Cuentos de Aventura

La Locura de Fresia, Un Amor Incondicional

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era un hermoso día en el bosque encantado donde vivían Karla, Piero, Elena y Fresia, una tierna y juguetona ardilla. Los cuatro amigos eran inseparables y siempre estaban en busca de nuevas aventuras. Karla era valiente y curiosa, Piero un pequeño inventor con una gran imaginación, Elena una fantástica narradora de historias, y Fresia, la ardilla, tenía un corazón enorme y un espíritu siempre alegre. Esa mañana, Fresia había despertado con una idea peculiar que sólo ella podía entender.

«¡Amigos! ¡Hoy quiero hacer algo emocionante!» exclamó Fresia, brincando de una rama a otra. «He escuchado sobre un antiguo árbol que concede deseos, pero solo se puede encontrar durante el río nublado. ¡Debemos buscarlo!»

Karla, con su mirada brillando de emoción, respondió: «¡Eso suena increíble! Siempre he querido pedir un deseo. ¿Creen que realmente existe ese árbol?»

Elena se puso a pensar, «Podría ser un cuento, pero si existe, podemos descubrirlo juntos. ¡Además, siempre es divertido tener aventuras!»

Piero, mientras ajustaba unas pequeñas herramientas en su mochila, dijo: «Entonces, ¡vamos a buscarlo! Podría ser útil tener un mapa. O tal vez, pueda inventar algo para que nos ayude. Pero primero, necesitamos un plan.»

Todos se reunieron a su alrededor, y juntos trazaron un plan. Karla sería la exploradora del grupo, ya que le encantaba averiguar todo lo que había a su alrededor. Piero usaría sus inventos para ayudarles en el camino, y Elena contaría historias que les motivarían. Fresia, por su parte, usaría su agilidad para hacer que el viaje fuera más divertido.

Con sus mochilas llenas de provisiones y snacks, empezaron su travesía. Pasaron por prados llenos de flores, donde Fresia se detuvo a hacer amigos con algunas mariposas. “¡Miren qué hermosas son!”, decía emocionada, mientras los demás sonreían ante su entusiasmo.

Al caer el sol, se encontraron con el río que, como la leyenda decía, estaba nublado. Las aguas estaban cubiertas por una bruma ligera que parecía danzar al ritmo de la brisa. «Debemos atravesar el río», sugirió Karla, «pero, ¿cómo lo haremos?»

Piero pensó un momento y luego dijo, «¿Qué tal si construyo un pequeño bote con estas ramas y hojas? Puede que no sea el más resistente, pero ¡podríamos intentarlo!»

Mientras Piero comenzaba a trabajar en su bote improvisado, Elena relataba una historia sobre un joven aventurero que había cruzado un río similar en busca de un tesoro escondido. Fresia, ansiosa por cruzar, se ofreció a ser la primera en probar el bote una vez que estuviera terminado.

Finalmente, después de un rato, Piero logró construir un pequeño bote que, aunque frágil, parecía lo suficientemente resistente. «¡Listos! ¡Vamos!» dijo Fresia, saltando en el bote conmovida por la emoción.

Karla, Piero y Elena siguieron su ejemplo y se subieron al pequeño bote. Con un ligero empujón de sus patas, Fresia comenzó a remar, haciendo que se deslizaran por el río nublado. Mientras avanzaban, podían escuchar el susurro del agua y el canto de los pájaros. Luego de unos momentos de aventura, algo extraordinario sucedió. Una luz brillante emergió de dentro del agua y, ante sus ojos, apareció una pequeña sirena.

«Hola, amigos. Soy Melina, guardiana de este río. ¿Qué los trae por aquí?» preguntó la sirena con una sonrisa mágica.

Los cuatro amigos se miraron asombrados, y Karla fue la primera en hablar: «Buscamos el antiguo árbol que concede deseos. ¿Sabes dónde podemos encontrarlo?»

Melina asintió con la cabeza. «Sí, el árbol se encuentra más allá de esa colina. Sin embargo, hay un secreto que debes saber: solo los que van de corazón puro logran encontrarlo.»

Fresia, sin dudarlo, exclamó: «¡Eso somos nosotros! Siempre estamos ayudando a los demás y compartiendo alegría. Estamos seguros de que podemos encontrarlo.»

La sirena sonrió. «Entonces sigan su camino a la colina, pero tengan cuidado con las sombras. No todo lo que brilla es oro en este bosque.» Y con esas palabras, desapareció en el río, dejando tras de sí un rastro de burbujas que relucían como estrellas.

Siguiendo las instrucciones de Melina, los cuatro amigos se dirigieron hacia la colina. Sin embargo, conforme subían, comenzaron a sentir que algo los observaba. Unas sombras inquietantes los rodeaban, susurrando y riendo. «¡Son sombras traviesas!» dijo Piero, intentando mantener la calma. «Nos quieren asustar.»

Karla, intentando ser valiente, dijo: «No debemos dejarnos llevar por el miedo. Solo somos amigos buscando un deseo. Juntos, podemos enfrentarlas.» Fresia se subió a su hombro, y Elena comenzó a contar una historia divertida sobre un héroe que derrotó a un dragón con risas y alegría.

Las sombras, intrigadas por la valentía y la risa, comenzaron a desvanecerse poco a poco. Al final, cuando llegaron a la cima de la colina, allí estaba el árbol antiguo, majestuosamente iluminado por un rayo de sol que lo envolvía. Era un árbol enorme, con troncos retorcidos y hojas brillantes.

«¡Lo encontramos!» exclamaron los cuatro juntos, llenos de emoción.

Con cuidado, Fresia se acercó al árbol y cerró los ojos. «Deseo que siempre tengamos aventuras juntos y que nuestra amistad nunca se rompa.»

La brisa sopló suavemente, y el árbol brilló intensamente. «Tu deseo ha sido escuchado», resonó una voz suave como el viento. «El amor y la amistad son los deseos más poderosos de todos.»

Los amigos se abrazaron, sintiendo el calor de la magia del momento. Comprendieron que no necesitaban objetos mágicos o tesoros; la verdadera aventura y el verdadero deseo se hacían realidad cuando estaban juntos. Desde ese día, siguieron explorando el bosque, compartiendo risas, sueños y un amor incondicional el uno por el otro.

Periodos de aventura y días de risas les esperaban, pero lo más importante era que sabían que, mientras estuvieran juntos, cualquier deseo era posible. Y así, el bosque encantado se llenó de alegría, recordándole a todos que, a veces, los mayores tesoros no eran más que los momentos compartidos con amigos.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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