En el corazón de un frondoso bosque vivían tres amigos muy especiales: Cono, el conejo; Tota, la tortuga; y Leo, el león. Cono era un conejo blanco con ojos grandes y curiosos. Siempre estaba lleno de energía y tomaba decisiones rápidas sin pensar en las consecuencias. Tota, por otro lado, era una tortuga verde con un caparazón bellamente decorado. Era sabia y paciente, siempre reflexionaba antes de actuar. Finalmente, Leo, el león, era majestuoso y sereno, con una melena dorada que brillaba al sol. Era el rey del bosque, conocido por su gentileza y sabiduría.
Un día, mientras los tres amigos paseaban por el bosque, Cono vio un arbusto lleno de bayas rojas y jugosas. Sin pensarlo dos veces, saltó hacia el arbusto y comenzó a comer las bayas.
—¡Cono, espera! —exclamó Tota con voz calmada pero preocupada—. No sabemos si esas bayas son seguras. Podrían ser venenosas.
—Oh, Tota, siempre tan cautelosa —respondió Cono con una sonrisa—. ¡Mira, estoy bien! No te preocupes tanto.
Leo observó la escena con una sonrisa tranquila, pero no dijo nada. Sabía que Cono tenía que aprender por sí mismo.
Poco después, Cono comenzó a sentir un dolor en el estómago. Se tumbó en el suelo, retorciéndose de dolor. Tota y Leo corrieron hacia él.
—Te lo dije, Cono —dijo Tota con ternura—. Debes ser más cuidadoso y pensar antes de actuar.
Leo asintió con la cabeza y agregó—. Vamos, Cono. Te llevaré a ver a la lechuza Sabia. Ella sabrá qué hacer.
Cono, aún adolorido, fue llevado por sus amigos a la cueva de la lechuza Sabia, una anciana lechuza conocida por sus vastos conocimientos sobre el bosque y sus remedios naturales.
—Querida Sabia —dijo Leo—. Nuestro amigo Cono comió unas bayas y ahora se siente muy mal. ¿Puedes ayudarlo?
La lechuza Sabia, con sus grandes ojos amarillos y plumas grises, observó a Cono y asintió.
—Ah, esas bayas rojas —dijo con una voz profunda y suave—. Siempre advierto a los animales sobre ellas. No te preocupes, Cono. Te daré una infusión de hierbas que te hará sentir mejor.
Después de tomar la infusión, Cono comenzó a sentirse mejor. La lección que aprendió ese día no se le olvidaría fácilmente. Agradeció a la lechuza Sabia y a sus amigos por su ayuda.
—Lo siento, Tota —dijo Cono, con la cabeza baja—. Debería haberte escuchado.
—No te preocupes, Cono —respondió Tota con una sonrisa amable—. Lo importante es que has aprendido una lección. Pensar antes de actuar es muy importante.
Los días pasaron, y aunque Cono intentaba ser más cuidadoso, su naturaleza impulsiva a veces lo metía en problemas. Un día, mientras corría por el bosque, vio un río que parecía ser fácil de cruzar. Sin pensarlo dos veces, saltó al agua. Pero la corriente era más fuerte de lo que parecía, y pronto Cono fue arrastrado río abajo.
—¡Ayuda! —gritó, luchando por mantenerse a flote.
Por suerte, Tota estaba cerca y vio a Cono en apuros. Sin perder tiempo, se lanzó al río, nadando con fuerza hacia su amigo. Tota, aunque no era rápida en tierra, era una excelente nadadora. Alcanzó a Cono y lo guió hacia la orilla.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.