En el pequeño pueblo de Monteluz, al pie de las montañas y rodeado de un antiguo bosque, vivían cuatro amigos inseparables: Leo, María, Sofía y Sarah. Eran conocidos por sus aventuras y por no tener miedo a explorar los rincones más recónditos del bosque. Sin embargo, un día se encontrarían con un desafío que pondría a prueba su valentía y su amistad.
Una tarde de otoño, mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, los cuatro amigos decidieron adentrarse en una parte del bosque que nunca antes habían explorado. «Dicen que en el Corazón del Bosque Oscuro hay secretos que nadie ha descubierto,» dijo Leo con un brillo de emoción en sus ojos.
Armados con linternas, una brújula y un mapa que María había traído, el grupo comenzó su caminata. El camino se tornaba cada vez más oscuro y los árboles más densos. Sofía, que siempre llevaba libros de ciencias y naturaleza en su mochila, intentaba identificar las diferentes especies de plantas que encontraban.
Sarah, con su característica curiosidad, escuchaba atenta a los sonidos del bosque, tratando de distinguir los llamados de las aves nocturnas. Sin embargo, a medida que avanzaban, un silencio inusual comenzó a caer sobre el bosque. «¿Notan eso? El bosque está demasiado silencioso,» murmuró Sarah, una sombra de preocupación cruzando su rostro.
De repente, un sonido sordo y pesado, como el de pasos grandes, resonó detrás de los árboles. Los cuatro amigos se detuvieron, sus corazones latiendo con fuerza. Leo señaló hacia adelante con su linterna, y por un momento, los ojos de una criatura grande y sombría brillaron en la luz antes de desaparecer entre los árboles.
«¿Qué fue eso?» susurró María, su voz temblorosa. «No lo sé, pero debemos tener cuidado,» respondió Leo, tratando de parecer más seguro de lo que se sentía.
Decidieron continuar, pero con mayor precaución. Sofía sacó su libro sobre fauna del bosque y comenzó a buscar cualquier referencia a una criatura que pudiera coincidir con lo que habían visto. «Podría ser un animal perdido… o algo peor,» dijo, no queriendo asustar a sus amigos.
A medida que se adentraban más en el bosque, los sonidos extraños aumentaban y la tensión crecía. Finalmente, llegaron a un claro donde la luna iluminaba un viejo roble en el centro. Fue allí donde la criatura se reveló por completo.
Ante ellos se erguía un animal gigante, parecido a un lobo pero mucho mayor, con pelo oscuro y ojos que reflejaban la luz de la luna. Todos retrocedieron instintivamente, pero fue la voz calmada de Sarah la que resonó en el silencio. «No creo que quiera lastimarnos,» dijo suavemente, observando cómo la criatura los miraba con curiosidad más que con agresividad.
Recordando lo que había leído, Sofía habló, «Es un Guardián del Bosque, según los antiguos cuentos del pueblo. No es malvado, sólo protege el bosque de aquellos que pueden dañarlo.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.