Había una vez una niña llamada Leia. Leia tenía el cabello rizado y castaño, y siempre usaba un pijama amarillo lleno de estrellas. Leia amaba dormir porque siempre tenía sueños mágicos y llenos de aventuras. Una noche, después de que su mamá la arropó y le dio un beso de buenas noches, Leia cerró sus ojos y comenzó a soñar.
En su sueño, Leia se encontraba en un mundo muy especial. Todo era colorido y brillante, y las personas se comunicaban de una manera diferente. No hablaban con palabras, sino que usaban sus manos para decir cosas. Leia estaba muy sorprendida y un poquito confundida.
«¿Qué es esto?» se preguntó Leia mientras miraba a su alrededor. Vio a un niño que movía sus manos de una manera que parecía tener sentido. Leia se acercó y el niño le sonrió. «Hola, soy Max,» dijo el niño, pero no con su boca, sino con sus manos. Leia estaba fascinada.
Max comenzó a enseñarle a Leia cómo usar sus manos para hablar. «Esto es una ‘A’,» dijo Max mientras formaba la letra con sus dedos. Leia imitó el movimiento y se sintió muy feliz cuando Max le dio una palmadita en la espalda, indicando que lo había hecho bien. Pronto, Leia aprendió a decir su nombre en este nuevo idioma. «Me llamo Leia,» dijo, moviendo sus manos despacito.
El mundo en el que estaba Leia era muy divertido. Había mariposas que volaban con alas hechas de luces y flores que cantaban canciones suaves. Todos en este mundo usaban sus manos para hablar, y aunque Leia no entendía todo al principio, pronto empezó a comprender más y más.
Leia se encontró con muchos amigos nuevos. Había una niña llamada Ana que le enseñó cómo decir «gracias» y «por favor» con las manos. También conoció a un perrito llamado Tito que entendía todo lo que Leia decía con sus manos. Juntos, exploraron bosques mágicos, nadaron en ríos de colores y jugaron en prados llenos de flores que brillaban como estrellas.
Un día, mientras Leia y sus amigos jugaban cerca de un gran árbol, apareció una anciana con una sonrisa amable. «Hola, Leia,» dijo la anciana con sus manos. «Soy la Guardiana de los Sueños. Veo que estás aprendiendo muy rápido.» Leia se sonrojó y sonrió. «Me gusta mucho este lugar,» respondió con sus manos.
La Guardiana de los Sueños le explicó a Leia que este mundo era un lugar especial donde todos podían comunicarse y ser amigos, sin importar de dónde vinieran o cómo hablaran. Leia se sintió muy feliz al escuchar esto. «Quiero aprender más,» dijo con entusiasmo.
Durante lo que pareció ser días y días, Leia siguió aprendiendo el idioma de las manos. Cada vez que aprendía algo nuevo, se sentía más conectada con sus nuevos amigos. Descubrió que podía expresar sus sentimientos, pedir ayuda y compartir historias, todo usando sus manos. Leia se dio cuenta de que había muchas formas de comunicarse y que cada una era especial.
Una noche, mientras Leia estaba acostada bajo un cielo lleno de estrellas brillantes, la Guardiana de los Sueños se le acercó de nuevo. «Leia, es hora de que despiertes,» dijo suavemente. Leia sintió un poco de tristeza, pero también estaba contenta por todo lo que había aprendido.
«Siempre recordaré este lugar,» dijo Leia con sus manos. La Guardiana de los Sueños le sonrió y le dio un suave abrazo. «Y este lugar siempre te recordará a ti, Leia. Ahora, lleva lo que has aprendido a tu mundo.»
De repente, Leia comenzó a sentir que se despertaba. Abrió sus ojos lentamente y vio su habitación familiar. Sus juguetes estaban a su alrededor y la luz del sol comenzaba a entrar por la ventana. Leia se sentó en su cama y sonrió. Recordaba todo de su sueño.
Esa mañana, cuando su mamá vino a despertarla, Leia le mostró algo nuevo. «Mira, mamá,» dijo mientras movía sus manos. «Esto significa ‘hola’ en el idioma de las manos.» Su mamá sonrió sorprendida y abrazó a Leia con mucho amor.
Desde ese día, Leia comenzó a enseñar a sus amigos y a su familia lo que había aprendido en su sueño. Todos se divertían aprendiendo juntos y descubrieron que podían comunicarse de muchas maneras. Leia nunca olvidó su aventura en el mundo de los sueños y siempre llevó consigo la magia de poder hablar con las manos.
Y así, Leia vivió feliz, sabiendo que en cualquier momento podía cerrar sus ojos y volver al mundo mágico donde todos entendían el lenguaje de las manos. Y colorín colorado, este cuento de aventura se ha acabado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.