Cuentos de Aventura

La Aventura en el Río de la Calera

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 5 minutos

Español

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En un rincón verde y montañoso de Cundinamarca, cerca del tranquilo pueblo de La Calera, cuatro amigos inseparables compartían un profundo amor por la naturaleza y una curiosidad insaciable por descubrir los misterios que escondía su entorno. Zeus, un chico valiente con el cabello oscuro y los ojos llenos de determinación, era conocido por liderar a su grupo en cualquier situación. Mia, una niña inteligente con una larga melena castaña, siempre tenía una solución para cualquier problema gracias a su ingenio. Tino, con su energía inagotable y su cabello rubio corto, era el aventurero del grupo, siempre listo para la acción. Y Clara, una niña amable con rizos rojos, tenía un corazón lleno de compasión, especialmente por los animales.

Un día, mientras exploraban el bosque cercano, llegaron a la orilla del río que atravesaba su querida La Calera. Sin embargo, en lugar de encontrar el agua cristalina que solían ver, se sorprendieron al ver que el río estaba turbio, con manchas oscuras que flotaban en la superficie. El agua ya no era el hogar vibrante de peces y ranas que recordaban; en cambio, vieron a varios animales luchando por sobrevivir en las aguas contaminadas.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Mia, preocupada mientras observaba a un pez que apenas podía nadar en el agua sucia.

—No lo sé, pero no podemos dejar que esto siga así —dijo Zeus, frunciendo el ceño—. Tenemos que hacer algo.

Clara, con los ojos llenos de lágrimas, se arrodilló junto al río y recogió a una rana que parecía débil y enferma.

—Los animales están sufriendo —dijo con tristeza—. Tenemos que ayudarlos.

—Pero, ¿cómo? —preguntó Tino, mirando el río que parecía empeorar a cada minuto—. No podemos limpiar todo este desastre nosotros solos.

Mia, siempre pensativa, comenzó a idear un plan.

—Primero necesitamos averiguar de dónde viene la contaminación —dijo—. Si podemos detenerla en su origen, tal vez podamos salvar el río.

Los cuatro amigos se pusieron de acuerdo rápidamente. Sabían que la misión no sería fácil, pero su amor por la naturaleza y su determinación de protegerla eran más fuertes que cualquier obstáculo.

Comenzaron siguiendo el curso del río hacia arriba, buscando cualquier señal de la fuente de la contaminación. A medida que avanzaban, el olor a agua estancada se hacía más fuerte, y el paisaje a su alrededor empezaba a cambiar. Los árboles, que antes eran verdes y llenos de vida, ahora tenían hojas marchitas, y el suelo estaba cubierto de una capa pegajosa y oscura.

Finalmente, después de caminar durante varias horas, llegaron a un claro donde vieron una fábrica vieja y descuidada. Una tubería grande y oxidada salía de la fábrica y se dirigía directamente al río. De ella salía un líquido negro y maloliente que se mezclaba con el agua.

—¡Es aquí! —exclamó Zeus, señalando la tubería.

—Tenemos que detener esto —dijo Clara, sintiendo un nudo en el estómago—. No podemos permitir que sigan contaminando el río.

—Pero no podemos simplemente cerrar la fábrica —intervino Tino—. Necesitamos un plan.

Mia se acercó más a la tubería, observando cómo el líquido tóxico fluía hacia el río. Luego, miró la fábrica y vio que parecía abandonada, con ventanas rotas y paredes cubiertas de moho.

—Creo que esta fábrica no debería estar funcionando —dijo Mia—. Probablemente está operando de forma ilegal. Si podemos demostrar que están contaminando el río, podemos hacer que las autoridades la cierren.

Zeus asintió.

—Tienes razón, Mia. Pero primero necesitamos pruebas.

Con ese objetivo en mente, los amigos comenzaron a tomar fotos de la tubería y el río contaminado con los teléfonos que llevaban. Mia también llenó un frasco con el agua sucia para llevarlo como muestra.

—Esto debería ser suficiente —dijo Zeus—. Ahora debemos volver al pueblo y mostrar esto a alguien que pueda ayudarnos.

Con las pruebas en mano, los cuatro amigos regresaron a La Calera, decididos a encontrar a alguien que los escuchara. Primero fueron a la casa de un anciano llamado Don Julio, un hombre sabio que había vivido en el pueblo toda su vida y que siempre había cuidado del medio ambiente.

Don Julio, al ver las pruebas, frunció el ceño y dijo:

—Esto es muy grave, chicos. No podemos permitir que el río siga siendo contaminado de esta manera. Conozco a las personas adecuadas para hacer que se tomen cartas en el asunto.

Don Julio los llevó al ayuntamiento, donde presentaron las pruebas al alcalde y a los responsables de la protección ambiental. Al ver las fotos y la muestra del agua, las autoridades se alarmaron de inmediato y prometieron tomar medidas.

—Haremos una inspección en la fábrica lo antes posible —dijo el alcalde—. Si están operando de manera ilegal y contaminando el río, los cerraremos y los llevaremos ante la justicia.

Los amigos se sintieron aliviados al saber que su esfuerzo estaba dando frutos. Sin embargo, sabían que aún quedaba mucho trabajo por hacer. Aunque la fábrica fuera cerrada, el río seguía contaminado, y los animales seguían sufriendo.

Decidieron que no podían quedarse de brazos cruzados esperando que todo se solucionara solo. Con la ayuda de Don Julio, organizaron una gran limpieza del río, invitando a todos los habitantes de La Calera a unirse. La noticia se esparció rápidamente, y pronto, docenas de personas llegaron con guantes, bolsas de basura y redes para recoger la suciedad.

Zeus, Mia, Tino y Clara trabajaron sin descanso, sacando basura del agua, limpiando las orillas y cuidando de los animales que necesitaban ayuda. Fue un esfuerzo agotador, pero poco a poco, el río comenzó a recuperar su antiguo esplendor.

Mientras trabajaban, Clara notó que la rana que había rescatado al principio de la aventura parecía estar mejor. La colocó en un charco de agua limpia y observó con alegría cómo la rana comenzaba a saltar nuevamente.

—¡Lo logramos! —exclamó, emocionada—. Estamos haciendo una diferencia.

Zeus, que estaba cubierto de barro hasta las rodillas, sonrió mientras ayudaba a Tino a sacar una gran rama del agua.

—Sí, pero esto es solo el comienzo —dijo—. Tenemos que seguir cuidando nuestro río, incluso después de que la fábrica sea cerrada.

Mia, que estaba organizando a los voluntarios, también sonrió, sintiendo una profunda satisfacción al ver cómo todo el pueblo se había unido por una causa tan importante.

Con el paso de los días, la limpieza continuó, y el río de La Calera comenzó a brillar nuevamente. Los peces regresaron, las ranas croaron felices, y los árboles que rodeaban el río recuperaron su color verde. La fábrica fue cerrada definitivamente, y las autoridades se comprometieron a proteger el río de futuras amenazas.

Zeus, Mia, Tino y Clara se convirtieron en héroes locales, y no solo por lo que habían logrado, sino porque inspiraron a toda la comunidad a cuidar del medio ambiente. Los niños del pueblo los admiraban y querían ser como ellos, y los adultos aprendieron a escuchar a los más jóvenes cuando se trataba de proteger la naturaleza.

Una tarde, después de que la limpieza del río estuviera prácticamente terminada, los cuatro amigos se sentaron en la orilla para descansar. El sol se ponía sobre las montañas, y el agua ahora cristalina reflejaba los colores del atardecer.

—¿Saben? —dijo Mia, mirando el río con una sonrisa—. Hoy aprendimos algo muy importante.

—¿Qué es eso? —preguntó Tino, mientras arrojaba una piedra al agua.

—Que cuando trabajamos juntos, podemos hacer grandes cosas —respondió Mia—. No importa cuán difícil parezca una situación, siempre podemos encontrar una solución si no nos rendimos.

—Y que debemos cuidar lo que amamos —añadió Clara, acariciando a la rana que había rescatado—. El río, los animales, todo lo que nos rodea depende de nosotros.

Zeus, que siempre había sido el líder del grupo, miró a sus amigos con orgullo.

—Lo hicimos muy bien —dijo—. Pero esto no termina aquí. Tenemos que seguir vigilando el río y asegurarnos de que nunca más pase algo así.

Los otros tres asintieron, sabiendo que la aventura no había terminado, sino que solo había comenzado. Porque proteger el medio ambiente era una misión que duraría toda la vida, y estaban más que dispuestos a cumplirla.

Con una última mirada al río, se levantaron y comenzaron a caminar de regreso al pueblo, sabiendo que, gracias a su valentía y determinación, La Calera ahora era un lugar más seguro y hermoso para todos.

Fin.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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