Cuentos de Aventura

La magia de la hermandad detrás de las lágrimas y las risas

Lectura para 8 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas verdes y brillantes, dos hermanos que compartían un fuerte lazo de amistad y aventura. Fabio, el mayor, era un niño de diez años, con una curiosidad inagotable y una fascinación por explorar lo desconocido. Iker, su hermano menor, tenía ocho años y siempre estaba dispuesto a seguir a su hermano en cada aventura, aunque a veces sentía miedo de lo que pudiera encontrar.

Un día, mientras exploraban el bosque que se encontraba detrás de su casa, Fabio se dio cuenta de que había un camino que nunca antes habían recorrido. La curiosidad lo empujó a seguirlo y, aunque Iker se mostró un poco reacio al principio, la emoción de vivir una nueva aventura lo convenció.

—Vamos, Iker. ¿Qué tal si encontramos un tesoro escondido? —dijo Fabio, con una sonrisa llena de entusiasmo.

La idea de un tesoro hizo que el corazón de Iker latiera con fuerza. Juntos, caminaron por el sendero cubierto de hojas y flores silvestres. El sol brillaba cálidamente sobre ellos, y el canto de los pájaros les daba la bienvenida en su travesía. Sin embargo, pronto el camino se hizo más angosto y la luz del sol comenzó a desaparecer, creando sombras que parecían danzar a su alrededor.

—¿Y si nos perdemos? —preguntó Iker, sintiendo un nudo en el estómago.

—No te preocupes, siempre tengo un mapa en mi mente y un par de brújulas en mis pies —respondió Fabio, intentando calmar a su hermano.

Después de un rato, llegaron a un claro en el bosque. Allí, en el centro, había un viejo árbol con un tronco grueso y una apertura en su base. Miraron dentro y, para su sorpresa, encontraron un pequeño cofre cubierto de polvo y telarañas.

—¡Mira! ¡Es un tesoro! —gritó Iker con asombro.

Fabio se acercó y, con un poco de esfuerzo, abrió el cofre. Dentro había un montón de piedras brillantes de diferentes colores, que resplandecían a la luz del sol que entraba por las hojas del árbol. Parecían gemas de todos los colores del arcoíris.

—¡Esto es increíble! —dijo Fabio. —Pero, ¿dónde crees que vinieron estas gemas?

En ese momento, escucharon un ruido detrás de ellos. Se dieron la vuelta rápidamente y se encontraron con una pequeña ardilla que los observaba con curiosidad. Era una ardilla muy particular, con un pelaje de colores vibrantes que hacían que pareciera mágica.

—Hola, amigos —saludó la ardilla con una voz suave y acogedora—. Soy Luma, la guardiana de este bosque. He estado esperando que alguien descubriera mi tesoro.

Fabio e Iker se miraron con asombro. No podían creer que una ardilla les hablaba y que además cuidaba un tesoro. Iker, tímido, dio un paso atrás, pero Fabio, con su naturaleza aventurera, se acercó a Luma.

—¿Eres la guardiana de las gemas? ¿Qué hacen aquí? —preguntó Fabio emocionado.

Luma sonrió. —Estas gemas son especiales. Cada una contiene un deseo que puede ayudar a aquellos que son valientes y de corazón puro. Sin embargo, un deseo puede cambiar muchas cosas, y no siempre de la forma que imaginamos.

Los ojos de Iker se iluminaron al escuchar sobre los deseos. Se acercó un poco más, al lado de su hermano.

—¿Podemos desear algo? —preguntó, un poco ansioso.

—Claro, pero deben pensarlo bien —respondió Luma. —Recuerden que no hay que hacer deseos egoístas. La magia solo florece en el corazón de quienes hacen deseos por los demás.

Fabio e Iker se hicieron una mirada, sabiendo que juntos podían encontrar un deseo que beneficiara no solo a ellos, sino también a los que amaban. Después de meditar un rato, Iker dijo:

—Yo deseo que todos nuestros amigos sean felices y siempre encuentren aventuras divertidas.

—Y yo deseo que siempre tengamos la valentía de enfrentar cualquier desafío juntos —agregó Fabio.

Luma sonrió y, tocando las gemas con sus patitas, pronunció un hechizo. Las gemas comenzaron a brillar intensamente, llenando el claro de luz y color.

—Deseos concedidos. Recuerden que la verdadera magia está en la hermandad, en el amor y la felicidad que comparten. Ahora, cuando regresen a casa, verán cómo la felicidad florece a su alrededor.

Los hermanos sintieron un cosquilleo en el corazón y un resplandor de alegría que les llenó de energía. Agradecieron a Luma y corrieron de regreso por el sendero del bosque, riendo y jugando mientras el sol comenzaba a ocultarse.

Al llegar al pueblo, se dieron cuenta de que sus amigos se habían reunido en el centro de la plaza. Había risas, juegos y música; una celebración que nunca habían visto antes. Se encontraron rodeados de felicidad, y comprendieron que sus deseos habían sido escuchados.

Desde ese día, Fabio e Iker se convirtieron en los mejores amigos del mundo, no solo entre ellos, sino que también llenaron su entorno de alegría. Aprendieron que, aunque el mundo puede ser un lugar lleno de desafíos, siempre hay una chispa de magia en los momentos compartidos con seres queridos.

Así, la magia de la hermandad creció fuerte y brillante, envolviendo a todos a su alrededor en lágrimas de alegría y risas. Lo más sorprendente de todo fue que entendieron que las aventuras más grandes no están solo en los tesoros que encontramos, sino en el amor y la amistad que se cultivan en el camino. Cada día se convirtió en una nueva aventura, un nuevo capítulo lleno de risas, lágrimas y sobre todo, mucha magia.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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