Era un invierno especialmente frío en el pequeño pueblo de Brumahelada. Las nevadas habían cubierto todo con un manto blanco, creando un paisaje que parecía sacado de un cuento de hadas. En este pintoresco lugar vivían tres amigos inseparables: Helin, una valiente chica de cabello oscuro y ojos brillantes; Rigel, un chico astuto con una sonrisa traviesa; y Dareen, una chica fuerte con una risa contagiosa y rizos dorados que brillaban bajo el sol invernal.
Una tarde, mientras jugaban cerca del bosque, Helin encontró un extraño cristal que emitía una luz tenue y azulada. «¡Miren esto!» exclamó, sosteniendo el cristal con cuidado. Rigel y Dareen se acercaron para observarlo mejor.
«Eso no es un cristal común,» dijo Rigel, analizando el objeto. «Debe tener algo especial.»
Dareen, siempre la más práctica del grupo, sugirió: «Llevémoslo a la anciana Lyria. Ella sabe mucho sobre cosas mágicas.»
La anciana Lyria era conocida en el pueblo por su sabiduría y conocimientos sobre lo sobrenatural. Al llegar a su cabaña, le mostraron el cristal. Lyria lo observó detenidamente y, con una voz profunda y misteriosa, les dijo: «Este cristal pertenece al Reino de Hielo, un lugar místico que solo aparece en los inviernos más fríos. Según la leyenda, quien posea este cristal tiene el poder de abrir un portal a ese reino.»
Los ojos de los niños se iluminaron de emoción y curiosidad. «¿Podemos ir allí?» preguntó Helin.
«Sí, pero deben tener cuidado,» advirtió Lyria. «El Reino de Hielo es hermoso, pero también peligroso. No solo enfrentarán el frío, sino también desafíos que pondrán a prueba su valentía y amistad.»
Determinados a vivir una gran aventura, los tres amigos aceptaron el desafío. Siguieron las instrucciones de Lyria y, sosteniendo el cristal, recitaron las palabras mágicas que ella les enseñó. De repente, el aire a su alrededor se volvió más frío y una puerta de luz apareció ante ellos. Sin dudarlo, cruzaron el umbral y se encontraron en un mundo de hielo y nieve, donde todo brillaba con una luz azulada y mágica.
El paisaje era impresionante, con enormes montañas de hielo, ríos congelados y árboles cubiertos de cristales que tintineaban con el viento. Los amigos caminaron asombrados, pero pronto se dieron cuenta de que no estaban solos. Una figura alta y esbelta, envuelta en un manto de niebla, apareció ante ellos.
«Soy la Reina de Hielo,» dijo con una voz helada pero majestuosa. «Este es mi reino y aquí las cosas no son siempre lo que parecen.»
La reina les planteó un enigma: «Para encontrar el verdadero tesoro de este reino, deben superar tres pruebas. Cada prueba representará un valor que deben recordar y respetar en su vida diaria.»
La primera prueba fue un puente de hielo que debían cruzar. El puente era delgado y parecía que se rompería con cualquier movimiento. «Este puente representa la igualdad,» explicó la Reina de Hielo. «Deben cruzarlo juntos, apoyándose unos a otros, sin dejar a nadie atrás.»
Los tres amigos se tomaron de las manos y avanzaron con cuidado, equilibrándose mutuamente. Con pasos lentos pero seguros, lograron cruzar el puente sin incidentes. «Bien hecho,» dijo la reina. «Han demostrado que entienden la importancia de la igualdad y el trabajo en equipo.»
La segunda prueba fue un laberinto de espejos, donde cada reflejo mostraba diferentes versiones de ellos mismos. «Este laberinto representa la identidad,» dijo la reina. «Deben encontrar el camino hacia su verdadero yo, sin perderse en las ilusiones.»
Los amigos se separaron, pero se mantuvieron en contacto a través de sus voces. Helin, Rigel y Dareen se enfrentaron a sus reflejos, recordando quiénes eran y lo que los hacía únicos. Con paciencia y determinación, encontraron la salida del laberinto. «Han demostrado que conocen y respetan su identidad,» elogió la reina.
La tercera y última prueba fue un campo de nieve donde el viento soplaba con fuerza, haciendo difícil avanzar. «Este campo representa la expresión,» dijo la Reina de Hielo. «Deben expresar sus pensamientos y sentimientos claramente para llegar al otro lado.»
A pesar del viento, los amigos hablaron entre sí, compartiendo sus miedos y esperanzas. Con cada palabra, el viento parecía disminuir, permitiéndoles avanzar. Finalmente, llegaron al otro lado, donde la Reina de Hielo los esperaba.
«Han superado todas las pruebas,» dijo la reina con una sonrisa. «El verdadero tesoro no es algo que puedan llevar con ustedes, sino las lecciones que han aprendido: la importancia de la igualdad, la identidad y la expresión. Estos valores son más valiosos que cualquier objeto material.»
La Reina de Hielo les dio un último consejo antes de regresar a su mundo: «Recuerden siempre estos valores y compartan su sabiduría con los demás. El mundo necesita más personas que comprendan y practiquen la igualdad, la identidad y la expresión.»
De vuelta en Brumahelada, Helin, Rigel y Dareen contaron su aventura a todos en el pueblo. Inspirados por su historia, los habitantes comenzaron a valorar más la igualdad, la identidad y la expresión, creando una comunidad más unida y justa.
Los tres amigos siguieron explorando y viviendo aventuras, pero siempre recordaron las lecciones aprendidas en el Reino de Hielo. Y así, en cada invierno, el pequeño pueblo de Brumahelada se convirtió en un lugar donde la magia y los valores convivían, haciendo de cada día una nueva oportunidad para crecer y aprender juntos.
Fin.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.