Era un día soleado en el pequeño pueblo de Valle Brillante, donde las flores cantaban con el viento y las mariposas danzaban en el aire. En una colorida casita con un hermoso jardín vivía una niña valiente y curiosa llamada Jaritza. Tenía diez años y siempre soñaba con aventuras emocionantes. Su corazón latía con fuerza cada vez que escuchaba los cuentos que su abuela le contaba, sobre reinos lejanos y criaturas mágicas, pero había uno que siempre la intrigaba en especial: la leyenda del Reino Encantado de los Dragones y los Árboles de la Vida.
Ese mismo día, después de escuchar otra historia fascinante sobre aquel reino, Jaritza decidió que era momento de vivir su propia aventura. Con una sonrisa llena de determinación, tomó su mochila, la llenó de bocadillos, un cuaderno para dibujar y su linterna mágica, que le había regalado su abuela. Al salir, muchos de sus amigos la miraron con curiosidad, preguntándose a dónde iría. Pero Jaritza solo sonrió y les dijo: «¡Hoy descubriré el Reino Encantado!»
Luego de caminar un rato por el bosque cercano, se encontró frente a un gran árbol viejo, con un tronco ancho y torcido. Era el tipo de árbol que soñaba ver, los que en los relatos de su abuela parecían tener vida propia. Jaritza se acercó y comenzó a tocar su corteza con delicadeza. De repente, el árbol emitió un suave brillo dorado y una voz profunda y melodiosa resonó en el aire: «Hola, pequeña aventurera. Bienvenida al Reino Encantado. Soy Tálamo, el guardián de este lugar.»
Jaritza se sorprendió, pero no tuvo miedo; en cambio, su curiosidad creció aún más. «¿Tálamo? ¿El Reino Encantado existe de verdad?» preguntó emocionada.
«Sí, y está más cerca de lo que piensas. A través de mi esencia, puedes cruzar a un mundo lleno de magia y maravillas, pero debes ser valiente y tener un buen corazón,» respondió el árbol, mientras sus ramas se movían suavemente.
Sin dudarlo, Jaritza aceptó el reto. Tálamo la envolvió en una luz cálida y, en un parpadeo, se encontró en un bosque deslumbrante, lleno de árboles de colores vibrantes y flores que brillaban como estrellas. El aire olía a dulces y a sueños. Justo frente a ella, un dragón de escamas relucientes se posó en una roca, observándola con sus grandes ojos dorados.
«¡Hola! Soy Tigris, el dragón del bosque. He estado esperando que llegues, Jaritza. El Reino Encantado necesita tu ayuda.»
Jaritza, con los ojos muy abiertos de asombro, preguntó: «¿Qué puedo hacer yo, un simple humano?»
«Este reino está en peligro. La Reina de los Dragones ha perdido su magia, y sin ella, todo comenzará a marchitarse. Necesitamos encontrar el Árbol de la Vida, cuya savia puede devolver la energía y el color a nuestro hogar. Pero, para llegar a él, primero debes atravesar el Sendero de los Siete Ecos, donde enfrentarás pruebas que pondrán a prueba tu valor,» explicó Tigris.
Sin pensarlo dos veces, Jaritza aceptó la misión. Junto a Tigris, se adentraron en el Sendero de los Siete Ecos. Al comenzar, cada paso parecía resonar con un eco. «¿Estás lista para el primer eco?», preguntó Tigris. Jaritza asintió con determinación.
El primer eco era una voz suave que decía: «¿Quién eres?» Jaritza tomó aire y explicó con calma: «Soy Jaritza, una niña que quiere ayudar al Reino Encantado.» El eco la aceptó y se abrió el camino hacia adelante.
El segundo eco resonó con un tono grave: «¿Por qué debes ser valiente?» Jaritza recordó las historias de su abuela y respondió: «Porque tengo el corazón lleno de amor y deseo ayudar a los que lo necesitan.» ¡El camino volvía a abrirse!
Así continuaron atravesando los ecos, enfrentándose a preguntas sobre su bondad, su valentía y su deseo de aprender. Jaritza siempre respondía con sinceridad y coraje. Finalmente, llegaron al último eco, que dijo: «Tus respuestas han mostrado tu verdadero ser. Ahora, puedes cruzar.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.