Cuentos de Aventura

Código de Héroes

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

Puntuación:

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En un tranquilo suburbio donde los días parecían fluir sin prisa, cuatro cuñados, Nico, Braii, Nayn y Bruno, se encontraban enfrascados en una intensa partida de Fortnite. Cada uno desde su casa, estaban conectados no solo por la red, sino por la pasión compartida que tenían por los videojuegos.

Nico, el mayor de todos, era conocido por su mente estratégica. Desde su habitación, adornada con posters de clásicos de los videojuegos, vigilaba el campo de batalla digital con precisión de francotirador. Sus ojos achinados no perdían detalle de los movimientos enemigos en su pantalla.

Braii, con su inconfundible barba de chivo y lentes, manejaba los controles con una destreza que solo años de práctica podían otorgar. Su cabello oscuro estaba siempre peinado hacia atrás, y aunque se encontraba en la misma ciudad que Nico, su mundo giraba alrededor de su propia pantalla.

Nayn, el pensador del grupo, tenía el cabello rubio y lacio. Aunque joven, su capacidad para pensar dos pasos adelante lo convertía en el coordinador perfecto para sus planes de ataque. Desde su luminoso dormitorio, dirigía al equipo con comandos rápidos y claros.

El más joven, Bruno, compartía el parecido físico con Braii pero sin barba ni lentes. Con solo 15 años, llevaba el peso de la fuerza bruta del grupo. Su habitación estaba llena de trofeos de diferentes competencias de eSports, un testimonio de su habilidad y determinación.

Una tarde, mientras estaban sumidos en un enfrentamiento clave para la liga en la que competían, un extraño glitch en el juego transportó sus conciencias al mundo virtual de Fortnite. De repente, no solo jugaban desde sus habitaciones, sino que estaban físicamente dentro del juego.

«¿Qué ha pasado?» exclamó Nico, mirando a su alrededor. Estaban en una especie de sala de comando, con pantallas que mostraban diferentes partes del mapa del juego.

Braii, tocándose la barba, intentaba entender la situación. «Parece que estamos dentro del juego… literalmente.»

Nayn, siempre el analítico, observaba las pantallas con interés. «Tenemos que encontrar una manera de volver, pero primero, necesitamos averiguar cómo sobrevivir aquí.»

Bruno, emocionado más que preocupado, saltaba de alegría. «¡Esto es increíble! ¡Es como vivir en nuestro juego favorito!»

Pronto se dieron cuenta de que tenían que participar en la partida no solo para ganar, sino para encontrar la clave de su regreso al mundo real. Con habilidades que reflejaban sus avatares en el juego, cada uno asumió su rol con más seriedad que nunca.

Nico, con su rifle de francotirador, proporcionaba cobertura desde las alturas. Braii, aprovechando su sigilo, exploraba el terreno, desactivando trampas y recolectando recursos. Nayn, desde el centro de comando improvisado, dirigía las operaciones, mientras que Bruno enfrentaba a los enemigos en combates cuerpo a cuerpo.

La partida avanzaba con la misma intensidad que cualquier otro juego, pero el riesgo era real. Cada batalla les enseñaba más sobre sus propias habilidades y los límites que podían superar.

Después de varias horas de juego intenso y estrategias complejas, descubrieron que la clave para regresar a casa estaba en alcanzar y ganar la ronda final del torneo mundial que, por coincidencia, se estaba llevando a cabo en ese mismo momento en el juego.

Con la determinación a flor de piel, Nico, Braii, Nayn y Bruno se unieron como nunca antes. En la batalla final, con el mundo observando a través de sus pantallas, pero sin saber la verdadera estaca que los chicos enfrentaban, lograron una victoria espectacular.

Instantes después de su triunfo, se encontraron de nuevo en sus habitaciones, cada uno frente a su pantalla, con el corazón latiendo a mil y una historia que nadie más creería.

Aunque volvieron a la normalidad, algo en ellos cambió para siempre. Habían aprendido no solo el verdadero valor del trabajo en equipo y la amistad, sino también que algunas aventuras, aunque digitales, pueden ser sorprendentemente reales.

Desde ese día, cada partida era más que un juego; era un recordatorio de su increíble viaje al otro lado de la pantalla, una aventura que mantendrían siempre entre ellos como el código de héroes que realmente eran.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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