Cuentos de Aventura

El Viaje del Señor y el Mono con la Nevera Antigua

Lectura para 2 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

Puntuación:

0
(0)
 

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico
0
(0)

En un mundo donde la magia aún fluía como el viento, vivía un anciano muy peculiar llamado Don Ernesto. Aunque era mayor, su espíritu estaba lleno de energía y curiosidad. A Don Ernesto le encantaba explorar los rincones más recónditos del mundo, siempre acompañado por su fiel amigo, un mono travieso llamado Pancho. Pero este viaje que emprendieron juntos no era un viaje cualquiera. No solo iban ellos dos, sino que llevaban consigo una nevera antigua, muy especial. No era solo para guardar comida, no. Esta nevera contenía secretos mágicos y objetos encantados que irradiaban una energía especial.

Don Ernesto cargaba la nevera a cuestas, y Pancho, con sus grandes ojos curiosos, se sentaba en su hombro, siempre alerta. El pequeño mono, con su cola enredada en el sombrero de Don Ernesto, siempre estaba listo para una nueva travesura o aventura.

Una mañana, mientras caminaban por un sendero rodeado de árboles que brillaban con luces doradas, Pancho empezó a saltar de un lado a otro, señalando hacia el horizonte.

—¡Mira, Don Ernesto! —chillaba Pancho—. ¡Hadas! ¡Hadas de verdad!

Y allí estaban, pequeñas criaturas con alas brillantes, revoloteando alrededor de las flores. Las hadas, al ver a Don Ernesto y Pancho, sonrieron y les dieron la bienvenida con su luz cálida.

—¡Bienvenidos, viajeros! —dijeron las hadas—. ¿A dónde os dirigís?

—Estamos en busca de respuestas —dijo Don Ernesto—. Esta nevera que llevo tiene magia, pero no sabemos todo lo que puede hacer. Queremos descubrir sus secretos.

Las hadas asintieron con sus pequeñas cabezas y les indicaron un camino por el que seguir.

—Id hacia el este —dijeron—. Encontraréis a Toti, un dragón sabio que puede ayudarte a entender los misterios de tu nevera.

Y así, Don Ernesto y Pancho continuaron su camino, agradecidos por la ayuda de las hadas. Al cabo de un tiempo, llegaron a un claro donde un dragón de color azul brillante, con ojos bondadosos, descansaba bajo un gran árbol.

—¡Hola, Toti! —gritó Pancho, emocionado.

Toti, el dragón, abrió sus enormes ojos y sonrió al verlos. Aunque era grande y poderoso, Toti era conocido por ser uno de los seres más amables del bosque.

—¿Qué puedo hacer por vosotros? —preguntó Toti, inclinando su cabeza.

Don Ernesto le explicó la situación y le mostró la nevera.

—Esta nevera tiene poderes mágicos, pero no sabemos cómo utilizarlos completamente. ¿Puedes ayudarnos?

Toti observó la nevera con curiosidad, dándole vueltas con sus garras.

—Esta nevera está llena de energía positiva —dijo el dragón—, pero también tiene la capacidad de atraer la oscuridad. Debéis tener cuidado, pues hay alguien que querría usar esta magia para fines malvados.

Don Ernesto frunció el ceño. Sabía exactamente de quién hablaba Toti.

—El Brujo de las Sombras —susurró Ernesto.

Pancho se estremeció al escuchar ese nombre. El Brujo de las Sombras era conocido por robar la magia de los objetos encantados y usarla para sus planes oscuros.

—No podemos dejar que la nevera caiga en sus manos —dijo Don Ernesto con determinación.

De repente, el cielo comenzó a oscurecerse, y una figura alta y sombría apareció entre los árboles. Era el Brujo de las Sombras, con su capa negra ondeando en el viento y sus ojos brillando con una luz maligna.

—¡Esa nevera me pertenece! —gruñó el brujo—. ¡Dadme ese poder, o lo tomaré por la fuerza!

Don Ernesto se preparó, y Pancho, con valentía, se puso en posición de lucha, aunque sus pequeñas manos temblaban un poco.

—¡Nunca te la daremos! —gritó Pancho, mostrando sus dientes como un valiente guerrero.

El Brujo lanzó una risa malvada y comenzó a conjurar un hechizo oscuro. Pero antes de que pudiera lanzar su ataque, la nevera de Don Ernesto comenzó a brillar con una luz intensa. De repente, la puerta de la nevera se abrió y de su interior salieron luces de colores, hadas, y una brisa fresca que despejó la oscuridad alrededor del brujo.

—¡Es la magia de la nevera! —gritó Pancho emocionado—. ¡Nos está protegiendo!

El Brujo, cegado por la luz, retrocedió, gruñendo con frustración. Sabía que no podía enfrentarse a ese poder.

—¡Esto no ha terminado! —gritó antes de desaparecer en una nube de sombras.

Don Ernesto suspiró aliviado y cerró la nevera.

—Lo logramos, Pancho —dijo, acariciando la cabeza del mono—. La nevera no solo guarda secretos mágicos, también tiene la capacidad de protegernos del mal.

Toti, el dragón, sonrió.

—Habéis demostrado ser verdaderos guardianes de la magia. Cuidad bien de esa nevera. Y recordad, siempre hay luz para vencer la oscuridad.

Don Ernesto y Pancho agradecieron a Toti por su sabiduría y continuaron su viaje, sabiendo que aún les esperaban muchas más aventuras. Pero ahora, con la ayuda de su mágica nevera y el poder de la amistad, estaban listos para enfrentarse a cualquier desafío.

Y así, bajo el cielo brillante y rodeados de seres fantásticos, Don Ernesto y Pancho continuaron su travesía, con la certeza de que, mientras estuvieran juntos, siempre podrían vencer cualquier mal.

image_pdfDescargar Cuentoimage_printImprimir Cuento

¿Te ha gustado?

¡Haz clic para puntuarlo!

Comparte tu historia personalizada con tu familia o amigos

Compartir en WhatsApp Compartir en Telegram Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir por correo electrónico

Cuentos cortos que te pueden gustar

autor crea cuentos e1697060767625
logo creacuento negro

Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

Deja un comentario