Era un hermoso día soleado cuando Diana, una niña de cuatro años con una sonrisa brillante, decidió que era un buen momento para explorar la naturaleza. Vivía en una pequeña casa cerca de un río que lucía como un arcoíris, con sus aguas cristales que reflejaban el cielo azul. Diana amaba mucho a su mamá, quien siempre le contaba historias fascinantes sobre los animales que vivían en el río.
“Mamá, ¡hoy quiero ir a ver el río y conocer a los animales!” exclamó Diana con entusiasmo. Su mamá, que estaba preparando algo delicioso en la cocina, sonrió y le dijo con dulzura: “¡Claro que sí, cariño! Pero recuerda que debes tener cuidado y no alejarte mucho.”
Diana asintió emocionada y rápidamente se puso su sombrero de paja – su accesorio favorito para los días soleados. Mientras caminaba hacia el río, se imaginaba que iba a encontrar criaturas mágicas que la llevarían a aventuras increíbles.
Al llegar al río, Diana se sentó en la orilla y comenzó a jugar con algunas piedras. De repente, escuchó un susurro entre los arbustos. Curiosa, se acercó y, para su sorpresa, vio a una pequeña ardilla llamada Tito, que brincaba alegremente. Tito tenía un pelaje suave y esponjoso, y su cola era tan grande como su cuerpo.
“¡Hola!” dijo Diana emocionada. “Soy Diana. ¿Te gustaría jugar conmigo?”
Tito se detuvo y miró a Diana con sus ojos brillantes. “¡Hola, Diana! ¡Me encantaría jugar! Pero ten cuidado, hay que proteger a nuestros amigos en el río.”
Diana frunció el ceño, “¿Proteger a nuestros amigos? ¿De qué hablas, Tito?”
La ardilla se subió a una piedra y le explicó: “En el río viven muchos animales que dependen de que su hogar esté limpio y seguro. Hay peces, ranas y hasta patitos. Si la gente deja basura, ellos se pueden enfermar.”
Diana pensó en lo que Tito había dicho. “Oh, eso es muy triste. Pero, ¿qué podemos hacer para ayudar?”
Tito, emocionado, dijo: “Podemos organizar una limpieza y así ayudaremos a nuestros amigos del río. ¡Vamos a buscar más animales que nos ayuden!”
Diana estaba encantada con la idea y, junto a Tito, comenzó a llamar a los demás animales. Juntos, buscaron a una rana llamada Rina, que estaba saltando alegremente entre las plantas. Cuando le dijeron su plan, Rina se emocionó y, con su voz suave, les dijo: “¡Yo puedo ayudar a dirigir a los otros animales! ¿Tú dirás que hay que actuar rápido antes de que llegue más basura?”
Así fue como todos los animales del río se unieron. Fueron a buscar a los peces, a unas patitas nadadoras y hasta a un pato regordete llamado Pablo, quien estaba muy interesado en ayudar porque siempre soñaba con un río limpio y recuperar su hogar. Los animales se reunieron en la orilla y, tras escuchar a Rina, se pusieron manos a la obra.
Mientras tanto, Diana y Tito se dedicaron a recoger toda la basura que encontraron en la orilla, mientras los demás animales hacían lo mismo en el agua. Las ranas ayudaban saltando de un lado a otro, y el pato Pablo nadaba y traía pequeños trozos de basura a la orilla.
Diana estaba muy feliz de ver cómo todos los animales trabajaban juntos. “¡Estamos haciendo algo maravilloso!” dijo contenta. “¡Seguro que los peces estarán orgullosos de nosotros!”
Pasaron las horas y el río brillaba más que antes. Las aguas, limpias y felices, reflejaban el sol con un resplandor especial. Pero, de repente, Diana vio algo extraño en el agua. Una sombra se movía rápidamente entre las rocas. “¡Tito, mira allá!” gritó mientras señalaba.
Tito se acercó y, cuando miraron más de cerca, se dieron cuenta de que era un pez atrapado en un trozo de red de pesca. “¡Oh no, tenemos que ayudarlo!” exclamó Diana con el corazón latiendo rápido.
“¡Sí, vamos!” dijo Tito. Juntos, se acercaron a la orilla y comenzaron a intentar sacar la red. Pero estaba muy apretada. Justo en ese momento, Rina y Pablo se unieron para ayudar. “¡No te preocupes, amigo! ¡Nosotros también te ayudaremos!” dijeron animados.
Con el trabajo en equipo, poco a poco fueron desenredando al pez. Finalmente, cuando la red fue retirada, el pez, que era de un color naranja brillante, se sacudió y sonrió agradecido.
“¡Gracias, amigos! Soy Nacho, y creí que nunca podría liberar mis aletas de esta pesada red,” dijo el pez, moviendo su cola alegremente.
Diana sonrió más que nunca. “Estamos aquí para ayudar. Nuestro río es especial y todos queremos cuidarlo.”
Nacho asintió. “¡Y ayudar a los demás! Si colaboramos, podemos mantener el río saludable y feliz para todos los animales.”
Mientras el grupo continuaba su labor de limpieza, Diana se dio cuenta de que no solo estaban protegiendo a los animales, sino también creando lazos de amistad. Se sentían un equipo, y eso hizo que el trabajo fuera aún más divertido.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.