Era un día soleado en el pequeño pueblo de Colorín. Fabián, un niño de pelo rizado y ojos curiosos, estaba jugando en su jardín cuando, de repente, su amiga Naty llegó corriendo con una gran sonrisa en su rostro. Naty tenía un cabello lacio y brillante, y siempre llevaba consigo su inseparable mochila llena de sorpresas.
—¡Fabián! —gritó Naty emocionada—. ¡Hoy vamos a vivir una aventura mágica!
Fabián se acercó a ella, intrigado.
—¿Qué clase de aventura, Naty? —preguntó con los ojos muy abiertos.
—He encontrado un mapa secreto en el desván de mi abuela. Dice que nos llevará al Universo Brillante, un lugar donde todo brilla y hay criaturas fantásticas. ¡Debemos ir rápido!
Fabián no podía contener su emoción. Juntos, decidieron seguir el mapa que Naty había encontrado. Con cada paso que daban, su corazón latía más rápido. Caminando por un sendero florido, llegaron a un bosque lleno de árboles altos que parecían tocar el cielo.
—Mira, Naty, ¡qué árboles tan altos! —exclamó Fabián.
—Sí, y escucha cómo sus hojas susurran —respondió Naty—. ¡Es como si nos contaran secretos!
Continuaron caminando, guiados por el mapa. Después de un rato, llegaron a un claro donde encontraron una puerta gigante, hecha de brillantes piedras de colores.
—¡Wow! —dijo Fabián—. ¿Entramos?
—Sí, claro. Debemos ver qué hay al otro lado —respondió Naty, con entusiasmo.
Ambos empujaron la puerta y, para su sorpresa, encontraron un luminoso pasillo lleno de estrellas titilantes. Las paredes estaban adornadas con espejos que reflejaban todos los colores del arcoíris.
—Es precioso —susurró Naty.
Mientras avanzaban, de repente aparecieron dos criaturas mágicas. Una era un pequeño dragón azul llamado Lúcido, que volaba alegremente por el pasillo. La otra era una hadita llamada Brillina, que despedía un polvo dorado.
—¡Bienvenidos al Universo Brillante! —saludó Lúcido con su voz melodiosa—. Soy el guardián de este lugar y estoy muy contento de verles.
—¿Guardían? —preguntó Fabián, asombrado.
—Sí, y esta es Brillina, la hada de la luz —dijo Lúcido, presentándola.
—¡Hola! —dijo Brillina con una voz suave—. Estoy aquí para ayudarles en su aventura. ¿Qué buscan en este maravilloso lugar?
Naty, con su espíritu aventurero, respondió:
—Queremos explorar y conocer todas las maravillas del Universo Brillante.
Lúcido sonrió y movió su cola.
—Entonces, siganme. ¡Hay mucho por descubrir!
Ellos siguieron a Lúcido y Brillina a través de un camino lleno de flores brillantes y ríos de colores. Mientras caminaban, observaron criaturas nunca antes vistas: pájaros de papel y mariposas que dejaban un rastro de luz a su paso.
—Esto es increíble —dijo Fabián, maravillado.
Los cuatro llegaron a un hermoso lago que reflejaba el cielo estrellado. En las orillas del lago, había islas flotantes llenas de dulces mágicos.
—¿Podemos probar algunos? —preguntó Naty, emocionada por la vista de los colores y los sabores.
—Por supuesto, pero con moderación —dijo Brillina, sonriendo—. Estos dulces están encantados.
Así que todos se acercaron y probaron un poco. Fabián eligió una nube de azúcar de color rosa, mientras que Naty optó por una estrella de caramelo.
Después de disfrutar de los dulces, Lúcido les propuso un reto.
—Si desean conocer más lugares, deben ayudar a una de nuestras criaturas. Un pequeño unicornio llamado Centella ha perdido su brillo y necesita ayuda para recuperarlo.
Fabián y Naty se miraron y sin dudarlo respondieron al unísono:
—¡Sí, queremos ayudar!
—Perfecto —dijo Lúcido—. Vengan, les llevaré hasta él.
Los cuatro se pusieron en marcha hacia el hogar de Centella. Al llegar, encontraron al unicornio en un rincón oscuro, con su hermoso cuerno apagado y una expresión triste.
—Hola, Centella —dijo Naty suavemente—. Estamos aquí para ayudarte.
—Gracias —respondió el unicornio con voz suave—. He perdido mi brillo porque me siento solo. Hace tiempo que no juego con otros amigos.
Fabián pensó por un momento y tuvo una idea.
—¡Podemos jugar contigo! ¡Así recuperarás tu brillo!
Centella sonrió levemente.
—¿Qué tipo de juegos?
Lúcido y Brillina se unieron a la propuesta.
—Podemos jugar a atrapar estrellas —dijo Lúcido—. ¡Es divertido!
Así que comenzaron a jugar. Saltaron, rieron y corrieron alrededor de Centella. Cuanto más se divertían, el brillo del unicornio comenzó a resplandecer.
—¡Mira, está volviendo a brillar! —exclamó Naty.
Y así, después de un tiempo jugando, Centella recuperó todo su brillo, iluminando el lugar con una luz radiante.
—¡Gracias, amigos! —dijo el unicornio emocionado—. Ahora puedo volver a juguetear por todo el universo.
Fabián, Naty, Lúcido y Brillina celebraron juntos, saltando y riendo de felicidad.
—Ya que nos han ayudado, les mostraré uno de los lugares más especiales del Universo Brillante —dijo Lúcido.
Los cuatro se dirigieron a un claro lleno de luciérnagas que danzaban en el aire. Con cada paso, las luciérnagas iluminaban el sendero, creando un espectáculo de luces.
—Es hermoso —dijo Fabián—. Nunca vi algo así.
Naty sonrió.
—Sí, y gracias a nuestra amistad, ahora tenemos un brillo especial en nuestros corazones.
Después de disfrutar de esta maravilla, llegó el momento de regresar.
—Desearía que nunca acabara este día —dijo Naty.
—A veces, las mejores aventuras son las que llevamos en nuestros recuerdos —respondió Lúcido.
Los amigos se despidieron de Centella, Lúcido y Brillina, con la promesa de volver a visitarlos en el Universo Brillante.
Cuando regresaron a su jardín, ya estaba oscureciendo. Fabián y Naty miraron al cielo estrellado.
—Hoy fue un día mágico —dijo Fabián—. Me siento feliz de tenerte como amiga, Naty.
—Y yo también —respondió Naty—. Las aventuras son más divertidas cuando las compartimos.
Desde aquel día, Fabián y Naty guardaron el mapa como un tesoro y nunca olvidaron la lección más importante: que la verdadera magia está en la amistad y en los momentos que compartimos con los demás. Así, cada vez que miraban al cielo lleno de estrellas, recordaban su épica aventura en el Universo Brillante, deseando que un día pudieran voltar a ese lugar lleno de colores y maravillas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.