Cuentos de Animales

La aventura de los ositos en el bosque

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un bosque lleno de árboles altos y frondosos, una familia de osos que vivía felizmente en una acogedora cueva. La familia estaba formada por Mamá Oso, Papá Oso y el pequeño Bebé Oso. Los tres ositos eran muy unidos y siempre hacían todo juntos, desde buscar comida hasta jugar en los claros soleados del bosque.

Un día, mientras caminaban por un sendero lleno de flores y mariposas, el Bebé Oso se adelantó un poco, emocionado por explorar todo lo que el bosque tenía para ofrecer. De repente, algo llamó su atención: un panal de abejas colgaba de una rama baja de un árbol cercano. El panal estaba lleno de miel dorada que goteaba lentamente, y las abejas zumbaban alrededor de él, trabajando arduamente.

«¡Mira, Papá! ¡Mamá! ¡Un panal de abejas!», gritó Bebé Oso, saltando de alegría. «¡Podemos desayunar miel! ¡Se ve deliciosa!».

Papá Oso, que era muy sabio y siempre pensaba en la seguridad de su familia, se acercó a Bebé Oso y le explicó con una voz suave pero firme: «Bebé Oso, sé que la miel se ve muy rica, pero no podemos tomarla. Las abejas se molestarán mucho si intentamos quitarles su miel, y podrían picarnos. Es mejor dejar que las abejas sigan su trabajo».

Bebé Oso se quedó un poco triste, pero entendió lo que su papá le decía. «Está bien, Papá», respondió, aunque no pudo evitar mirar una vez más el panal antes de seguir caminando con su familia.

Mientras continuaban su paseo, el sol brillaba entre las hojas de los árboles y los pájaros cantaban alegres melodías. Todo parecía tranquilo y perfecto, pero había algo que los ositos no habían notado. Detrás de uno de los árboles, un lobo astuto estaba observando cada uno de sus movimientos. El Lobo, con sus ojos brillantes y su sonrisa maliciosa, tenía un plan en mente, y esperaba el momento perfecto para llevarlo a cabo.

Los ositos, sin darse cuenta del peligro que acechaba, siguieron su camino de regreso a casa. Cantaban canciones y reían, disfrutando de la compañía de los demás. Pero cuando estaban a punto de llegar a su cueva, Bebé Oso escuchó un ruido extraño detrás de un árbol cercano. Era un crujido, como si algo o alguien estuviera pisando las ramas secas del suelo del bosque.

Curioso pero también un poco asustado, Bebé Oso se detuvo y miró hacia el árbol. De repente, el Lobo salió de su escondite, mostrando sus afilados dientes y sus ojos brillantes. «¡Hola, pequeños osos!», dijo el Lobo con una voz suave pero peligrosa. «¿Qué tal si jugamos un rato?».

Bebé Oso se asustó mucho al ver al Lobo tan cerca. Su corazón empezó a latir rápidamente, y sin pensarlo dos veces, corrió tan rápido como pudo hacia la pequeña casita que tenía dentro de la cueva, donde solía jugar y esconderse. Papá Oso y Mamá Oso, al ver al Lobo, se colocaron delante de la cueva, protegiendo la entrada.

El Lobo, al ver que no podía acercarse más, comenzó a caminar de un lado a otro, pensando en cómo podría llegar hasta Bebé Oso. Pero Mamá Oso y Papá Oso no se movieron ni un centímetro. Sabían que debían proteger a su pequeño, y no iban a permitir que el Lobo lo asustara más.

Dentro de su casita, Bebé Oso se sentó en el rincón más alejado, abrazando su manta favorita. Aunque tenía miedo, también confiaba en que sus papás lo protegerían. Se quedó muy quieto, escuchando los sonidos que venían desde afuera, esperando que todo volviera a estar bien pronto.

El Lobo, al ver que no podía con los dos grandes osos, decidió que lo mejor sería marcharse. «Está bien», dijo con una sonrisa fingida, «me iré por ahora, pero volveré». Y con eso, el Lobo se dio la vuelta y desapareció entre los árboles, sus ojos brillando en la oscuridad del bosque.

Papá Oso y Mamá Oso esperaron un rato más para asegurarse de que el Lobo realmente se había ido. Luego, llamaron suavemente a Bebé Oso, quien salió despacio de su escondite. «¿El Lobo se ha ido?», preguntó con voz temblorosa.

«Sí, Bebé Oso», dijo Mamá Oso, abrazándolo con cariño. «El Lobo se ha ido, y tú estás a salvo. Hiciste bien en esconderte».

Papá Oso sonrió y acarició la cabeza de Bebé Oso. «Eres muy valiente, Bebé Oso. Pero recuerda siempre quedarte cerca de nosotros cuando estemos en el bosque. Así podremos protegerte mejor».

Bebé Oso asintió, sintiéndose un poco más tranquilo con sus papás a su lado. «Lo haré, Papá», dijo. «No quiero volver a ver al Lobo nunca más».

Esa noche, los ositos se acurrucaron juntos en su cueva, y Bebé Oso se quedó dormido entre los brazos de Mamá Oso y Papá Oso, sintiéndose seguro y protegido. Aunque había sido un día muy emocionante y un poco aterrador, Bebé Oso sabía que, con sus papás cerca, siempre estaría a salvo, incluso en el bosque más oscuro.

Desde ese día, los ositos continuaron caminando por el bosque, pero siempre con mucho cuidado, y Bebé Oso aprendió a escuchar los consejos de sus papás. Y aunque el Lobo nunca más volvió a molestarlos, los ositos nunca olvidaron la lección que aprendieron: siempre es mejor estar juntos y cuidarse unos a otros.

Y así, la familia de osos vivió feliz y en paz, disfrutando de su vida en el bosque, donde siempre había una nueva aventura esperando.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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