Cuentos de Aventura

La Búsqueda del Tesoro Perdido: Aventura en la Tempestad

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un día soleado en el pequeño pueblo de Valdeluna. Los pájaros cantaban felices mientras los niños jugaban en la plaza. Entre ellos, Juan, Axel y María se encontraban reunidos en su lugar favorito, el viejo roble que estaba en el centro del parque. Se conocían desde pequeños y siempre estaban en busca de nuevas aventuras. En ese momento, Juan, que era el más soñador de los tres, tenía una idea brillante.

—¡Tengo una idea! —exclamó Juan, con los ojos llenos de emoción—. He oído que en la montaña más alta, cerca del pueblo, hay un tesoro escondido que pertenecía a un pirata legendario.

María, que era la más sensata del grupo, alzó una ceja y respondió:

—¿Un tesoro? Eso suena peligroso. ¿Y si no encontramos nada?

Axel, el más atrevido, sonrió y dijo:

—¿Y si sí lo encontramos? ¡Imagina la aventura! Podríamos ser héroes del pueblo.

Después de un rato de discusión, la emoción de la aventura ganó. María, aunque un poco reacia, decidió unirse a sus amigos. Así que ese mismo día, partieron hacia la montaña, armados con una mochila llena de provisiones, un mapa antiguo que Juan había encontrado en el desván de su abuelo y, por supuesto, su inagotable entusiasmo.

Mientras ascendían la montaña, Juan les hablaba del tesoro perdido. Se decía que era un cofre lleno de oro, joyas y objetos mágicos. Axel imaginaba cada una de las riquezas que podrían encontrar, mientras que María, al observar el difícil camino que estaban recorriendo, pensaba en cómo podrían regresar sanos y salvos.

—¡Mira! —gritó Juan, señalando hacia el horizonte—. ¡Ya estamos cerca de la cima!

De repente, un fuerte viento comenzó a soplar. Las nubes se agruparon en el cielo, oscureciendo el día soleado. María sintió un escalofrío y miró a sus amigos preocupada.

—Tal vez debamos regresar, parece que se avecina una tormenta.

Pero Axel, impulsado por su deseo de aventura, dijo:

—No vamos a dejar que una tormenta nos detenga. Además, el tesoro debe estar cerca. ¡Sigamos!

Con un ligero nerviosismo, María asintió y los tres continuaron su camino. Cuando finalmente llegaron a la cima, se encontraron con un viejo castillo de piedra cubierto de hiedra. Se veía misterioso y un poco aterrador.

—¡Increíble! —exclamó Juan, sus ojos brillaban de emoción—. El tesoro debe estar dentro.

Con valentía, empujaron la pesada puerta de madera que estaba entreabierta. Al entrar, el aire frío del interior les envió escalofríos por la espalda. Sus pasos resonaban en el pasillo vacío, y la única luz provenía de las ventanas rotas.

Mientras exploraban el castillo, encontraron una sala llena de antiguos objetos: estatuas de piedra, candelabros oxidados y mapas desenfocados. María se sentía cada vez más inquieta, pero Juan y Axel estaban decididos a seguir adelante.

—El mapa dice que el tesoro está en la cripta, al final de este pasillo —dijo Juan, con la voz temblorosa pero llena de emoción.

Cuando llegaron a la cripta, encontraron un gran cofre de madera tallada. El corazón de Juan latía rápidamente de la anticipación. Con un gran esfuerzo, lograron abrirlo y así, el tesoro fue revelado. Pero, en lugar de oro y joyas, encontraron un libro antiguo y un objeto brillante en forma de piedra.

María miró el libro y leyó en voz alta:

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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