Había una vez una niña llamada Cata que tenía 8 años. Cata tenía el pelo castaño claro y largo, y le encantaban las aventuras, especialmente si podía vivirlas sobre sus patines. Sus amigos también eran grandes aventureros: Salva, un niño de 8 años con el pelo oscuro; y sus amigas, una alegre bandita de niños y niñas de entre 7 y 8 años. Entre ellos estaba Meli, una niña curiosa y valiente.
Una mañana soleada, Cata y Salva estaban sentados en su banco favorito en el parque, leyendo un cuento lleno de misterios y magia. Mientras leían, una suave brisa comenzó a soplar, haciendo que las páginas del libro se agitaran. De repente, una luz brillante surgió del libro, envolviéndolos en un resplandor mágico. En un abrir y cerrar de ojos, Cata y Salva se encontraron inmersos en el mundo del cuento.
Se miraron alrededor y vieron un paisaje fantástico: un castillo en la cima de una colina, dragones volando en el cielo, y un bosque encantado lleno de criaturas mágicas. «¿Dónde estamos?», preguntó Salva, asombrado. «Creo que estamos dentro del cuento», respondió Cata, tratando de entender lo que había pasado.
Mientras tanto, en el aula, Meli y los otros miembros de la bandita notaron la ausencia de Cata y Salva. Meli fue la primera en descubrir el libro abierto en el banco y sospechó que algo extraño había sucedido. «¡Tenemos que encontrar a Cata y Salva!», dijo Meli decidida. Los amigos se unieron, listos para embarcarse en una nueva aventura para rescatar a sus amigos.
Dentro del mundo del cuento, Cata y Salva comenzaron a explorar su entorno. Pronto se encontraron con un hada llamada Lira, quien les explicó que habían sido transportados a un reino mágico y que para regresar a su mundo, debían completar una serie de misiones. «Primero, deben encontrar la llave dorada que está custodiada por el dragón en el castillo», les dijo Lira. «Solo entonces podrán abrir el portal de regreso».
Con valentía, Cata y Salva se dirigieron hacia el castillo. En el camino, enfrentaron varios desafíos. Tuvieron que cruzar un río lleno de peces saltarines y sortear un laberinto de árboles parlantes. Cata, con sus habilidades en patinaje, lideró el camino, deslizándose con gracia entre los obstáculos, mientras Salva usaba su ingenio para resolver acertijos y abrir puertas secretas.
Al llegar al castillo, se encontraron cara a cara con el dragón. Aunque el dragón parecía feroz, Cata y Salva decidieron hablarle en lugar de enfrentarlo. «No queremos luchar. Solo queremos encontrar la llave dorada para regresar a nuestro hogar», dijo Cata con valentía. El dragón, sorprendido por su coraje y sinceridad, decidió ayudarlos. «La llave está escondida en la torre más alta del castillo. Tienen mi permiso para buscarla», dijo el dragón.
Mientras tanto, Meli y la bandita encontraron una pista en el libro que los llevó a un viejo árbol en el parque. El árbol tenía una inscripción que decía: «Para ayudar a tus amigos, en el libro debes entrar». Sin pensarlo dos veces, Meli y los demás abrieron el libro y fueron también transportados al mundo mágico.
Reunidos en el castillo, Meli y la bandita se unieron a Cata y Salva en su búsqueda. Juntos, subieron las escaleras de la torre, enfrentando nuevos desafíos en cada piso. Había trampas mágicas, criaturas encantadas y acertijos que ponían a prueba su amistad y colaboración.
Finalmente, al llegar a la cima, encontraron la llave dorada colgando de un hilo de plata. «¡Lo logramos!», exclamó Salva, tomando la llave con cuidado. Pero antes de que pudieran celebrarlo, una figura sombría apareció: era el Guardián del Portal, una antigua hechicera que custodiaba el regreso a su mundo.
«Para abrir el portal, deben demostrar que su amistad y valor son verdaderos», dijo la hechicera. Cada niño, uno por uno, contó una historia de amistad y valentía. Cata habló de cómo sus amigos siempre la apoyaban en sus aventuras en patines. Salva recordó cómo se ayudaban mutuamente con las tareas de la escuela. Meli contó cómo nunca se daban por vencidos, sin importar los desafíos.
Conmovida por sus historias, la hechicera les permitió usar la llave dorada. Un portal brillante se abrió frente a ellos, mostrando su mundo al otro lado. Con una mezcla de alegría y tristeza por dejar el reino mágico, los niños cruzaron el portal y regresaron al parque, justo donde todo había comenzado.
Al regresar, se encontraron con sus padres y maestros, quienes estaban muy preocupados por ellos. Los niños contaron su increíble aventura y mostraron la llave dorada como prueba de su viaje. Todos se alegraron de tenerlos de vuelta sanos y salvos.
Desde ese día, Cata, Salva, Meli y la bandita continuaron sus aventuras, siempre recordando la lección aprendida en el reino mágico: la verdadera amistad y el valor pueden superar cualquier obstáculo. Y aunque nunca volvieron a entrar en el libro, sabían que la magia de su aventura viviría para siempre en sus corazones.
Así, en su pequeño pueblo, los amigos vivieron felices, siempre listos para la próxima aventura, sabiendo que juntos podían enfrentar cualquier desafío que el futuro les deparara.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.