Era un día soleado en el pequeño pueblo de Maravilla, donde la brisa del mar acariciaba suavemente las olas. Allí vivían cuatro muy buenos amigos: Ellary, una niña curiosa con una sonrisa brillante; Alexandre, un niño valiente con un corazón de león; Maylé, una pequeña soñadora que siempre llevaba su cuaderno para dibujar; y Bubu, un divertido perro que nunca se separaba de ellos. Juntos, eran inseparables y pasaban los días explorando los alrededores del pueblo.
Un día, mientras jugaban en la playa construyendo castillos de arena, Ellary se dio cuenta de que había algo extraño flotando en el agua. Era un pequeño barco de madera, decorado con brillantes estrellitas doradas. Intrigados, los amigos decidieron nadar hacia él. Cuando llegaron al barco, quedaron sorprendidos al ver que era un barco mágico, lleno de colores radiantes que parecían brillar bajo el sol.
«¡Miren!», exclamó Maylé, apuntando con su dedo. «¿Quieren subir?» Ellary y Alexandre asintieron emocionados, y Bubu, aunque un poco nervioso, decidió seguir a sus amigos. Una vez en el barco, algo mágico sucedió. Las velas comenzaron a ondear suavemente, y de repente, ¡el barco zarpó hacia el horizonte!
Mientras navegaban, el mar se tornó de un hermoso azul profundo. Las olas sonaban melodiosas, como si cantaran una dulce canción. De pronto, aparecieron unas criaturas maravillosas entre las olas: eran delfines brillantes, que saltaban y danzaban alrededor del barco. «¡Hola, amigos!», dijeron los delfines en un tono alegre. «¿Adónde van en este hermoso día?»
«¡Estamos en una aventura!», respondió Ellary emocionada. «¿Puedes mostrarnos lugares mágicos en el mar?» Los delfines sonrieron y dijeron: «¡Suban a nuestras espaldas, y les llevaremos a un lugar especial!»
Sin pensarlo dos veces, los cuatro amigos subieron sobre los delfines, y así empezaron a viajar por las aguas cristalinas. Nadar entre tantos delfines era increíble, y Ellary, Alexandre, Maylé y Bubu se reían y disfrutaban de cada instante. Después de un rato, llegaron a una isla cubierta de palmeras altas y flores de colores brillantes.
«Esta es la Isla de los Sueños», anunció el delfín líder, cuya nariz larga brillaba como el oro. «Aquí, los sueños se vuelven realidad, pero deben ser valientes y amistosos». Los amigos estaban ansiosos por explorar la isla y ver qué sorpresas les esperaba.
Como bajaron de los delfines y pisaron la suave arena de la isla, encontraron un sendero lleno de flores que los guió a un lugar mágico. En el centro había un lago cristalino que reflejaba el cielo, y al borde del lago había un árbol gigante con hojas plateadas que brillaban con la luz del sol.
«¡Guau, es hermoso!» dijo Maylé, sacando su cuaderno para dibujar el paisaje. Mientras ella dibujaba, Ellary notó algo extraño. En el tronco del árbol había una puerta diminuta que parecía invitarlos a entrar. «¿Deberíamos ver qué hay adentro?», preguntó Ellary.
«Sí, vamos a averiguarlo», dijo Alexandre, con su valentía al frente. Bubu, que siempre estaba detrás de sus amigos, movía su cola emocionado. La puerta crujió al abrirse, y los amigos entraron en el árbol. Dentro, se encontraron con un lugar iluminado por miles de luces que parecían estrellas. En una mesa, había dulces de todos los colores y frutas que nunca habían visto antes.
«¡Es un festín!», gritó Ellary. Se pusieron a comer y reír mientras disfrutaban de cada bocado. Sin embargo, de repente, apareció una pequeña hada con alas brillantes. «Por favor, no coman mucho», les advirtió, “cada dulce que coman aleja la magia de la isla”. Los amigos se miraron, y aunque les encantaba la comida, sabían que tenían que ser cuidadosos.
«Queremos ayudar», respondió Maylé. «¿Qué podemos hacer para proteger la magia de la isla?» El hada los miró con gratitud. «Necesito que encuentren el Corazón de Coral, que está escondido en la cueva de la montaña. Es un cristal mágico que mantiene la isla unida».
«¡Vamos!», dijo Alexandre, sintiéndose valiente de nuevo. Lideró a sus amigos fuera del árbol y hacia la cueva. Mientras caminaban, Bubu ladraba emocionado, guiándolos por el sendero. Al llegar a la entrada de la cueva, escucharon un eco misterioso. «¿Tienes miedo, Bubu?», le preguntó Ellary, acariciando su pelaje.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.