Cuentos de Aventura

La Aventura de Leo y Julia en la Sierra de Salinas

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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Leo y Julia eran dos hermanos muy especiales. Tenían una gran curiosidad y un amor profundo por la aventura. Vivían en un pueblito pequeño cerca de la Sierra de Salinas, un lugar rodeado de árboles altos, riachuelos y montañas. A menudo, salían a explorar la naturaleza, siempre con su alegría y energía, como dos pequeños exploradores en busca de tesoros ocultos.

Un día, decidieron que iban a pasar toda la tarde jugando en el bosque. “Hoy será el mejor día de todos”, dijo Leo, saltando de emoción. Julia, que siempre tenía grandes ideas, sonrió y asintió. “¡Vamos a buscar algo mágico, Leo! ¡Un tesoro escondido!” Juntos caminaron hacia el bosque, sus risas llenaban el aire mientras corrían entre los árboles.

El sol brillaba a través de las hojas, creando sombras danzantes en el suelo. Los pájaros cantaban y las ardillas corrían de un lado a otro. Pero mientras avanzaban, un extraño sonido los detuvo. “¿Escuchaste eso?” preguntó Julia, mirando a su alrededor con los ojos muy abiertos. Leo se quedó en silencio y escuchó atentamente. Un ruido suave, como de pisadas, se escuchaba a lo lejos. Pero no era el sonido de un animal común. Era algo mucho más grande, como un gigantesco pie que tocaba el suelo con cuidado.

De repente, algo se movió detrás de un árbol cercano. Leo y Julia se quedaron quietos, sus corazones latían rápido. ¿Sería un oso? ¿Un ciervo? No, mucho más grande, pensaron. Entonces, apareció una figura enorme, cubierta de escamas verdes y con una cola larga y peluda. Era un dinosaurio, pero no un dinosaurio común, sino uno muy juguetón. El dinosaurio les miró con ojos grandes y curiosos, y luego, ¡sorpresa! Empezó a hacer ruidos extraños, como si estuviera riendo.

Julia soltó una pequeña exclamación de sorpresa. “¡Es un dinosaurio travieso!” dijo, mientras se cubría la boca con la mano. Leo, aunque asustado al principio, no pudo evitar reírse también. El dinosaurio hacía ruidos divertidos, como si estuviera imitando las voces de los niños. “¡Vamos a atraparlo!” dijo Leo, con una sonrisa traviesa. “¡Vamos, Julia, sigamos al dinosaurio!”

Entonces, comenzaron a correr por el bosque, intentando seguir al dinosaurio, que saltaba y se escondía detrás de los árboles, siempre burlándose de ellos. Se divertían muchísimo, pero también tenían que ser astutos si querían atraparlo. Leo se detuvo un momento y observó el terreno. “Si seguimos por aquí, podemos rodearlo,” dijo con confianza.

Julia estuvo de acuerdo y, con mucha habilidad, empezaron a seguir al dinosaurio en silencio. Leo y Julia se escondieron detrás de un arbusto y vieron cómo el dinosaurio, sin darse cuenta, pasó justo frente a ellos. “¡Ahora!” exclamó Leo, y saltaron hacia el dinosaurio, que se detuvo de repente y los miró con sorpresa.

A pesar de que parecía un poco asustado al principio, el dinosaurio pronto se dio cuenta de que los niños no querían hacerle daño. “¡Hola, dinosaurio! No te vamos a hacer daño, solo queríamos ser tus amigos,” dijo Julia con una voz amable. El dinosaurio inclinó la cabeza y, para sorpresa de ellos, se acercó lentamente, como si comprendiera que los niños no eran una amenaza.

“¡Te hemos atrapado! ¡Pero en realidad queríamos jugar contigo!” dijo Leo, riendo. El dinosaurio, que parecía un poco avergonzado, movió su cola como si estuviera feliz. Leo y Julia lo acariciaron en la cabeza, y el dinosaurio, ahora mucho más tranquilo, dejó escapar un suave rugido, como si dijera: “¿Amigos?”

El día pasó volando mientras Leo, Julia y el dinosaurio jugaban juntos. Saltaban por el bosque, corrían entre los árboles y se escondían detrás de las rocas. El dinosaurio era increíblemente ágil, a pesar de su tamaño, y los niños se reían sin parar mientras trataban de alcanzarlo. Durante su juego, descubrieron un pequeño arroyo donde el dinosaurio, con su cola larga, hacía grandes olas en el agua. “¡Este es el mejor día de todos!” exclamó Julia.

Pero cuando el sol comenzó a ponerse, los niños supieron que era hora de regresar a casa. Se acercaron al dinosaurio y, con una sonrisa, le dijeron: “Tenemos que irnos, pero mañana te vamos a buscar otra vez. ¿Estás de acuerdo?” El dinosaurio, aunque parecía triste por la despedida, asintió con la cabeza y dio un rugido amistoso, como si prometiera que los esperaría.

Leo y Julia regresaron a casa, contentos por haber hecho un nuevo amigo en el bosque. Durante el camino de vuelta, hablaron de lo que habían vivido, riendo y planeando su próxima aventura. “El dinosaurio es tan divertido, Julia. ¡Tenemos que volver y jugar más con él!” dijo Leo, entusiasmado.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Leo y Julia no podían dejar de pensar en su nuevo amigo y en lo que había aprendido en esa aventura: que a veces, las primeras impresiones pueden ser engañosas y que siempre hay que ser valientes y amables para conocer nuevas amistades. Se durmieron con una sonrisa, sabiendo que al día siguiente volverían al bosque, dispuestos a continuar su gran aventura.

Al día siguiente, Leo y Julia no podían esperar para volver al bosque y ver a su nuevo amigo, el dinosaurio travieso. Después de un desayuno rápido, se pusieron sus botas y se aseguraron de llevar una mochila con bocadillos para el camino. Julia estaba especialmente emocionada porque quería llevar una cuerda para que el dinosaurio jugara a saltar la cuerda con ellos. “¡Será tan divertido!” exclamó mientras corría hacia el jardín.

Al llegar al bosque, el aire fresco les dio la bienvenida. Todo parecía igual, pero sabían que dentro de aquel bosque había algo mágico esperando por ellos. Mientras caminaban entre los árboles, los rayos del sol se filtraban por las hojas, creando un hermoso brillo en el suelo. Leo miraba hacia arriba, buscando señales del dinosaurio, mientras Julia, con su mirada curiosa, miraba alrededor en busca de pistas.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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