Había una vez un joven llamado Aquiles, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de verdes colinas y ríos cristalinos. Aquiles era un niño curioso y valiente, siempre dispuesto a explorar y descubrir nuevos lugares. Un día, mientras jugaba en el bosque cercano, encontró un par de zapatos viejos y polvorientos, pero había algo mágico en ellos que llamó su atención.
Aquiles se probó los zapatos y, para su sorpresa, se ajustaron perfectamente a sus pies. En el instante en que los zapatos tocaron el suelo, Aquiles sintió una energía especial recorriendo su cuerpo. Los zapatos eran mágicos y le permitían correr más rápido y saltar más alto que nunca.
Un día, mientras exploraba con sus nuevos zapatos, Aquiles llegó a la base de un enorme volcán que nunca había visto antes. El volcán era imponente, con su cima oculta entre las nubes y un río de lava que descendía lentamente por su ladera. Aquiles decidió que debía llegar a la cima del volcán y descubrir sus secretos.
Mientras caminaba hacia el volcán, Aquiles se encontró con un sapo verde y gordo que estaba sentado en una roca. El sapo lo miró con ojos curiosos y le dijo: «Hola, joven aventurero. ¿A dónde te diriges con esos zapatos mágicos?»
Aquiles, sorprendido de que el sapo pudiera hablar, respondió: «Voy a la cima del volcán. Quiero descubrir lo que hay allí arriba.»
El sapo croó alegremente y dijo: «Entonces, déjame acompañarte. Yo también soy curioso y nunca he visto la cima del volcán.» Aquiles aceptó la compañía del sapo, que saltó al camino con un entusiasmo inesperado.
Juntos, continuaron su camino y no pasó mucho tiempo antes de que encontraran a una diminuta hormiga que cargaba una hoja mucho más grande que ella. La hormiga los miró y preguntó: «¿A dónde van ustedes dos?»
Aquiles explicó su misión, y la hormiga, admirando su valentía, decidió unirse a la aventura. «Podría ser de ayuda,» dijo la hormiga, «tengo fuerza y resistencia a pesar de mi tamaño.»
Aquiles, el sapo y la hormiga siguieron adelante, enfrentándose a diversos desafíos en el camino. Tuvieron que cruzar un río caudaloso, donde los zapatos mágicos de Aquiles les permitieron saltar de roca en roca con facilidad. También enfrentaron un espeso bosque lleno de árboles altos y sombras misteriosas, donde la hormiga usó su habilidad para encontrar el mejor camino y evitar trampas naturales.
Finalmente, después de muchas horas de caminata y aventuras, llegaron a la base del volcán. La subida era empinada y peligrosa, pero Aquiles no se rindió. Con la ayuda del sapo, que siempre encontraba el camino más seguro, y de la hormiga, que los alentaba a seguir adelante, comenzaron a escalar.
A medida que subían, el aire se volvía más caliente y denso. Aquiles podía ver la lava burbujeando en el cráter del volcán, pero no se detuvo. Con cada paso, sentía que sus zapatos mágicos le daban la energía y la confianza necesarias para seguir adelante.
Finalmente, después de una ardua escalada, llegaron a la cima del volcán. La vista era impresionante; podían ver todo el valle y más allá. Pero lo que más llamó la atención de Aquiles fue una cueva oculta en el borde del cráter. Decidió investigar.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.