Había una vez, en un pequeño pueblo lleno de risas y flores de colores, una niña llamada Emy. Ella era una niña curiosa y divertida que le encantaba explorar su jardín todos los días. Le gustaba jugar a hacer castillos de arena y correr detrás de las mariposas que danzaban sobre las flores. Pero había algo que a Emy le daba un poco de miedo: ¡ir al médico! Siempre que escuchaba la palabra «doctor», su sonrisa se desvanecía y su corazón comenzaba a latir un poco más rápido.
Un día, Emy se sintió un poco mal y su mamá decidió llevarla a la consulta de la doctora Sofía. Emy estaba un poco asustada, pero su mamá le dijo: «No te preocupes, cariño. La doctora Sofía es muy amable y te va a ayudar».
Al llegar a la consulta, Emy vio la sala de espera. Las paredes estaban pintadas de colores alegres y había dibujos de perritos y gatitos. También había muchas revistas con imágenes de animales. Emy se sentó en una silla pequeña, y aunque había juguetes a su alrededor, no podía dejar de pensar en la doctora.
De repente, la puerta de la consulta se abrió y apareció la doctora Sofía. Era una mujer con una gran sonrisa y un hermoso delantal colorido. Ella llevaba un estetoscopio colgado de su cuello y su cabello estaba recogido en un lindo moño. Al ver a Emy, la doctora se acercó y le dijo: «Hola, Emy, soy la doctora Sofía, y hoy seré tu amiga mágica. Juntos haremos que este lugar sea divertido». Al oír eso, Emy sintió que su miedo comenzaba a desvanecerse.
«¿Tú eres mi amiga mágica?», preguntó Emy, con curiosidad.
«¡Sí, por supuesto! Hoy vamos a hacer algo muy especial. Pero antes, quiero presentarte a mi amiga Minnie Mouse», contestó la doctora. En ese instante, apareció Minnie Mouse, saltando alegremente con su vestido de lunares.
«Hola, Emy», dijo Minnie con una voz suave. «No hay nada de qué preocuparse. Vamos a jugar y aprender juntas. ¿Te gustaría hacerlo?»
Emy sonrió y asintió. La doctora Sofía, Minnie Mouse y Emy fueron a una habitación llena de juguetes. Había pelotas, bloques de colores y muñecos de distintos personajes. «Primero, vamos a jugar a un juego», dijo la doctora. «¿Sabes cómo se llama este juego? Se llama ‘Los sonidos de los animales’». Emy nunca había jugado eso, pero le parecía muy divertido.
La doctora comenzó haciendo el sonido de una vaca: «Muuuu». Emy y Minnie comenzaron a reírse. Luego, Minnie hizo el sonido de un gato: «Miau». Emy lo intentó también y dijo: «Miau». La doctora Sofía aplaudió. «¡Eso es maravilloso! Eres muy buena en esto. Ahora, vamos a hacer el sonido de un perro: ‘Guau'».
Emy estaba disfrutando mucho y, por un momento, se olvidó de que estaba en la consulta del médico. Después de jugar unos minutos, la doctora Sofía dijo: «¡Muy bien, ahora que hemos jugado, vamos a ver cómo estás! Pero lo haremos de una manera divertida».
La doctora le pidió a Emy que se sentara en una camilla y le dio a Minnie una linterna. «Minnie, tú serás la ayudante hoy», dijo la doctora. Mientras la doctora revisaba el corazón de Emy con su estetoscopio, Minnie comenzó a hacer luces con la linterna, creando sombras divertidas en la pared.
Emy rió y se olvidó completamente de que estaba en el consultorio. La doctora le preguntó: «¿Sientes que tu corazón está latiendo rápido o lento?»
«Rápido porque estoy emocionada», respondió Emy.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.