Había una vez un niño llamado Santy, que vivía en un tranquilo pueblito rodeado de montañas y ríos cristalinos. Santy era un niño muy alegre, siempre lleno de energía y curiosidad. Le encantaba explorar el bosque cercano y construir cabañas con palitos y hojas. Sin embargo, había algo que Santy temía más que cualquier otra cosa: ir al salón de peluquería a cortarse el cabello. Cada vez que escuchaba que su mamá decía que era hora de ir al peluquero, sus ojos se llenaban de preocupación.
Un día, mientras jugaba en el jardín, su mamá lo llamó desde la puerta. “¡Santy! Es hora de que vayamos al peluquero, es muy importante que te cortes el cabello”, dijo con una sonrisa. Santy, que estaba haciendo una torre de bloques, sintió que su corazón se aceleraba. “Pero, mamá, el peluquero…” comenzó a protestar, pero su mamá lo interrumpió. “No te preocupes, cariño, será divertido y rápido. Tu papá también vendrá con nosotros”.
Santy miró a su papá, quien asintió con la cabeza y le dijo: “Además, tengo un truco mágico para ti en el salón. Te prometo que será una gran aventura”. Santy se sintió un poco mejor al escuchar eso. Su papá siempre sabía cómo hacer que las cosas parecieran emocionantes.
Así que, con un poco de miedo, pero mucha curiosidad, Santy se vistió y salió con su mamá y su papá hacia el salón de peluquería. Mientras caminaban, el paisaje era hermoso. Las flores estaban en plena floración, los pájaros cantaban y el sol brillaba. Sin embargo, Santy seguía pensando en lo que le esperaba en el salón.
Al llegar, entraron en un lugar lleno de espejos, tintes y herramientas que sonaban como si estuvieran chismeando entre ellas. Había un perro peludito que estaba sentado en la recepción, y cuando Santy se acercó, se levantó, moviendo su cola con entusiasmo. “¡Hola!” ladró el perro. “Soy Canela. ¿Eres nuevo aquí?” Santy, sorprendido, asintió. “Sí, voy a cortarme el cabello”, respondió tímidamente. “No te preocupes, ¡eso es muy divertido! Yo siempre vengo a ver a Hugo, el peluquero. Él es el mejor”.
En ese momento, salió un hombre de detrás de una gran silla de peluquería. Su cabello era largo y colorido, y llevaba una bata brillante. “¡Hola, pequeño aventurero! Soy Hugo, el peluquero mágico. ¿Estás listo para una gran aventura?” Santy se sintió intrigado. “¿Mágica? ¿De verdad?” preguntó, sintiendo que su miedo comenzaba a desvanecerse.
“¡Sí!” dijo Hugo, mientras acomodaba su bata. “Cada corte de pelo es una oportunidad para explorar nuevos mundos. Cuando te sientes aquí”, dijo señalando la silla, “puedes imaginar que estás volando sobre nubes de algodón de azúcar o nadando en un mar de caramelos”.
Santy miró la silla y luego a sus papás, quienes le sonreían alentándolo. “¿Quieres intentarlo?” le preguntó su papá. Santy tomó aire y asintió lentamente. “Está bien, creo que sí”.
Hugo ayudó a Santy a subirse a la silla. Mientras lo hacía, le empezó a contar una historia sobre un valiente caballero que luchaba contra dragones y rescataba princesas, todo mientras le cortaba el cabello. Canela, el perro, se sentó en el suelo, mirando con sus ojos brillantes, como si disfrutara de la historia tanto como Santy.
Un momento después, Santy se dio cuenta de que no estaba solo en su aventura. De repente, sintió que su cabello flotaba como si estuviera en el aire. ¡Fue entonces cuando se imaginó que estaba volando en una alfombra mágica! “¡Mira, estoy volando!” exclamó, levantando los brazos como si estuviera surcando los cielos.
“¡Así se habla! ¡Eres un gran aventurero!”, respondió Hugo, mientras continuaba trabajando en su peinado. La silla se transformó en una nave espacial y, con cada movimiento de tijeras, Santy se imaginaba atravesando galaxias llenas de estrellas de colores brillantes. Sentía que nada podría detenerlo.
De repente, escuchó un ruido detrás de él. Miró por el espejo y vio a un pequeño dragón de peluche que había caído del estante. “¡Ayuda! ¡Estoy atrapado!”, gritó el dragón. Santy se dio cuenta de que había que salvar al dragón. “¡No temas, pequeño dragón! ¡Yo te rescataré!”, dijo Santy, levantándose de la silla y corriendo hacia el dragón.
Hugo rió y le dijo: “Parece que has encontrado una nueva aventura. ¡Eres un verdadero héroe!” Santy tomó el dragón y lo llevó de vuelta a su lugar. “Este dragón necesita un nuevo peinado también”, comentó Santy, sonriendo.
Después de un par de minutos, Hugo terminó de cortar el cabello. “¡Listo! Ahora eres el caballero más valiente y elegante del reino”. Santy se miró en el espejo y soltó una risa de felicidad. Su cabello se veía genial y se sentía como un verdadero héroe de aventura.
Agradecido, Santy le dio un abrazo a Hugo. “Gracias, esto fue increíble”. Luego miró a su papá y su mamá, quienes estaban orgullosos de él. “Mira, ya no tengo miedo”, les dijo, saltando de felicidad.
Cuando salieron del salón, Santy se dio cuenta de que las aventuras no sólo ocurren en los cuentos, sino que también pueden ser parte de la vida real. Se despidió de Canela y se sintió más valiente que nunca. De camino a casa, Santy prometió que la próxima vez que escuchara que era hora de cortarse el cabello, no tendría miedo, porque sabía que cada aventura comienza con un nuevo peinado.
Así, Santy, su mamá y su papá regresaron a casa bajo un hermoso cielo de atardecer, llenos de historias y nuevas fuerzas. Y Santy aprendió algo muy importante: a veces, enfrentar lo que más tememos puede llevarse a momentos mágicos y a increíbles aventuras.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.