En el pequeño pueblo de Valle Alegre, el festival anual era el evento más esperado por todos sus habitantes, especialmente por los niños. Este año, el concurso del palo encebado era el centro de todas las miradas, y tres amigos, Domenica, Carlos y Felipe, habían decidido que este sería su año de gloria.
Domenica era una niña de cabello negro y largo que siempre soñaba con aventuras más allá de las colinas que rodeaban el pueblo. Carlos, con su cabello rizado y una sonrisa que nunca desaparecía, era conocido por su determinación, mientras que Felipe, el más tranquilo del grupo, siempre tenía un plan en mente.
El palo encebado, un poste alto y resbaladizo con un premio en la cima, estaba en el centro de la plaza del pueblo, rodeado de banderas coloridas y mesas llenas de comidas deliciosas. El premio de este año era una pequeña caja de madera, misteriosa y antigua, donada por el anciano del pueblo, quien aseguró que contenía algo «mágico y valioso».
La competencia comenzó temprano en la mañana, con muchos niños del pueblo intentando sin éxito alcanzar la cima del poste. Algunos resbalaban a mitad de camino, otros casi llegaban antes de deslizarse de nuevo hacia abajo entre las risas y los aplausos de los espectadores.
Cuando llegó el turno de Carlos, Domenica y Felipe le dieron consejos y ánimos. Carlos comenzó a trepar, usando cada onza de su fuerza mientras Felipe y Domenica lo animaban. A pesar de sus esfuerzos, también resbaló, pero no sin antes haber alcanzado una altura impresionante.
Fue entonces cuando Felipe sugirió un plan. Observando cómo los demás competidores resbalaban, se dio cuenta de que necesitaban mejorar su agarre. Corrieron a casa de Felipe, donde su abuela les dio unos trapos viejos. Ataron los trapos alrededor de sus manos y pies, esperando que les diera la tracción necesaria para no resbalar.
Al volver, era el turno de Domenica. Con los trapos envueltos firmemente, comenzó a subir. Los primeros metros fueron fáciles, pero luego el poste se volvía más resbaladizo. Sin embargo, los trapos funcionaban, y poco a poco, con el aliento contenido de todos los presentes, Domenica alcanzó la cima y agarró la caja.
El pueblo estalló en vítores mientras Domenica descendía cuidadosamente. Al tocar el suelo, abrió la caja para revelar su contenido: un antiguo mapa del tesoro que mostraba un camino desde el pueblo hasta una cueva escondida en las colinas cercanas.
Impulsados por la emoción del descubrimiento, los tres amigos, acompañados por la curiosidad y el ánimo de sus compañeros de pueblo, decidieron aventurarse al día siguiente para encontrar el tesoro. Guiados por el mapa, recorrieron senderos, cruzaron riachuelos y finalmente encontraron la cueva.
Dentro, después de resolver varios acertijos que probaban su ingenio y valentía, encontraron un antiguo cofre lleno de monedas de oro y piedras preciosas. Pero más valioso que el tesoro fue la aventura que compartieron, fortaleciendo su amistad y dejando una historia que contarían durante años.
Regresaron al pueblo como héroes, no solo por el tesoro, sino por demostrar que con imaginación, coraje y trabajo en equipo, no hay cima demasiado alta para alcanzar. Y así, el festival de Valle Alegre se recordó no solo por la competencia del palo encebado, sino por el inicio de una aventura que todos en el pueblo recordarían con cariño.





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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.