Había una vez, en un pequeño jardín de la escuela, un arbolito muy raquítico que parecía estar siempre triste. Este arbolito no tenía muchas hojas y su tronco era delgado y débil. Nadie en la escuela le prestaba mucha atención, y por eso no crecía fuerte y saludable.
Un día, un niño llamado Lucas pasó por el jardín. Lucas tenía cuatro años y le gustaba mucho explorar. Tenía el cabello castaño rizado y siempre llevaba una gran sonrisa. Mientras caminaba, vio el arbolito y decidió acercarse. “Hola, arbolito,” dijo Lucas. “¿Por qué estás tan triste?”
El arbolito, aunque no podía hablar, parecía entender a Lucas. Sus ramas se movieron suavemente, como si quisiera decir algo. Lucas sintió que el arbolito necesitaba ayuda y decidió hacer algo al respecto.
Al día siguiente, Lucas volvió al jardín con sus amigos. María, una niña con cabello rubio en dos coletas, Pepito, un niño con cabello negro corto, y Sari, una niña con rizos rojos, lo acompañaban. “Miren, este arbolito necesita nuestra ayuda,” les dijo Lucas a sus amigos. “Podemos cuidarlo y hacer que se ponga fuerte y feliz.”
María, Pepito y Sari estuvieron de acuerdo. Todos querían ayudar al arbolito. Decidieron que, cada día después de la escuela, irían al jardín a cuidarlo. Empezaron a traerle agua fresca, a remover la tierra a su alrededor para que el aire llegara a sus raíces y a quitar las hojas secas.
Los días pasaban y los niños no se olvidaban de su misión. Cada tarde, después de clases, corrían al jardín para cuidar de su amigo verde. Le hablaban, cantaban canciones y a veces hasta le contaban cuentos. El arbolito, aunque no podía hablar, parecía disfrutar de la compañía y el cariño que recibía.
Poco a poco, el arbolito comenzó a cambiar. Sus ramas se volvían más fuertes y empezaron a aparecer nuevas hojas verdes y brillantes. Lucas, María, Pepito y Sari estaban muy felices de ver cómo su amigo arbolito se ponía más saludable. Sabían que todo era gracias al amor y cuidado que le daban.
Un día, mientras regaban el arbolito, Lucas tuvo una idea. “¿Y si le damos un nombre al arbolito?” preguntó. Todos pensaron que era una gran idea y empezaron a sugerir nombres. Después de mucho pensar, decidieron llamarlo “Verdecito” porque ahora tenía muchas hojas verdes.
Verdecito seguía creciendo fuerte y hermoso. Un día, cuando los niños llegaron al jardín, vieron que tenía pequeñas flores. Eran flores blancas y muy bonitas. Los niños se emocionaron mucho y saltaron de alegría. Sabían que las flores eran un signo de que Verdecito estaba muy feliz.
El director de la escuela, que solía caminar por el jardín cada mañana, notó el cambio en Verdecito. Un día, llamó a Lucas y a sus amigos a su oficina. “He visto cómo han cuidado de ese arbolito,” les dijo con una sonrisa. “Estoy muy orgulloso de ustedes. Gracias a su cariño y esfuerzo, Verdecito está creciendo muy bien. Ustedes son un gran ejemplo de lo que significa cuidar la naturaleza.”
Los niños se sintieron muy orgullosos y felices. Sabían que habían hecho algo muy especial. Pero la aventura no terminaba ahí. Decidieron que, además de cuidar a Verdecito, empezarían a cuidar todo el jardín. Plantaron flores, recogieron la basura y se aseguraron de que todos los árboles y plantas estuvieran bien.
Los demás niños de la escuela empezaron a notar el cambio y se unieron a Lucas, María, Pepito y Sari. Pronto, todo el jardín de la escuela estaba lleno de vida y color. Las mariposas y los pájaros venían a visitar, y todos los niños disfrutaban jugando y aprendiendo en el jardín.
Un día, cuando el jardín estaba en su mejor momento, los niños decidieron organizar una fiesta para celebrar. Invitaron a todos sus amigos y familiares. Decoraron el jardín con guirnaldas de flores, prepararon comida deliciosa y hasta hicieron una canción especial para Verdecito.
La fiesta fue un gran éxito. Todos se divirtieron mucho y felicitaron a Lucas y a sus amigos por el increíble trabajo que habían hecho. Verdecito, el pequeño arbolito que una vez estuvo raquítico y triste, ahora era el centro de atención. Sus ramas estaban llenas de flores y sus hojas verdes brillaban bajo el sol.
Esa noche, cuando todos se fueron a casa, Lucas, María, Pepito y Sari se sentaron alrededor de Verdecito. “Hemos hecho algo maravilloso,” dijo Lucas. “Verdecito ahora es un árbol feliz y saludable, y todo el jardín es hermoso gracias a nosotros.”
“Sí,” agregó María. “Y aprendimos lo importante que es cuidar y respetar la naturaleza.”
“Y lo mejor de todo,” dijo Pepito, “es que lo hicimos juntos, como amigos.”
Sari asintió y dijo, “Siempre recordaremos esta aventura y seguiremos cuidando de nuestro jardín.”
Los cuatro amigos se dieron un gran abrazo y prometieron seguir cuidando del jardín y de Verdecito. Sabían que la amistad y el respeto por la naturaleza eran muy importantes, y estaban felices de haber aprendido esa valiosa lección juntos.
Con el tiempo, Verdecito creció aún más y se convirtió en un gran árbol, dando sombra y refugio a muchos animales y personas. Lucas, María, Pepito y Sari siempre recordaban con cariño cómo habían ayudado a su amigo arbolito a crecer. Y cada vez que pasaban por el jardín, se sentían orgullosos de haber hecho algo tan especial.
Y así, la aventura de Lucas y sus amigos con Verdecito no solo les enseñó a cuidar y respetar la naturaleza, sino que también les mostró el poder de la amistad y el trabajo en equipo. Y todos vivieron felices, cuidando de su hermoso jardín y recordando siempre que, con amor y dedicación, se pueden lograr cosas maravillosas.





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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.