Kian, Dante y Jakhor, tres primos inseparables, estaban emocionados por su primer campamento de verano juntos. La idea de pasar días enteros en la naturaleza, explorar senderos y contar historias alrededor de una fogata era todo lo que habían estado esperando desde que terminaron el curso escolar. Pero lo que no sabían es que el destino les tenía preparada una aventura mucho más grande de lo que jamás habrían imaginado.
El tercer día del campamento, mientras caminaban por el bosque cercano al lago, los tres primos notaron algo extraño. El aire se volvió más pesado y una niebla espesa comenzó a rodearlos. Los árboles, que antes se alzaban verdes y robustos, ahora parecían borrosos y lejanos, como si estuvieran en otro lugar.
—¿Qué es esto? —preguntó Kian, el más valiente de los tres, intentando abrirse paso entre la niebla.
—Esto no estaba aquí hace un rato —añadió Dante, siempre curioso, ajustándose las gafas mientras observaba con atención el extraño fenómeno.
—Tenemos que regresar antes de que nos perdamos —dijo Jakhor, el mayor y más decidido, mirando alrededor en busca de una salida.
Sin embargo, antes de que pudieran dar la vuelta, algo increíble ocurrió. Un destello de luz brilló desde el suelo, justo debajo de sus pies, y antes de que pudieran reaccionar, fueron absorbidos por un vórtice de colores que los envolvió por completo.
Cuando finalmente abrieron los ojos, ya no estaban en el bosque. Se encontraban en un lugar totalmente distinto. Estaban en la orilla de una playa extraña, rodeados de montañas y bosques que parecían de otro mundo. El cielo tenía un tono violeta y, a lo lejos, criaturas desconocidas caminaban por la playa. Era un paisaje que no pertenecía a la Tierra, eso era seguro.
—¿Dónde estamos? —preguntó Dante, completamente desconcertado.
—Esto no es normal —dijo Jakhor, mientras intentaba mantener la calma—. Sea lo que sea, tenemos que averiguar cómo regresar.
De repente, una pequeña criatura se acercó corriendo hacia ellos. Era un ser extraño, parecido a un dinosaurio, pero mucho más pequeño y con un brillo en sus ojos que parecía indicar inteligencia. Al llegar frente a los primos, el pequeño ser sonrió.
—¡Bienvenidos a la Isla File! —dijo con una voz sorprendentemente clara—. Mi nombre es Koromon, y he estado esperando su llegada.
Kian, Dante y Jakhor se miraron entre sí, sin entender nada. Pero antes de que pudieran hacer preguntas, otras dos criaturas más aparecieron: una pequeña ave con plumas doradas llamada Piyomon, y un animal cuadrúpedo de color azul llamado Gabumon.
—Ustedes son los Elegidos —dijo Piyomon, con una mirada seria—. Necesitamos su ayuda para salvar nuestro mundo.
—¿Nuestro mundo? —repitió Kian, aún sin comprender.
—Este es el Digimundo —explicó Gabumon—. Un lugar donde los Digimon, como nosotros, vivimos. Pero algo terrible ha ocurrido. Hay una fuerza oscura que está destruyendo la Isla File, y solo ustedes pueden detenerla.
Los tres primos estaban atónitos. No sabían qué pensar, pero la urgencia en las voces de los Digimon era clara. Algo estaba mal en este extraño mundo, y ellos eran los únicos que podían hacer algo al respecto.
—Pero… ¿cómo podemos ayudar? —preguntó Jakhor—. Somos solo niños.
Koromon, con una sonrisa, sacó de un pequeño saco tres dispositivos que brillaban con una luz suave.
—Estos son sus Digivice. Con ellos, podrán ayudarnos a digievolucionar y luchar contra los enemigos que amenazan nuestra isla.
Los primos tomaron los Digivice en sus manos, y una energía cálida recorrió sus cuerpos. Aunque no entendían del todo cómo funcionaban, sintieron una conexión inmediata con sus nuevos amigos Digimon.
—Vamos, no hay tiempo que perder —dijo Koromon, saltando hacia la dirección del bosque—. ¡El enemigo se acerca!
Los primos, acompañados por Koromon, Piyomon y Gabumon, se adentraron en el corazón del Digimundo. A medida que avanzaban, se dieron cuenta de que el paisaje se volvía más oscuro y desolado. Los árboles estaban marchitos, el cielo se oscurecía, y un aura de peligro flotaba en el aire.
Finalmente, llegaron a un claro donde una figura imponente los esperaba. Era Devimon, un Digimon oscuro y poderoso que controlaba a otros Digimon malignos. Su plan era claro: destruir la Isla File y obtener una misteriosa gema que se encontraba en su centro, una gema que contenía el poder del Digimundo.
—No pueden detenerme, niños —dijo Devimon, con una risa cruel—. El poder de la gema pronto será mío, y su mundo y el mío estarán bajo mi control.
Los primos se miraron entre sí, sabiendo que no podían permitir que eso sucediera. Con determinación, levantaron sus Digivice y, en ese momento, una luz brillante envolvió a sus Digimon.
—¡Digievolución! —gritaron los Digimon.
Koromon se convirtió en Agumon, un Digimon más grande y feroz, con garras afiladas y una llamarada que podía derrotar a sus enemigos. Piyomon evolucionó en Birdramon, un gigantesco ave de fuego, y Gabumon se transformó en Garurumon, un lobo de hielo de gran velocidad.
La batalla comenzó. Devimon lanzó ataques oscuros, tratando de dominar a los Digimon. Pero los primos, con la ayuda de sus Digivice, guiaban a sus compañeros y los motivaban a seguir luchando. Los ataques combinados de Agumon, Birdramon y Garurumon eran impresionantes, pero Devimon no se rendía tan fácilmente.
—¡No puedo perder! —rugió Devimon, lanzando una ola de energía oscura hacia los Digimon.
Los primos, aterrorizados, vieron cómo la oscuridad se acercaba, pero en el último segundo, sus Digivice brillaron con una luz aún más intensa. Los Digimon, fortalecidos por el vínculo con los primos, lanzaron un ataque final combinado.
—¡Mega Llama de Agumon! —gritó Kian.
—¡Tornado de Fuego de Birdramon! —añadió Dante.
—¡Colmillos Helados de Garurumon! —exclamó Jakhor.
Los tres ataques se combinaron en uno solo, formando un haz de luz que atravesó la oscuridad de Devimon, derrotándolo por completo.
El silencio llenó el claro por un momento. La oscuridad que había cubierto la Isla File comenzó a desvanecerse lentamente, y la luz del sol volvió a iluminar el bosque. Devimon había sido derrotado, y el Digimundo estaba a salvo, al menos por ahora.
—Lo logramos —susurró Kian, aún sorprendido por lo que acababan de hacer.
—Gracias a ustedes, la isla está segura —dijo Agumon, con una sonrisa—. Pero el Digimundo aún necesita ser protegido. Todavía hay muchas amenazas que enfrentar.
—Siempre serán bienvenidos aquí —añadió Birdramon, inclinando su cabeza en señal de respeto—. Porque ahora son parte de este mundo.
Antes de que pudieran responder, un nuevo vórtice de luz apareció frente a ellos. Los Digivice brillaron una vez más, y los tres primos sintieron que estaban siendo transportados de vuelta a casa.
Cuando abrieron los ojos, estaban de nuevo en el bosque, justo donde habían desaparecido antes. Todo parecía haber vuelto a la normalidad. El campamento seguía en marcha, y nadie parecía haber notado su ausencia.
—¿Crees que fue real? —preguntó Dante, aún sosteniendo su Digivice en la mano.
—No lo sé —respondió Jakhor—. Pero no voy a olvidarlo.
Kian sonrió mientras guardaba su Digivice en el bolsillo.
—Quizás un día volvamos —dijo—. Y estaremos listos.
Los tres primos caminaron de regreso al campamento, sabiendo que aunque habían vuelto al mundo real, siempre habría una parte de ellos en el Digimundo, listos para cualquier aventura que los esperara.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.