Cuentos de Animales

La Aventura Interminable de los Tres Corazones Lejanos

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño y colorido bosque, tres amigos inseparables: Olivia, Amaro y Facundo. Olivia era una curiosa ardilla de pelaje suave y marrón, siempre lista para explorar y encontrar nuevas aventuras. Amaro era un sabio búho, que llevaba gafas de pasta y tenía una gran biblioteca en su árbol, lleno de libros sobre las estrellas y las plantas. Y Facundo era un pequeño zorro travieso, con un pelaje anaranjado brillante y una cola tan esponjosa que podía hacer que cualquiera sonriera.

Un día radiante, mientras el sol se filtraba entre las hojas verdes de los árboles, Olivia tuvo una idea. «¿Por qué no buscamos el legendario Bosque del Eco?», sugirió emocionada. Amaro levantó una ceja con curiosidad. «He oído hablar de ese lugar. Se dice que el eco allí no solo repite lo que dices, sino que también guarda secretos de la naturaleza», explicó, ajustándose las gafas. Facundo, saltando de un lado a otro, gritó: «¡Sí, sí! ¡Eso suena increíble! Vamos a encontrarlo.»

Y así, los tres amigos emprendieron su aventura. Decidieron seguir el río que atravesaba el bosque, ya que creían que lo llevaría hacia el lugar donde el eco era más fuerte. Mientras caminaban, Olivia recogió bellotas y las lanzaba al aire, mientras Facundo corría tras ellas. Amaro, en cambio, observaba atentamente los árboles y los pájaros, buscando pistas sobre su destino.

Después de un rato, llegaron a un claro donde el río se ensanchaba. Allí, encontraron un viejo puente de madera que crujía con el viento. «¿Creen que deberíamos cruzarlo?», preguntó Olivia. «Tal vez nos acerque al Bosque del Eco», añadió.

Cruzar el puente fue una experiencia emocionante. Bajo sus patas, el puente se movía suavemente, como si lo acariciara el viento. «Es como caminar sobre una nube», exclamó Facundo. «¡Dame la mano!» Les pidió Olivia, mientras avanzaban cautelosamente. Amaro, con su conocedor calma, les dijo: «Confíen en sí mismos, amigos. Si estamos juntos, nada puede salir mal».

Finalmente, lograron cruzar el viejo puente y se encontraron en una parte del bosque que nunca habían visto. Los árboles eran más altos y la luz del sol se filtraba en rayos dorados, creando un paisaje mágico. Olivia estaba tan emocionada que comenzó a dar vueltas, gritando: «¡Estamos más cerca, lo sé!». Amaro sonrió, sintiendo la alegría de sus amigos, mientras Facundo se dedicaba a husmear en cada rincón.

No obstante, a medida que avanzaban, se dieron cuenta de que el bosque se tornaba un poco más oscuro y silencioso. «¿No les parece extraño que no haya pájaros cantando ni ardillas correteando?», preguntó Amaro. «Es un poco inquietante», murmuró Olivia.

De repente, aparecieron ante ellos un grupo de criaturas pequeñas y peludas, que parecían conejitos, pero con orejas más largas y ojos grandes y brillantes. Uno de ellos, con una voz suave, se acercó: «Hola, viajeros. Soy Lilo, el guardián del Bosque del Eco. ¿Qué les trae a esta parte lejana del bosque?»

«Estamos buscando el Bosque del Eco», dijo Olivia con entusiasmo. «Escuchamos que hay un eco mágico que puede contar secretos de la naturaleza».

Lilo sonrió y movió sus orejas. «Efectivamente, el Bosque del Eco es un lugar especial. Pero no es fácil llegar hasta allí. Necesitan resolver tres acertijos que protegerán la entrada». Facundo, con su típica energía, aplaudió y gritó: «¡Estamos listos! ¡Dime los acertijos!».

Lilo comenzó a plantear los acertijos uno por uno. «Primero: ¿Qué es lo que tiene patas pero no camina?».

Los tres amigos se miraron confundidos. Amaro, siempre sabio, reflexionó y dijo: «¡Una silla!». Lilo asintió con alegría. «Correcto. Ahora, segundo acertijo: ¿qué es lo que sube, pero nunca baja?».

«¡El humo!», exclamó Olivia, saltando de emoción. Lilo aplaudió suavemente y dijo: «Excelente. Ahora, el último acertijo: ¿qué puede romperse sin tocarlo?».

Los amigos miraron alrededor, pensando y pensando. Facundo se sentó en el suelo mientras masticaba una pequeña ramita. «No sé», admitió triste. Amaro pensó profundamente y dijo: «¡Un corazón!».

«Brillante», dijo Lilo mientras aplaudía entusiasta. «Han resuelto todos los acertijos, y les concedo la entrada al Bosque del Eco. Pero recuerden, no deben perderse en los ecos. Deben estar unidos y recordar qué es lo más importante para ustedes».

Olivia, Amaro y Facundo asintieron, y Lilo los guió hacia un sendero cubierto de flores y luces centelleantes. A medida que avanzaban, comenzaron a escuchar ecos de frases que se repetían, y todos se sintieron fascinados. El lugar era espectacular: los árboles resplandecían con tonos de verde y dorado, y pequeñas criaturas danzaban mientras cantaban melodías suaves.

Al llegar al centro del Bosque del Eco, Olivia gritó: «¡Hola!», y el eco respondió: «¡Hola!». «¡Esto es increíble!», exclamó Facundo. «¡Es como tener mi propia voz mágica!».

Amaro, sin embargo, recordaba las palabras de Lilo. «No perdamos nuestra dirección, amigos. Recordemos lo que es importante», dijo. «¿Qué es lo más importante para nosotros?».

Olivia pensó por un momento y dijo: «Nuestra amistad. Siempre hemos estado juntos en las aventuras, y eso es lo que más valoro». Facundo asintió rápidamente: «¡Sí! ¡Siempre juntos!».

Amaro sonrió. «Entonces, sigamos escuchando y recordando nuestras risas y alegrías juntos». Así, comenzaron a hablar entre ellos y a contar historias, lo que llenó el bosque de risas y ecos felices.

De repente, un eco peculiar resonó a lo lejos: «¡Quiero jugar! ¡Juguemos!». Era un eco diferente, algo juguetón, y los tres amigos se sintieron intrigados. Desde un arbusto cercano apareció un pequeño ciervo llamado Tico, que saltaba y danzaba con entusiasmo.

«¡Hola, amigos! ¡No sé si se han dado cuenta, pero el eco también puede jugar! ¿Quieres jugar a las escondidas?», preguntó Tico, sus ojos chispeantes llenos de emoción. «¡Claro!», respondió Facundo, ansioso por jugar. «Pero… ¿cómo se juega en un bosque lleno de ecos?».

Tico sonrió. «Buen punto. Cuando alguien cuente hasta diez, el eco repetirá, y las criaturas del bosque se esconderán. Ustedes deben también esconderse, y cuando el eco cuente, no pueden ser descubiertos. ¡Es un juego mágico!».

Olivia, emocionada, le pidió a Tico que empezara a contar. Tico cerró los ojos y comenzó: «Uno… dos… tres…». Con cada número que decía, el eco lo repetía, y todos comenzaron a correr a buscar un lugar donde esconderse.

Olivia se metió detrás de un gran árbol, mientras Facundo se deslizó entre unos arbustos. Amaro, siendo el más sabio, decidió posarse en una rama baja, donde podría observar todo. Tico llegó al diez, y al decir «¡listos o no, aquí voy!», los ecos resonaron tan fuerte que hasta algunas hojas cayeron.

La magia del juego llenó el aire, y todos los amigos disfrutaron mucho. Risas y susurros se escuchaban mientras intentaban no ser encontrados. Tico, al final, tuvo que contar varias veces, pero todos lograron ocultarse, llevándolos a un frenesí de alegría.

Pasó el rato, y al final, todos se reunieron, exhaustos pero felices. «¡Esto fue lo más divertido que he hecho en mi vida!», gritó Facundo. Tico sonrió y dijo: «El Bosque del Eco es para compartir y jugar. Deben volver siempre a disfrutar de su magia».

Los tres amigos agradecieron a Tico por el juego y también le contaron sobre su amistad. Tico, con un brillo en sus ojos, les dijo: «El bosque siempre los esperará, amigos. Recuerden siempre valorar lo que tienen entre ustedes».

Con el corazón lleno de alegría, Olivia, Amaro, Facundo y Tico se despidieron. Prometieron volverse a ver y descubrir más secretos que el bosque podría ofrecerles. «Volveremos, te lo prometemos», dijo Olivia mientras se alejaban, sintiendo que su amistad era más fuerte que nunca.

Así, los tres amigos regresaron a casa, sintiéndose más unidos que antes. En su viaje de regreso, charlaron sobre todas las maravillas que habían visto y los secretos que el bosque guardaba. Sabían que, sin importar lo que hicieran, siempre podrían contar unos con otros.

Y de esta manera, Olivia, Amaro y Facundo se dieron cuenta de que la verdadera magia no solo estaba en las aventuras que buscaban, sino en la increíble amistad que compartían. Y desde aquel día, continuaron explorando nuevos lugares, siempre recordando que lo más importante era disfrutar de cada momento juntos.

Así concluyó su aventura en el Bosque del Eco, pero para ellos, había muchos más capítulos por escribir en su historia llena de risas y amistad.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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