Luis, Carlota y Carolina eran tres amigos inseparables que compartían la pasión por las aventuras y los misterios. Vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques, donde cada rincón parecía guardar secretos por descubrir. Pero, sin duda, el lugar donde más les gustaba pasar el tiempo era la vieja biblioteca del pueblo, un edificio antiguo lleno de estanterías repletas de libros polvorientos y rincones mágicos donde la imaginación podía volar libremente.
Una tarde lluviosa, cuando no tenían un plan para jugar afuera, decidieron refugiarse en la biblioteca. Luis, el más curioso del grupo, encontró un libro extraño en una estantería que apenas había mirado antes. Era un tomo de tapas gruesas, cubierto de cuero y con un cierre metálico que parecía resistirse a abrirse. Sobre la portada, en letras doradas, se leía: «Cuentos de Aventura:46». Carlota y Carolina se acercaron con interés mientras Luis intentaba abrirlo.
—¡Miren lo que encontré!— dijo Luis emocionado —Este libro parece muy viejo y especial, ¿no creen?
—Sí, parece que guarda algo más que simples cuentos —respondió Carlota, que era la más imaginativa y rápida para notar detalles—. Además, tiene un olor raro, como a historia antigua.
Carolina, que siempre estaba atenta a todo, se fijó en el cierre metálico y notó un pequeño grabado en forma de llave.
—¡Quizás necesitemos una llave para abrirlo! —exclamó—. ¿Buscamos alguna por aquí?
Los tres comenzaron a buscar con cuidado alrededor, y al cabo de unos minutos, Carolina encontró una pequeña llave dorada escondida detrás de unos libros. Apenas la agarró, Louis usó la llave para abrir el libro. Cuando lo hicieron, descubrieron que las páginas no contenían textos comunes, sino que, al abrirse, se desplegó un mapa antiguo y detallado que parecía mostrar un lugar cercano, pero con símbolos extraños y caminos ocultos.
—¡Esto es increíble! —dijo Carlota maravillada—. ¿Se imaginan encontrar un mapa del tesoro o de un lugar secreto en nuestro propio pueblo?
Los tres amigos decidieron estudiar el mapa con cuidado. Luis señalaba la montaña más alta que aparecía dibujada en el mapa, mientras Carolina observaba los símbolos que, según los cuentos que habían leído, podrían indicar pistas o trampas. Carlota, por su parte, notaba que en un rincón del mapa había un dibujo pequeño de una biblioteca, igual a la suya, lo que les hizo pensar que aquel mapa estaba conectado con muchos otros lugares secretos.
Decididos a descubrir a dónde los llevaría el mapa, planearon comenzar la búsqueda al día siguiente. Prepararon sus mochilas con linternas, brújulas, una libreta para anotar pistas y bocadillos para el camino. Tenían un poco de miedo, pero la emoción de la aventura era mucho más fuerte. Lo que no sabían era que su viaje sería tan mágico y sorprendente como cualquier cuento de los que habían leído en la biblioteca.
Al amanecer, se encontraron frente a la montaña que aparecía en el mapa. La subida parecía desafiante, con senderos angostos y árboles muy altos que dejaban que sólo algunos rayos de sol atravesaran sus hojas. Mientras caminaban, Luis usaba el mapa para asegurarse de que iban por el camino correcto, y Carlota señalaba cada vez que encontraba un símbolo parecido a los del mapa en árboles o rocas.
Después de una buena caminata, llegaron a una cueva oculta detrás de una cascada. Todos se miraron emocionados y un poco nerviosos, porque la cueva no aparecía en ningún otro mapa y parecía que sólo el libro antiguo les había mostrado su existencia.
Entraron con cuidado, sus linternas iluminaban las paredes llenas de inscripciones antiguas. Carolina leyó en voz alta unas palabras que encontró grabadas:
—“Quien busca el tesoro debe demostrar valor, amistad y sabiduría.”
Los tres amigos se miraron y supieron que su aventura no solamente requeriría encontrar algo material, sino también proveería una lección para ellos.
Avanzaron hasta un salón dentro de la cueva donde encontraron un cofre de madera decorado con símbolos parecidos a los del libro. Luis intentó abrirlo, pero estaba cerrado con un acertijo escrito en la tapa:
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.