Cuentos de Aventura

Estrella y el Bosque Encantado

Lectura para 6 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en lo más profundo de un bosque encantado, una niña llamada Estrella. Estrella tenía el cabello castaño que brillaba a la luz del sol y unos ojos que reflejaban la magia del bosque en el que vivía. Ella vivía en una gran casa, tan grande que su puerta era gigante, como si estuviera hecha para que pudieran pasar por ella los más grandes de los gigantes. La casa estaba decorada con detalles mágicos, pero lo que más le gustaba a Estrella era su cuarto.

Su cuarto era un lugar especial. Las paredes estaban cubiertas de luces de colores que parecían pequeñas luciérnagas brillando en la oscuridad. Cada noche, Estrella se sentaba en su cama y disfrutaba de la suave luz mientras leía sus libros favoritos. Los libros eran su portal a mundos desconocidos, llenos de aventuras y misterios, pero el lugar donde leía era tan mágico como cualquier historia que pudiera encontrar en sus libros.

Estrella no vivía sola en la casa. Tenía un amigo muy especial, un gatito llamado Tom. Tom era un gatito pequeño y de color gris, con ojos curiosos que siempre parecían estar buscando algo nuevo. Aunque era pequeño, Tom tenía un gran apetito, pero no era un gato común. A Tom no le gustaba la carne ni los pescados como a otros gatos; en cambio, adoraba comer frutas. Su fruta favorita eran las fresas, y cada vez que Estrella le ofrecía una, él la devoraba con alegría.

Cada mañana, cuando el sol comenzaba a salir, Tom se sentaba en la ventana del cuarto de Estrella y miraba cómo los rayos de luz llenaban el bosque con su cálido resplandor. Tom amaba el brillo del sol de la mañana, y a menudo se quedaba hipnotizado mirando cómo las luces y las sombras jugaban entre los árboles del bosque encantado.

Un día, mientras Estrella estaba leyendo un libro sobre antiguas leyendas del bosque, Tom comenzó a comportarse de manera extraña. Saltaba de un lado a otro, maullando y señalando la puerta gigante con su patita. Estrella, intrigada, cerró su libro y siguió a Tom fuera de la casa. Tom corría hacia el bosque, y Estrella, con su curiosidad habitual, decidió seguirlo.

El bosque encantado era un lugar lleno de maravillas. Los árboles eran altos y majestuosos, con ramas que parecían tocar el cielo. Había flores de todos los colores imaginables y el aire siempre olía a frescura y aventura. Mientras Estrella seguía a Tom, notó que el bosque estaba más silencioso de lo normal, como si estuviera esperando que algo sucediera.

Finalmente, Tom se detuvo frente a un gran roble que Estrella nunca había notado antes. El roble tenía una gran puerta tallada en su tronco, una puerta que Estrella juraba que no había estado allí antes. Sin dudarlo, empujó la puerta y, para su sorpresa, se abrió fácilmente, revelando una escalera que descendía hacia la oscuridad.

Estrella, con Tom a su lado, comenzó a bajar la escalera. A medida que descendían, las luces de luciérnagas comenzaron a aparecer, iluminando el camino. Al final de la escalera, encontraron una cueva brillante, llena de cristales que reflejaban la luz de las luciérnagas, creando un espectáculo de luces que dejó a Estrella maravillada.

En el centro de la cueva había un lago, y en medio del lago, una pequeña isla con un árbol dorado. Este árbol no se parecía a ningún otro que Estrella hubiera visto antes. Sus hojas brillaban como si estuvieran hechas de oro puro, y en sus ramas crecían frutas que brillaban con una luz propia. Tom miraba fijamente el árbol, y Estrella comprendió que este era el lugar al que su amigo quería llevarla.

Cruzaron un pequeño puente de piedra que conectaba la orilla con la isla, y cuando llegaron al árbol, Estrella pudo ver que cada una de sus frutas tenía una pequeña estrella dentro. Tom saltó hacia una de las ramas más bajas y comenzó a jugar con una de las frutas, haciendo que la luz en su interior brillara aún más.

De repente, Estrella escuchó una voz suave y melodiosa. “Bienvenida, Estrella”, dijo la voz. Estrella miró a su alrededor, pero no vio a nadie. “Soy el espíritu del bosque”, continuó la voz, “y he estado esperando por ti”.

Estrella, sorprendida pero curiosa, preguntó, “¿Por qué me esperabas a mí?”.

“El bosque tiene muchos secretos”, respondió el espíritu, “y tú has sido elegida para proteger uno de los más grandes. Este árbol dorado es el corazón del bosque, y sus frutos contienen la magia que mantiene vivo a todo lo que ves a tu alrededor. Pero alguien ha intentado robar esta magia”.

Estrella miró el árbol con nuevos ojos, comprendiendo la importancia de lo que estaba frente a ella. “¿Cómo puedo ayudar?”, preguntó.

“Debes proteger el árbol y asegurarte de que sus frutos permanezcan seguros”, dijo el espíritu. “Tom te ha traído hasta aquí porque él también es un guardián del bosque. Juntos, ustedes deben vigilar el bosque y asegurarse de que nadie más intente tomar lo que no les pertenece”.

Desde ese día, Estrella y Tom pasaron sus días cuidando del árbol dorado. Estrella ya no solo leía historias de aventuras, ahora vivía una en su propio bosque encantado. Juntos, aprendieron más sobre la magia del bosque y se convirtieron en sus protectores.

Y así, cada noche, cuando las luces en su cuarto brillaban como luciérnagas, Estrella sonreía, sabiendo que su bosque estaba a salvo y que la magia continuaría floreciendo en cada rincón del lugar que ella llamaba hogar. El bosque encantado vivió en paz, y Tom y Estrella siguieron sus aventuras, descubriendo nuevos secretos y haciendo nuevos amigos entre las criaturas mágicas que habitaban el bosque.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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