzó a llover muy fuerte.
Itzia, con su impermeable amarillo y su paraguas, caminaba rápido para no mojarse. De repente, escuchó un suave maullido que venía de unos arbustos al borde del camino. Curiosa y preocupada, se acercó para ver qué era. Allí, acurrucada y temblando de miedo, encontró una pequeña gatita, toda mojada y asustada.
«Oh, pobre gatita,» dijo Itzia con una voz suave y amable. «No te preocupes, te voy a ayudar.» Con mucho cuidado, levantó a la gatita y la protegió bajo su paraguas. La gatita, agradecida, se acurrucó en los brazos de Itzia y dejó de temblar poco a poco.
Itzia llevó a la gatita a su casa. «Mamá, mira lo que encontré,» dijo al entrar, mostrando a la pequeña gatita empapada. «Estaba sola y asustada bajo la lluvia. ¿Podemos cuidarla?»
La mamá de Itzia, viendo la ternura en los ojos de su hija y la necesidad de la gatita, asintió con una sonrisa. «Claro, Itzia. Vamos a secarla y darle algo de comer.»
Itzia y su mamá secaron a la gatita con una toalla suave y tibia. Luego, le dieron un platito de leche. La gatita bebió con avidez, hambrienta y agradecida. Itzia decidió llamarla Nala, un nombre que le pareció perfecto para su nueva amiga.
Los días pasaron y Nala se adaptó rápidamente a su nuevo hogar. Itzia cuidaba de ella con mucho amor, asegurándose de que siempre tuviera comida y agua fresca, y un lugar cálido donde dormir. Nala, en agradecimiento, siempre seguía a Itzia a todas partes, ronroneando y jugando con ella.
Una tarde, Itzia se enteró de que la mamá de Nala había muerto y que la gatita se había quedado sola en el mundo. Esto hizo que Itzia sintiera aún más cariño por Nala y se comprometiera a darle una vida llena de amor y felicidad.
Juntas, Itzia y Nala vivieron muchas aventuras. Les encantaba jugar en el jardín, donde Nala corría tras las mariposas y trepaba a los árboles. Itzia le enseñó a Nala a usar su caja de arena y a no rascar los muebles. Nala aprendió rápido y siempre trataba de complacer a su pequeña dueña.
Una mañana, Itzia se despertó y encontró a Nala acurrucada a su lado, ronroneando suavemente. «Buenos días, Nala,» dijo Itzia, acariciando la suave cabecita de su gatita. «Hoy vamos a tener un día muy especial.»
Era el día de la feria de mascotas en el vecindario, un evento que Itzia había estado esperando con mucha emoción. Se vistió rápidamente y preparó a Nala con un bonito collar. Juntas, se dirigieron a la feria, donde había muchos otros niños con sus mascotas.
La feria era un lugar lleno de alegría y risas. Había concursos de mascotas, puestos de comida y muchos juegos divertidos. Itzia y Nala participaron en el concurso de talentos, donde Nala mostró sus habilidades para saltar a través de aros y trepar por postes.
El público quedó maravillado con Nala, y al final del concurso, ella e Itzia ganaron el primer premio: una gran cesta de juguetes y golosinas para mascotas. Itzia estaba muy orgullosa de su pequeña Nala y la abrazó con cariño.
«Nala, eres la mejor gatita del mundo,» dijo Itzia con una sonrisa radiante. «Te quiero mucho.»
Nala, como si entendiera cada palabra, lamió la mejilla de Itzia y ronroneó con más fuerza. Desde aquel día, Itzia y Nala fueron aún más unidas. Pasaban horas jugando juntas y explorando cada rincón del vecindario.
Itzia también enseñó a sus amigos a cuidar y respetar a los animales. Les contó la historia de cómo había encontrado a Nala y cómo cuidarla había sido una experiencia maravillosa. Los niños del vecindario empezaron a ayudar a los animales que encontraban y a tratarlos con mucho amor y respeto.
Un día, mientras paseaban por el parque, Itzia y Nala encontraron a un perrito abandonado. El perrito estaba delgado y sucio, y parecía muy triste. Itzia, recordando cómo había encontrado a Nala, decidió ayudarlo también. Con mucho cuidado, levantó al perrito y lo llevó a casa.
«Mamá, encontré a este perrito en el parque. Está solo y necesita ayuda. ¿Podemos cuidarlo también?» preguntó Itzia con esperanza.
La mamá de Itzia, viendo el amor y la compasión en los ojos de su hija, aceptó con una sonrisa. «Claro, Itzia. Vamos a cuidarlo y darle un hogar también.»
El perrito, al que llamaron Max, se unió a la familia y se convirtió en el mejor amigo de Nala. Juntos, Nala, Max e Itzia vivieron muchas aventuras y disfrutaron de la compañía mutua.
Los tres amigos aprendieron que el amor y el cuidado podían transformar vidas y que, aunque el mundo a veces fuera un lugar duro, siempre había esperanza y bondad en los corazones de quienes estaban dispuestos a ayudar.
Y así, Itzia, Nala y Max vivieron felices, compartiendo su amor y su hogar, y demostrando a todos que con un poco de compasión y cariño, se podían crear lazos fuertes y hermosos.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.