En una pequeña ciudad, donde las mañanas eran siempre frescas y el cielo se pintaba de colores suaves al amanecer, vivía una mujer llamada Olga. Olga había dedicado muchos años de su vida a cuidar de quienes necesitaban amor y protección, y aunque ahora estaba retirada, su corazón no conocía de pausas.
Cada día, antes de que el sol despertara el mundo, Olga bajaba a la calle con un tazón lleno de comida que preparaba la noche anterior. Su amor por los animales la había convertido en una figura materna para dos gatitos callejeros: Kala y Farinelli. Kala, con su pelaje atigrado, y Farinelli, de un negro azabache, esperaban ansiosos cada mañana el sonido de sus pasos, corriendo hacia ella con maullidos de agradecimiento.
Los tres habían creado una rutina especial. Olga les hablaba de su día mientras los pequeños comían, contándoles historias del pasado y sueños de un futuro mejor. Para Kala y Farinelli, Olga era más que una benefactora; era una amiga y casi una madre.
Sin embargo, un lunes sombrío, la rutina se rompió. Olga recibió la devastadora noticia de que Farinelli había sido atropellado. El dolor de perder a uno de sus pequeños fue abrumador. Farinelli había muerto instantáneamente, una pequeña vida apagada demasiado pronto. En su último encuentro, Olga le prometió entre lágrimas que cuidaría de Kala con todo su corazón, asegurándose de que nunca le pasara nada malo.
Los días siguientes fueron difíciles. Kala parecía entender que algo había cambiado y su mirada a menudo buscaba a su hermano. Olga, por su parte, se esforzaba por mantener la fortaleza, aunque su corazón estuviera roto. Sabía que debía encontrar un hogar seguro para Kala, donde no tuviera que temer a los peligros de la calle.
La oportunidad llegó cuando una joven pareja que conocía la historia de los gatitos decidió adoptar a Kala. Aunque el corazón de Olga se partía al pensar en despedirse, sabía que era lo mejor para la pequeña.
El día de la despedida, Olga se agachó junto a Kala, acariciando su suave pelaje por última vez, susurrándole promesas de felicidad y amor eternos. Con lágrimas en los ojos, pero con una sonrisa, vio cómo Kala se alejaba en brazos de sus nuevos dueños hacia una vida mejor.
Desde entonces, Olga sigue bajando cada mañana, con la esperanza de ver a Kala en sus sueños, donde se reencuentra con Farinelli y su hermana, corriendo libres y felices. Aunque ya no están físicamente con ella, Kala y Farinelli permanecerán por siempre en el corazón de Olga, guardianes de un amor inquebrantable.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.