Había una vez una pequeña niña llamada Agostina. Agostina tenía solo dos años, pero ya era muy alegre e inteligente. Su cabello castaño brillaba al sol y sus ojos marrones siempre estaban llenos de curiosidad. Le encantaba jugar y descubrir cosas nuevas con su papi.
Papi era joven, tenía solo veinte años. Tenía el cabello rubio, ojos color miel y una barba suave que a Agostina le gustaba acariciar. Papi siempre contaba los mejores cuentos de aventuras a Agostina. Le hablaba de princesas valientes, brujas traviesas y lobos amigables. Juntos, vivían las aventuras más emocionantes.
Un día, Agostina y Papi decidieron salir a explorar el bosque mágico que había cerca de su casa. Agostina llevaba su vestido favorito, uno rosado con flores, y Papi llevaba una mochila llena de bocadillos y agua. Mientras caminaban, Agostina no dejaba de hacer preguntas sobre todo lo que veían.
«Papi, ¿qué es eso?» preguntó Agostina señalando una flor grande y brillante.
«Esa es una flor mágica, Agostina,» dijo Papi sonriendo. «Dicen que si le hablas, te concede un deseo.»
Agostina se acercó a la flor y susurró, «Flor mágica, flor mágica, deseo encontrar una princesa.»
De repente, una suave brisa sopló y frente a ellos apareció una princesa. Llevaba un vestido azul brillante y una corona dorada. La princesa sonrió y dijo, «Hola, soy la princesa Lila. ¿Puedo unirme a vuestra aventura?»
Agostina y Papi estaban muy emocionados. «¡Claro que sí, princesa Lila!» dijo Papi. «Vamos a explorar juntos.»
Los tres amigos caminaron por el bosque, cantando y riendo. De repente, escucharon un aullido. Agostina se asustó un poco y se agarró fuerte de la mano de Papi. «No te preocupes, Agostina,» dijo Papi. «Debe ser nuestro amigo el lobo. Vamos a saludarlo.»
Efectivamente, detrás de unos arbustos apareció un lobo. Pero no era un lobo cualquiera. Este lobo tenía una bufanda roja y una sonrisa amigable. «Hola, amigos,» dijo el lobo. «Me llamo Lobo Amigo. ¿Puedo unirme a vuestra aventura?»
Agostina sonrió y asintió con la cabeza. «¡Sí, Lobo Amigo! Vamos juntos.»
Mientras caminaban, llegaron a un claro donde encontraron una pequeña cabaña. La puerta se abrió y una bruja con un sombrero puntiagudo y una escoba salió. Pero no parecía una bruja mala, tenía una mirada bondadosa y una sonrisa cálida.
«Hola, soy la bruja Buena,» dijo. «¿Qué os trae por aquí?»
«Estamos de aventura,» dijo Agostina. «Buscamos cosas mágicas y divertidas.»
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.