Había una vez una niña llamada Ceci que vivía en una casa muy bonita, llena de colores y alegría. Ceci tenía una mascota muy especial, una cobaya a la que llamaba simplemente Cobaya. Cobaya era muy querida por Ceci, con su pelaje suave y marrón, y siempre la hacía reír con sus ruiditos.
Un día, Ceci despertó con una idea muy emocionante. “¡Mamá, mamá! ¿Podemos llevar a Cobaya al parque hoy?” preguntó Ceci con ojos brillantes. Su mamá, sonriendo, le respondió: “Claro, Ceci. Pero recuerda, debemos tener cuidado y lavarnos las manos después de tocar a Cobaya y antes de comer”.
Ceci saltó de alegría y preparó todo para el paseo. Junto con su mamá y Cobaya, se subieron al autobús que los llevó al parque. El parque estaba lleno de flores coloridas, árboles altos y un área de juegos con columpios y toboganes. Ceci soltó a Cobaya en el césped y comenzaron a jugar. Corrían de un lado a otro, se escondían detrás de los arbustos y se reían a carcajadas.
Después de un rato, Ceci y su mamá se sentaron en una banca para descansar. “Tengo hambre, mamá”, dijo Ceci. Su mamá le compró unas papas fritas y un refresco. Ceci estaba tan emocionada que empezó a comer sin lavarse las manos. “¡Qué ricas están estas papas!” exclamó Ceci, disfrutando cada bocado.
Pasaron un día maravilloso en el parque, pero cuando regresaron a casa, Ceci empezó a sentirse mal. Primero, le dolía el estómago, luego comenzó a tener fiebre, vómitos y diarrea. Su mamá, preocupada, decidió llevarla al hospital inmediatamente.
En el hospital, fueron recibidas por la enfermera Mary, una mujer muy amable que siempre tenía una sonrisa en el rostro. “Hola, Ceci. Vamos a ver qué te pasa”, dijo la enfermera mientras la examinaba. Mary notó que Ceci estaba deshidratada y llamó al doctor para que la revisara.
El doctor llegó rápidamente y, después de un examen detallado, diagnosticó a Ceci con una enfermedad diarreica aguda. “Ceci, parece que no te has lavado las manos antes de comer, ¿verdad?” preguntó el doctor. Ceci, con la cabeza baja, respondió que no.
La enfermera Mary se acercó y le explicó la importancia de lavarse las manos. “Ceci, es muy importante lavarse las manos antes de comer, después de tocar a tu mascota, después de estar en el autobús y después de ir al baño. Esto nos ayuda a mantenernos saludables y evitar enfermedades”, dijo Mary con ternura.
El doctor le recetó a Ceci un tratamiento y la enfermera Mary les enseñó a Ceci y a su mamá cómo preparar vida suero oral para combatir la deshidratación. “Debes beber esto poco a poco para recuperar los líquidos que has perdido”, explicó Mary mientras le daba a Ceci el suero.
Ceci bebió el suero y poco a poco comenzó a sentirse mejor. Durante los días siguientes, Ceci aprendió a lavarse las manos correctamente. Su mamá le ayudaba a recordar siempre, y la enfermera Mary la visitaba de vez en cuando para asegurarse de que todo estaba bien.
Finalmente, Ceci se recuperó por completo y pudo regresar a casa con su mamá y Cobaya. Había aprendido una lección muy importante sobre la higiene y cómo cuidar su salud. Desde ese día, cada vez que Ceci jugaba con Cobaya o iba al parque, siempre se lavaba las manos antes de comer y después de tocar a su mascota.
Ceci continuó disfrutando de muchos días divertidos en el parque con su mamá y Cobaya, pero siempre recordaba la valiosa lección que le enseñaron en el hospital. Y cada vez que veía a la enfermera Mary, le daba las gracias por cuidarla y enseñarle algo tan importante.
Y así, Ceci, su mamá y Cobaya vivieron felices y saludables, disfrutando de cada aventura que la vida les traía.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.