Había una vez, en un bosque lleno de flores de colores y grandes árboles, tres amigos muy especiales: un conejo blanco llamado Conejo, un perro marrón llamado Perro, y dos pequeños pajaritos que siempre estaban juntos, a quienes todos llamaban simplemente «los Pajaritos». Los tres amigos vivían muy felices, correteando por los prados, saltando entre las flores y jugando todo el día bajo el sol.
Un día, mientras estaban descansando a la sombra de un gran árbol, comenzaron a hablar sobre sus diferencias.
—¡Miren qué suaves son mis orejas y mi pelaje! —dijo Conejo, orgulloso, mientras movía sus grandes orejas hacia adelante y hacia atrás.
Perro, que estaba acostado panza arriba, con las patas estiradas, levantó la cabeza y dijo:
—Eso no es nada. Yo tengo un pelaje muy cortito, pero me mantiene calentito en las noches frías. Además, ¡mi pelaje es el mejor para correr y jugar!
Los Pajaritos, que estaban picoteando algunas semillas en el suelo, escucharon con atención. Luego, uno de ellos, el que tenía las plumas azules, levantó la cabeza y dijo:
—Nosotros no tenemos pelos como ustedes. ¡Nosotros tenemos plumas! Y con nuestras plumas podemos volar por el cielo y ver todo desde muy, muy alto.
Conejo miró a los Pajaritos con curiosidad y frunció el ceño.
—Espera un momento —dijo—. Si ustedes tienen plumas y nosotros tenemos pelos… ¿qué es mejor? ¿Tener pelos o tener plumas?
Perro se incorporó y movió la cola emocionado.
—¡Esa es una buena pregunta! —dijo—. ¡Vamos a descubrirlo! ¿Qué es mejor, pelos o plumas?
Los tres amigos se quedaron en silencio por un momento, pensando. Cada uno de ellos estaba convencido de que lo que tenía era lo mejor. Conejo estaba muy orgulloso de su pelaje suave y esponjoso, Perro estaba seguro de que su pelaje corto y brillante era el más útil, y los Pajaritos, por supuesto, no cambiaban sus plumas por nada en el mundo, ya que les permitían volar por los cielos.
—¡Ya sé! —exclamó Conejo, saltando de emoción—. Vamos a preguntar a los otros animales del bosque. Ellos nos ayudarán a decidir si es mejor tener pelos o plumas.
Así que los tres amigos emprendieron un paseo por el bosque en busca de los demás animales. Primero, se encontraron con el zorro, que estaba descansando cerca de un arroyo.
—Zorro, zorro —llamó Perro—, ¿qué es mejor, pelos o plumas?
Zorro los miró con sus ojos astutos y dijo:
—Bueno, yo tengo un pelaje muy suave y grueso que me ayuda a esconderme entre los arbustos y me mantiene caliente en las noches frías. Pero… nunca he tenido plumas, así que no sabría decir cuál es mejor.
Los tres amigos se miraron entre ellos y continuaron su camino. A lo lejos, vieron a una ardilla trepando un árbol.
—¡Ardilla! —gritó Conejo—. ¿Qué crees que es mejor, pelos o plumas?
La ardilla se detuvo un momento, sosteniendo una nuez entre sus patas, y respondió:
—Yo tengo un pelaje esponjoso que me ayuda a saltar de rama en rama sin lastimarme. Pero no sé cómo sería tener plumas. Aunque debe ser divertido volar.
De nuevo, los tres amigos se quedaron pensando. Parecía que todos los animales con los que hablaban valoraban sus pelos, pero ninguno de ellos sabía mucho sobre las plumas.
Siguieron caminando hasta que llegaron a un gran lago, donde encontraron a un pato nadando tranquilamente en el agua.
—Señor Pato, señor Pato —dijo uno de los Pajaritos—, ¿qué es mejor, pelos o plumas?
El pato, orgulloso de sus plumas brillantes y bien arregladas, les contestó:
—¡Oh, claro que las plumas son mejores! Con mis plumas puedo nadar sin mojarme y volar sobre el agua. Además, cuando hace frío, mis plumas me mantienen caliente. ¡Nada es mejor que tener plumas!
Los Pajaritos se miraron entre sí, sonriendo, pero Conejo y Perro no estaban tan convencidos. Aún no podían decidir si los pelos o las plumas eran lo mejor.
Finalmente, se sentaron todos juntos en una colina, donde podían ver el sol empezar a ocultarse detrás de las montañas. El cielo se pintaba de naranjas y rosados, mientras los tres amigos reflexionaban.
—Hemos preguntado a muchos animales —dijo Perro—, pero parece que todos están felices con lo que tienen, ya sean pelos o plumas.
—Sí —respondió Conejo—. Creo que no hay una respuesta correcta. Tener pelos es perfecto para mí porque me ayuda a saltar entre los arbustos y esconderme. Pero tener plumas es lo mejor para ustedes, porque pueden volar.
Los Pajaritos asintieron con sus pequeñas cabecitas.
—Cada uno de nosotros es especial a su manera —dijo el pajarito de plumas verdes—. No importa si tenemos pelos o plumas. Lo importante es que nos gustan tal como son.
Y así, los tres amigos comprendieron que no era necesario decidir cuál era mejor. Los pelos y las plumas eran diferentes, pero ambos eran perfectos para cada uno de ellos. Lo más importante era que todos podían jugar juntos y disfrutar de sus aventuras en el bosque.
El sol desapareció por completo, dejando el cielo lleno de estrellas, y los amigos regresaron a sus hogares, más contentos que nunca de ser quienes eran.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.