En un acogedor salón adornado con luces navideñas y un árbol repleto de colores y destellos, vivía una pequeña gamba llamada Gambi. Él no era una gamba ordinaria; su caparazón brillaba con tonos vivos de rojo y blanco, y sus ojos grandes y expresivos miraban curiosos todo lo que sucedía a su alrededor. Pero lo que hacía especial a Gambi no era solo su apariencia, sino su gran corazón y su traviesa personalidad.
La compañera de aventuras de Gambi era Cloe, una niña de rizos castaños y ojos llenos de maravilla. Cloe tenía ocho años y había pedido un acuario por su cumpleaños, sin imaginar que se convertiría en el hogar de una amistad única. Desde el día que Gambi llegó, Cloe pasaba horas frente al acuario, observando cómo su amiga gamba se deslizaba entre las rocas y plantas acuáticas.
Sin embargo, conforme se acercaba la Navidad, Cloe notó un cambio en Gambi. Cada vez que sus padres entraban al salón, Gambi se ocultaba rápidamente detrás de las piedras más grandes del acuario, temblando en su pequeño refugio. Al principio, Cloe pensó que era parte de un nuevo juego, pero pronto se dio cuenta de que algo preocupaba realmente a su amiga.
Una tarde, mientras sus padres decoraban y planeaban la cena de Nochebuena, Cloe se sentó frente al acuario y, con voz suave, intentó tranquilizar a Gambi. «No te preocupes, Gambi. Estás a salvo aquí conmigo,» le susurró, pero sabía que debía hacer algo más para ayudar a su amiga.
Decidida a entender el miedo de Gambi, Cloe comenzó a investigar. Leía libros sobre gambas y preguntaba a sus padres sobre sus comportamientos. Después de días de búsqueda, encontró la respuesta en un viejo libro de biología marina que mencionaba cómo algunas personas incluían mariscos en sus cenas festivas.
«¡Oh, no! Gambi piensa que será parte de la cena de Navidad,» exclamó Cloe, uniendo las piezas del rompecabezas. Afligida por la idea del terror que sentía su amiga, Cloe elaboró un plan para asegurar a Gambi que nunca la dejaría en peligro.
La mañana de Nochebuena, Cloe se levantó temprano y decoró el acuario con más colores y una pequeña casita de cerámica que decía «hogar». Colocó una nota al lado del acuario que leía: «Gambi, aquí estás segura. Esta es tu casa y nadie te hará daño.» Aunque sabía que Gambi no podía leer, Cloe creía que de alguna manera su amiga entendería el mensaje.
Esa noche, mientras la familia se sentaba a cenar, Gambi asomó su cabeza desde detrás de la casita. Observó a la familia de Cloe riendo y disfrutando de la comida, y ninguna señal de que ella fuera el plato principal. Alentada por la seguridad de su nuevo hogar y el amor de Cloe, Gambi salió de su escondite y comenzó a nadar con confianza a través del acuario, haciendo piruetas en el agua.
Cloe sonrió, aliviada y feliz de ver a su amiga disfrutando nuevamente. Desde ese día, la confianza entre Gambi y Cloe solo creció. Cloe aprendió una valiosa lección sobre la empatía y el cuidado hacia todos los seres vivos, mientras que Gambi aprendió que había encontrado un verdadero hogar y una amiga para toda la vida.
Así, en medio de luces y sombras del acuario, Gambi y Cloe celebraron su propia pequeña Navidad, un recuerdo que guardarían en sus corazones para siempre.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.