Cuentos de Aventura

La historia de Corozo y Sofía en la Selva del Amazonas

Lectura para 11 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Sofía no podía contener su emoción cuando llegó el día en que partirían al Amazonas. Desde que había escuchado sobre las aventuras que sus padres, Julia y Robinson, vivieron en su juventud, siempre soñó con explorar la selva. Estaba lista para acampar, caminar entre la vegetación densa y observar la increíble fauna que solo se podía ver en los rincones más profundos de la selva.

El campamento se estableció junto a un río tranquilo, el sonido de las aves y los insectos llenaba el aire. Sofía, a pesar de su corta edad, tenía un corazón aventurero. Sabía que debía ser cuidadosa en la selva, ya que no todos los animales eran inofensivos. Su mamá, Julia, era bióloga, y siempre le había enseñado sobre la flora y fauna del lugar. Robinson, su papá, era un fotógrafo de naturaleza y siempre capturaba los momentos más increíbles de los viajes familiares.

Pero aquel día, algo fuera de lo común estaba a punto de suceder.

Mientras caminaba entre los arbustos cerca del campamento, Sofía escuchó un crujido en las hojas. Se dio la vuelta rápidamente, y allí estaba: un extraño animal que nunca había visto. Tenía la forma de un lagarto, pero su tamaño era mucho mayor, y su piel era de un verde brillante que casi parecía brillar bajo el sol que se filtraba entre las ramas de los árboles. Lo que más llamaba la atención era su cola, larga y afilada, de la cual goteaba un líquido transparente.

Corozo, el nombre que después conocerían de esta criatura, la observaba con ojos curiosos. Sofía, impulsada por su naturaleza curiosa, se acercó con cautela. Sabía que no debía tocar a los animales desconocidos, pero algo en Corozo la intrigaba. Sin embargo, en un descuido, la criatura movió su cola rápidamente, rozando la pierna de Sofía con su punta. El dolor fue inmediato. Sofía cayó al suelo, gritando, mientras sentía una punzada ardiente en la pierna.

Julia y Robinson, alarmados por los gritos de su hija, corrieron hacia ella. Julia, al ver la herida en la pierna de Sofía y el rastro de veneno, supo que esto era grave. “Tenemos que llevarla al médico especialista”, dijo Julia con una voz temblorosa.

En la pequeña aldea cercana, había un médico famoso por conocer los secretos de la selva. Él podía identificar y tratar el veneno de las criaturas más raras del Amazonas. Sabían que él era su única esperanza. Pero no sería fácil llegar hasta él, ya que vivía en una cabaña oculta en lo profundo de la selva, un lugar difícil de encontrar para cualquiera que no conociera bien el terreno.

Con Sofía en los brazos de su padre, Julia y Robinson comenzaron el largo y difícil camino hacia la cabaña del médico. Las horas pasaban, y la fiebre de Sofía aumentaba. El veneno de Corozo actuaba rápido, y la niña comenzaba a delirar, viendo formas y figuras que no estaban allí.

Finalmente, tras varias horas de caminata, llegaron a la cabaña. El Médico Especialista, un hombre anciano pero con ojos llenos de sabiduría, los recibió con calma. Observó la herida en la pierna de Sofía y asintió con gravedad.

“Conozco este veneno. Proviene de una criatura llamada Corozo, una de las más peligrosas de esta selva. Tiene una toxina que puede paralizar el cuerpo si no se trata a tiempo”, dijo mientras preparaba su equipo. “El antídoto existe, pero necesitaré ciertos ingredientes que sólo se encuentran en lo más profundo de la selva. Será peligroso, pero no hay otra opción si quieren salvarla”.

Julia y Robinson no dudaron un segundo. “Iremos a buscar lo que necesites”, dijeron al unísono.

El médico les dio una lista: una flor azul que sólo florecía al amanecer, una planta con hojas en forma de corazón, y el polen de una orquídea negra que crecía cerca de los acantilados. Cada uno de estos ingredientes estaba en lugares difíciles y peligrosos de alcanzar.

La primera parada fue el claro donde crecía la flor azul. Sin embargo, debían llegar antes del amanecer, ya que la flor sólo abría sus pétalos durante unos pocos minutos antes de marchitarse. Julia y Robinson corrieron a través de la selva, guiados por las estrellas y el suave resplandor de la luna. Al llegar, vieron las flores comenzando a abrirse. Sin perder tiempo, recogieron la cantidad suficiente y regresaron rápidamente.

El segundo reto fue encontrar la planta de hojas en forma de corazón. El médico les advirtió que crecía cerca de un pantano donde habitaban serpientes venenosas. Mientras buscaban, Robinson resbaló y cayó en el barro, justo en el borde del pantano. Julia, con la rapidez de un rayo, lo ayudó a levantarse antes de que una serpiente cercana pudiera atacarlos. Tras horas de búsqueda, encontraron la planta y, con mucho cuidado, la recogieron.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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