Cuentos de Aventura

La Gran Aventura en el Shopping de los Pequeños Huidizos

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Benicio, Constantino, Guillermina y Vicente eran cuatro amigos inseparables que vivían en un pequeño vecindario lleno de colores y flores. Cada día, después de sus actividades en la escuela, se reunían en un rincón del parque para contar historias y soñar en grande. Un soleado día de primavera, mientras jugaban a las escondidas, se les ocurrió una idea increíble: ¡ir a una aventura al Shopping de los Pequeños Huidizos!

El Shopping de los Pequeños Huidizos no era un lugar común. Se decía que estaba lleno de sorpresas, juguetes mágicos y cajitas de dulces que nunca se acababan. Sin pensarlo dos veces, decidieron que ese sería su destino del día. Así que, armados de mochilas pequeñas llenas de galletas y agua, se pusieron en marcha, emocionados por lo que podrían descubrir.

Mientras caminaban, el sol brillaba y las aves cantaban alegremente. «¿Cómo será el shopping?», preguntó Guillermina con sus ojos brillantes. «Quizás haya enormes toboganes, o una montaña de pelotas de colores», respondió Vicente, imaginando un lugar fantástico. Benicio, que siempre estaba lleno de ideas, propuso que una vez que llegaran, buscarían el juguete más increíble de todos. Constantino simplemente sonrió, disfrutando de ver a sus amigos emocionados.

Después de caminar y reír un buen rato, finalmente llegaron frente a la entrada del Shopping. Era un lugar enorme, con puertas de cristal que brillaban al sol y carteles llenos de luces que parpadeaban como estrellas. «¡Miren esos colores!», exclamó Vicente mientras todos seguían con los ojos abiertos de par en par.

Al entrar, un mundo nuevo se les presentó. Hay una gran sala llena de tiendas y juegos para todos. En una esquina, había una pista de baile para los más pequeños, donde los niños giraban y bailaban al ritmo de una música alegre. Al lado, un enorme castillo de juegos invitaba a todos a trepar y deslizarse. «¡Vamos allá!», gritó Benicio, y todos corrieron hacia el castillo.

Después de un rato de diversión, se encontraron con un pequeño perro que estaba mirando el castillo con tristeza. «¿Por qué estás tan triste?», le preguntó Guillermina al acercarse. El perrito levantó la cabeza y, con un ladrido suave, respondió: «Soy Max, y he perdido a mi dueño. Me gustaría encontrarlo, pero este lugar es muy grande.»

Los cuatro amigos sintieron compasión por Max y decidieron ayudarle a encontrar a su dueño. «No te preocupes, Max. ¡Vamos a buscarlo juntos!», dijo Constantino con determinación. Así comenzó la aventura dentro del shopping.

Primero, decidieron buscar en la tienda de juguetes, pensando que quizás el dueño de Max también podría estar allí. Entraron y se encontraron rodeados de peluches, juegos de mesa y juguetes que prometían sonrisas. «Si yo fuera un dueño cariñoso, vendría a buscar a mi perrito aquí», pensó Vicente en voz alta. Mientras buscaban entre los estantes, vieron a un niño pequeño que abrazaba un gran oso de peluche. «¿Has visto a un perrito?», le preguntaron. El niño negó con la cabeza y continuaron su búsqueda.

Después de salir de la tienda de juguetes, decidieron revisar la zona de comida. Tal vez el dueño de Max le hubiera comprado una golosina y ahora se encontraba allí. Llegaron a un bonito lugar con mesas decoradas y una gran variedad de dulces. Mientras todos disfrutaban el aroma de galletas recién horneadas, Max empezó a mover la cola emocionado. «¡Quizás mi dueño está cerca!», ladró con esperanza. Sin embargo, al preguntar en el lugar, nadie parecía saber de él.

Estaban a punto de rendirse, pero entonces Guillermina tuvo una idea brillante. «¡Vamos a usar un gran cartel! Si escribimos que estamos buscando a tu dueño, Max, quizás alguien lo vea». A todos les encantó la idea y se pusieron a buscar cartulina y marcadores en una de las tiendas.

Con un cartel gigante que decía «SE BUSCA: Dueño de Max, el perrito!», se dirigieron hacia la zona de juegos, donde había muchos niños y adultos. «¡Aquí estamos!», gritó Benicio mientras sostenía el cartel. A medida que algunos niños leían el mensaje, comenzaron a mirar a Max y a preguntar sobre él.

De repente, una niñita con una gorra amarilla se acercó corriendo, y al ver a Max, exclamó: “¡Max! ¡Estaba buscando a mi perrito!”. Todos se miraron, sorprendidos. «¡Por fin lo encontramos!», gritaron al unísono. La niñita, que se llamaba Sofía, abrazó a Max con lágrimas de felicidad en sus ojos.

«Gracias, gracias, gracias por ayudarme a encontrarlo», dijo Sofía mientras acariciaba suavemente a su amado perro. «No es solo mérito nuestro, también fue Max quien nos guió en la búsqueda», respondió Constantino, sonriendo. Max, feliz de estar nuevamente con su dueña, empezó a saltar y jugar alrededor de ella.

Como agradecimiento, Sofía invitó a los cuatro amigos a una merienda en su lugar favorito en el shopping. Allí, compartieron galletas, helados y risas. Aquella tarde se llenó de historias sobre perritos, aventuras y sueños. Benicio, Constantino, Guillermina y Vicente se dieron cuenta de lo emocionante que es ayudar a los demás y cómo el trabajo en equipo puede llevar a grandes recompensas.

Al final del día, mientras se despedían de Sofía y Max, sabían que, además de haber vivido una gran aventura, habían hecho nuevos amigos. “Hoy no solo ayuda a Max, sino que también aprendimos que juntos somos más fuertes y podemos resolver cualquier problema”, reflexionó Vicente en voz alta.

Y así, llenos de alegría y con el corazón contento, regresaron a casa, ansiosos por contarle a todos sobre su gran aventura en el Shopping de los Pequeños Huidizos y sobre cómo un simple ladrido los llevó a descubrir la verdadera amistad. A partir de ese día, cada vez que se encontraban en el parque, recordaban su aventura y soñaban con la próxima. ¡Siempre había un nuevo día y una nueva aventura por vivir! Y así comprendieron que lo más importante no era solo el destino, sino los amigos y las experiencias que compartían en el camino.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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