Pedro, Javiera y Carlos eran tres grandes amigos que vivían en un pequeño pueblo en la zona central de Chile. Todos los días después del colegio, se reunían para jugar en el parque o descubrir secretos entre los caminos de tierra y las plantas que rodeaban sus casas. Pero ese día había algo diferente en el aire, algo nuevo que llamaba su atención.
Cerca de su barrio había llegado un nuevo vecino que los niños aún no conocían. Pedro había visto cómo una gran camioneta blanca se estacionaba frente a una casa recién pintada y con muchas flores en el jardín. “¿Y ustedes vieron al niño que llegó?” preguntó Pedro emocionado mientras corría hacia donde Javiera y Carlos jugaban con unos juguetes. “Dicen que viene desde España,” añadió con curiosidad.
Javiera, que siempre tenía muchas ganas de hacer nuevos amigos, sonrió y dijo: “¡Tenemos que conocerlo! Seguro nos puede contar cosas bonitas de su país.” Carlos estuvo de acuerdo y juntos decidieron que la mejor forma de invitarlo sería enseñarle una tradición muy especial de su pueblo: la vendimia.
La vendimia es la época en que se cosechan las uvas, una celebración muy importante en la zona central de Chile. Las familias se reúnen para recoger las uvas de los viñedos, cantar canciones, y disfrutar juntos de la fiesta. Los niños estaban convencidos de que su nuevo amigo iba a disfrutar mucho si lo invitaban a vivir esa aventura junto a ellos.
Al día siguiente, temprano, Pedro, Javiera y Carlos llevaron una invitación hecha a mano. Pedro tocó la puerta de la casa del vecino y apareció un niño con ojos grandes y sonrisa amable. “Hola, soy Carlos, y estos son mis amigos Javiera y Pedro,” saludó mientras le entregaban la invitación colorida. “Queremos que vengas con nosotros a la vendimia. Es una fiesta muy linda donde recogemos las uvas y jugamos en los viñedos.”
El niño se presentó con un nombre que sonaba diferente para ellos: “Me llamo Miguel. Gracias por invitarme. En España celebramos la vendimia también, pero es muy diferente. Me gustaría mucho ver cómo lo hacen aquí.” Pedro, Javiera y Carlos se alegraron mucho porque ahora tenían un nuevo amigo con quien compartir su aventura.
El día de la vendimia, los cuatro niños se levantaron temprano, se pusieron sus sombreros y zapatillas cómodas, y partieron hacia los viñedos que estaban a pocos minutos caminando desde el pueblo. Miguel miraba a su alrededor con asombro, admirendo las montañas, el sol brillante y los racimos de uvas moradas colgando en las vides.
“Vamos a aprender cómo se cosechan las uvas para hacer vino, jugo o levantar la fiesta,” explicó Javiera con entusiasmo mientras caminaban por las hileras de plantas. Pedro les enseñó cómo tomar con cuidado los racimos y cortarlos con tijeras especiales para no dañar la planta. Miguel intentó hacerlo, y aunque al principio se le complicó un poco, los amigos le ayudaron y pronto estaba muy feliz.
Después de recoger muchas uvas, escucharon música y siguieron el sonido hasta llegar a una gran plaza donde muchas familias ya estaban celebrando. Había mesas con comida rica, tambores que hacían un ritmo alegre, y niños bailando con parches de colores. “Esto es la fiesta de la vendimia,” dijo Carlos mientras tomaban asiento en el césped.
Mientras disfrutaban de la música, Pedro comentó: “En el pueblo, después de la vendimia, todos nos juntamos para bailar y contar cuentos sobre nuestras tradiciones.” Miguel sonrió y contó que en España su familia también hace fiestas, pero con canciones y bailes diferentes. Javiera le pidió que les enseñara un juego típico de su país, y así entre risas y juegos, compartieron lo mejor de sus mundos.
De repente, una señora mayor invitó a los niños a probar el jugo recién hecho con las uvas que habían recogido. “Es dulce y refrescante, hecho con cariño,” les dijo con una voz suave. Miguel probó el jugo y sus ojos brillaron de felicidad. “¡Qué delicioso! Esto es diferente a lo que tomo en casa, pero igual de bueno,” indicó.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.