En un rincón verde y apacible de España vivía la pequeña Triana. A pesar de tener solo dos años, ya sentía un profundo amor por el campo y los animales.
Se decía que, desde que estuvo en el vientre de su madre, Triana mostraba su alegría cada vez que se acercaban a un animal, pues se movía y daba pequeñas pataditas de emoción.
Un día soleado, el padre de Triana, un experimentado pastor, decidió llevarla consigo al campo. Triana estaba emocionada. Junto a ellos, estaba Rosi, una perrita pastor que había sido la compañera fiel del padre de Triana durante años. Rosi era inteligente, leal y siempre estaba dispuesta a ayudar con el rebaño.
Mientras caminaban, el padre de Triana le contaba historias sobre el campo y cómo las ovejas eran animales increíblemente especiales.
Triana escuchaba con atención, y sus ojos brillaban de emoción. Rosi, por otro lado, corría de un lado a otro, cuidando que ninguna oveja se desviara del camino.
Al llegar a un claro, se encontraron con un hermoso prado lleno de flores. Las ovejas pastaban tranquilamente mientras Rosi vigilaba. Triana se sentó y comenzó a hacer coronas de flores. En un momento, una oveja curiosa se acercó, y Triana, con su inocencia, le ofreció una corona de flores. La oveja, contenta, baló alegremente.
Rosi se acercó a Triana, moviendo la cola. La pequeña niña la abrazó y le puso una corona de flores. Ambas se recostaron en el prado, mirando las nubes y disfrutando del cálido sol.
La tarde se acercaba, y era hora de regresar. El padre de Triana comenzó a reunir al rebaño con la ayuda de Rosi. Triana, sosteniendo una pequeña cesta de flores, caminaba a su lado, sintiéndose feliz y agradecida por el maravilloso día en el campo.
Conclusión:
El amor por la naturaleza y los animales es un regalo que se lleva en el corazón desde pequeños. Triana, con su inocencia y amor, nos enseña que la felicidad se encuentra en los pequeños momentos y en la conexión con la naturaleza.