Cuentos de Aventura

Abby Elisabet y el Bosque Encantado

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez una niña llamada Abby Elisabet. Ella tenía el cabello rizado y marrón como el chocolate, y unos ojos grandes y verdes que brillaban como esmeraldas. Siempre llevaba una sonrisa en su rostro y un vestido lleno de colores, porque para ella, el mundo era un lugar lleno de aventuras y alegría. A pesar de ser pequeña, Abby era muy valiente y siempre creía en sí misma.

Un día, mientras jugaba cerca de su casa, encontró un sendero que nunca había visto antes. Parecía que el camino la invitaba a seguirlo, y Abby, curiosa y emocionada, decidió aventurarse. El sendero la llevó a un bosque lleno de árboles enormes, más altos que cualquier edificio que ella hubiera visto. Los rayos de sol se filtraban entre las ramas, creando pequeños charcos de luz en el suelo. Era un lugar mágico, y Abby sintió que algo especial iba a ocurrir.

A medida que caminaba, escuchó el sonido de un río que corría cerca. Decidió seguir el sonido del agua y, al llegar, vio que el río brillaba bajo el sol. Pequeños peces nadaban rápido, mientras unos pájaros coloridos cantaban alegremente en las ramas cercanas. Todo el bosque parecía vivo, como si estuviera esperando algo. Los animales miraban a Abby con curiosidad, como si la reconocieran.

Mientras continuaba su paseo, encontró una ardilla que parecía estar en problemas. La ardilla tenía una ramita atrapada en su cola y no podía moverse bien. Abby, sin pensarlo dos veces, se agachó y con mucho cuidado liberó la cola de la ardilla. La ardilla, agradecida, le dedicó un alegre chillido y corrió a un árbol cercano. Abby sonrió, sintiéndose bien por haber ayudado.

Pero no todo era tranquilidad en el bosque. Mientras exploraba más profundamente, Abby llegó a un claro donde el viento soplaba más fuerte y las hojas parecían susurrar entre sí. En el centro del claro había una gran roca con marcas antiguas grabadas en ella. Abby se acercó con curiosidad, pero justo cuando iba a tocar la roca, escuchó una voz suave detrás de ella.

«Abby Elisabet, has llegado lejos,» dijo la voz.

Al girarse, Abby vio a una mujer anciana con una larga capa verde, como si hubiera salido directamente de la naturaleza. Tenía una mirada amable pero sabia, y en sus manos sostenía un pequeño espejo dorado.

«¿Quién eres?» preguntó Abby, sorprendida pero sin miedo.

«Soy la guardiana de este bosque,» respondió la anciana. «He estado observándote, y sé que tienes un corazón valiente. Pero este bosque no es un lugar cualquiera. Aquí, solo aquellos que realmente se conocen a sí mismos pueden encontrar el verdadero tesoro.»

Abby se quedó pensando. Siempre había creído en sí misma, pero la idea de conocerse realmente era nueva para ella. «¿Qué debo hacer?» preguntó.

La anciana le tendió el espejo. «Mira en este espejo, Abby. Lo que verás es más que tu reflejo; verás tu verdadero yo.»

Con un poco de nerviosismo, Abby tomó el espejo y lo miró. Al principio, solo vio su reflejo habitual: su cabello rizado, sus ojos verdes y su sonrisa confiada. Pero, a medida que seguía mirando, comenzó a ver más. Vio momentos de su vida en los que había sido valiente, como la vez que ayudó a un amigo a superar su miedo a la oscuridad. También vio momentos en los que había sentido dudas, pero siempre se había levantado y seguido adelante.

Mientras miraba, el espejo le mostró algo aún más importante: la importancia de amarse a sí misma tal y como era. Abby comprendió que ser valiente no significaba no tener miedo, sino enfrentarlo. Y ser fuerte no significaba no cometer errores, sino aprender de ellos.

La anciana sonrió mientras veía a Abby descubrir estas verdades. «El mayor tesoro que puedes encontrar en este bosque es el amor propio. Con él, no importa lo que enfrentes, siempre podrás superarlo.»

Abby, con el espejo todavía en sus manos, sintió una calidez en su corazón. Sabía que todo lo que necesitaba estaba dentro de ella. Agradecida, devolvió el espejo a la anciana.

«Gracias por mostrarme lo que realmente importa,» dijo Abby.

La anciana asintió. «Recuerda siempre, pequeña Abby, que el valor y el amor propio son tus mejores aliados en cualquier aventura.»

Con esas palabras, la anciana desapareció como si hubiera sido llevada por el viento, y el bosque volvió a ser tranquilo. Abby miró a su alrededor, sintiendo una nueva confianza en sí misma. Sabía que, aunque el mundo pudiera ser grande y a veces aterrador, siempre tendría la fuerza dentro de ella para enfrentarlo.

Abby decidió regresar a casa, pero sabía que su aventura no terminaba allí. Cada día, en cada cosa que hiciera, llevaría consigo las lecciones que había aprendido en el bosque encantado. Ser valiente, ser amable y, sobre todo, amarse a sí misma.

Conclusión:

A partir de ese día, Abby Elisabet nunca olvidó lo que había aprendido en su aventura. Sabía que no importaba lo que enfrentara en el futuro, siempre tendría el valor y la confianza para superarlo. Y siempre se recordaría que, como le dijo la anciana, el amor propio es el mayor tesoro que uno puede tener.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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