Cuentos de Animales

La Lenta y Segura Sara: Una Historia de Superación en el Bosque

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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En un frondoso bosque lleno de árboles, ríos y praderas, vivían unos amigos muy especiales: la tortuga Sara, el conejo Rafa, la ardilla Camila, la cebra Rosa y el venado Rodolfo. Cada uno tenía sus propias características, pero todos compartían un fuerte vínculo de amistad y amor por la aventura.

Sara, la tortuga, era conocida por su andar despacio, pero su sabiduría y determinación la hacían única. A pesar de que sus amigos la llamaban «lenta», ella siempre decía: «El que va despacio, va seguro». Rafa, el conejo, era rápido y ágil, disfrutando cada día como si fuera una carrera. Camila, la ardilla, pasaba su tiempo saltando de árbol en árbol, guardando nueces para el invierno y siempre con una sonrisa en su rostro. Rosa, la cebra, era divertida y le encantaba jugar con sus amigos, mientras que Rodolfo, el venado, se mantenía tranquilo y siempre estaba dispuesto a ayudar a los demás.

Un día, mientras jugaban en el bosque, Rafa encontró un viejo mapa desgastado por el tiempo. «¡Miren lo que encontré!», exclamó emocionado. Los amigos se reunieron a su alrededor para ver el mapa. «Parece que nos lleva a un lugar mágico donde hay frutas doradas», dijo Camila intrigada. «¡Debemos ir a buscarlas!», respondió Rosa con entusiasmo.

Sin embargo, había un pequeño problema: el camino indicado en el mapa pasaba por una montaña alta y empinada. Rafa y Camila, quienes eran muy rápidos, no creían que eso fuera un gran problema. Pero Sara, la tortuga, sabía que escalar una montaña podría ser peligroso si no tomaban precauciones. «Tal vez deberíamos pensar en cómo hacerlo de forma segura», sugirió ella.

Rafa, un poco impaciente, dijo: «¡Vamos, Sara! Solo necesitamos correr un poco más rápido y llegaremos». Pero la tortuga estaba decidida. «No se trata de correr, se trata de saber hasta dónde podemos llegar», explicó. Los amigos, aunque un poco frustrados al principio, escucharon la sabiduría de Sara.

Así, decidieron prepararse antes de subir la montaña. Rosa y Rodolfo se pusieron a recolectar provisiones: frutas, algunas hojas frescas y agua para mantenerse hidratados. Camila, usando su agilidad, encontró un camino más seguro que bordeaba la montaña. Sara fue la última en unirse al equipo. Aunque era lenta, se aseguraba de que hacía su parte, llevando una mochila llena de provisiones para todos.

Cuando finalmente comenzaron su ascenso, se dieron cuenta de que no era tan fácil como pensaron. Rafa y Camila, al ir rápidamente, se aventuraron lejos de sus amigos y sin darse cuenta, terminaron en un lugar confuso. Entre las piedras y el polvo, Rafa dijo: «¡No lo puedo creer, estoy perdido!» Sin embargo, aunque él era veloz, no había previsto que la montaña tenía muchas trampas naturales.

Sara, al caminar con calma, pronto se dio cuenta de que sus amigos no estaban cerca. «Creo que se han desviado», dijo al darse cuenta de la ausencia de los demás. Con firmeza, ella comenzó a escalar a su propio ritmo, confiando en que sus amigos la seguirían. Mientras tanto, Rodolfo estaba preocupado. «No es seguro separarse», comentó.

Cuando llegaron a la cima, el trío de Rafa, Camila, y un nuevo amigo, un pequeño halcón llamado Lucho que se había encontrado con ellos, no sabía qué camino tomar. Lucho, volando alto, gritó: «¡No se preocupen, yo puedo ver desde aquí! ¡Vuelvan hacia donde está la tortuga!»

Los amigos decidieron seguir el consejo de Lucho y comenzaron a retroceder despacio. Mientras tanto, Sara había llegado a la cumbre de la montaña, disfrutando del hermoso paisaje. Ahí, decidió usar sus conocimientos y experiencia. «Si alguien necesita ayuda, solo tiene que alzar la voz», dijo con confianza. Entonces, de repente escuchó gritos apagados. «¡Sara! ¡Sara!», llamaron Rafa y Camila al unísono cuando finalmente encontraron el rumbo hacia ella.

La tortuga sonrió al ver a sus amigos llegar sanos y salvos. «¡Qué alegría verlos! Pero necesito que todos trabajemos juntos para bajar de vuelta», dijo. Sabía que si colaboraban todos, el descenso sería más seguro.

Así que cada uno tomó su papel: Rodolfo se encargó de guiar a los demás por el sendero que había encontrado Camila, mientras que Sara ayudaba a mantener el ritmo. Rafa, aunque rápido, se quedó más cerca de Sara para asegurarse de que no se quedara atrás, y Lucho sobrevoló para advertirles de los peligros en el camino.

Finalmente, lograron bajar la montaña y se reunieron de nuevo en el pie, emocionados y felices de haber superado el desafío juntos. Al llegar al claro, encontraron un hermoso árbol lleno de frutas doradas. «¡Lo logramos!», gritó Rosa con entusiasmo. Se sintieron orgullosos de haberse ayudado mutuamente y de haber aprendido que muchas veces es mejor avanzar con calma y seguridad.

Aquel día, se dieron cuenta de que la verdadera fuerza de un grupo no estaba en la rapidez de uno solo, sino en trabajar en equipo, comunicar y cuidar de cada uno. Sara sonrió, satisfecha por saber que sus amigos habían aprendido una valiosa lección. Desde entonces, cada vez que miraban el viejo mapa, recordaban su aventura y lo importante que era tener paciencia y avanzar juntos en cada paso de sus vidas.

Y así, la tortuga Sara, el conejo Rafa, la ardilla Camila, la cebra Rosa, y el venado Rodolfo, siguieron explorando el bosque, siempre recordando que, aunque cada uno era diferente, en la amistad y la colaboración hallaron su mayor fortaleza.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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