Cuentos de Aventura

La Noche en que la Aventura se Hizo Realidad

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y bosques mágicos, tres amigos inseparables: Neithan, Elisabet y Ezequiel. Neithan era un niño curioso, con el cabello rizado y ojos brillantes, siempre lleno de ideas para nuevas aventuras. Elisabet, por su parte, tenía una risa contagiosa y una gran imaginación, siempre soñando con criaturas fantásticas y mundos lejanos. Ezequiel era el más cauteloso del grupo, pero su ingenio y capacidad para resolver problemas lo hacían un compañero invaluable en todas las travesuras.

Una tarde soleada, mientras jugaban en el parque, Neithan tuvo una idea brillante. «¿Quieren que exploremos el Bosque Encantado?» preguntó entusiasmado, recordando las historias que sus abuelos les contaban sobre un lugar donde los árboles hablaban y los animales podían hacer magia. Elisabet clavo sus ojos en Neithan y sonrió. «¡Sí! ¡Quiero ver hadas y unicornios!», exclamó emocionada. Ezequiel, aunque un poco dudoso, no quería quedarse atrás. «Está bien, pero debemos tener cuidado», dijo un poco temeroso.

Con su valentía y su deseo de aventura, los tres amigos se dirigieron al Bosque Encantado. Caminaban de la mano mientras el sol empezaba a esconderse detrás de las enormes montañas, llenando el cielo de colores naranja y púrpura. El bosque se veía majestuoso y, a medida que se adentraban en él, comenzaron a escuchar murmullos suaves, como si los árboles estuvieran conversando entre sí. «¿Escuchan eso?», preguntó Ezequiel, mirando hacia arriba, mientras Neithan y Elisabet sonreían.

Al pasar entre dos altos árboles, de repente, se encontraron con una pequeña criatura que nunca habían visto. Era un mapache con un sombrero mágico que brillaba como las estrellas, y tenía ojos tan grandes que parecía que sabía todos los secretos del bosque. «¡Hola, amigos!», dijo el mapache con una voz melodiosa. «Soy Rufi, el guardián del Bosque Encantado. Estoy muy contento de ver a nuevos aventureros. ¿Están aquí para explorar?»

«¡Sí!», respondieron los tres al unísono. «Queremos ver magia y aventuras». Rufi sonrió y se ajustó su sombrero. «Entonces, sigan mis pasos. Hay muchos secretos aquí que deben ser descubiertos».

Los amigos siguieron a Rufi mientras este los guiaba por senderos mágicos llenos de flores de colores y árboles que parecían moverse. Neithan recogió una flor brillante que de repente se encendió y comenzó a brillar como un faro en la oscuridad. «¡Miren esto!», exclamó, y todos rieron con alegría. «¡Es una Flor de Luz!», dijo Rufi. «Ilumina el camino en las noches oscuras.»

Mientras el sol se ponía, Rufi los llevó a un claro donde encontraron una fuente llena de agua cristalina. «Esta es la Fuente de los Deseos», explicó el mapache. «Si lanzan una moneda y piden un deseo sincero, ¡puede hacerse realidad!»

Neithan, Elisabet y Ezequiel miraron la fuente con asombro. Neithan fue el primero en lanzarse la moneda. «Yo deseo encontrar un tesoro escondido», dijo con toda su fuerza. Elisabet, con sus ojos brillando, lanzó su moneda y dijo: «Deseo ver criaturas mágicas». Finalmente, Ezequiel, sintiéndose un poco tímido, lanzó su moneda y pensó en voz alta: «Deseo que siempre tengamos aventuras juntos».

Al instante, la fuente chisporroteó y brilló intensamente. Una luz envolvió a los tres amigos, y de repente, apareció un atajo que los llevó aún más profundo en el bosque. «¡Miren! ¡Es un camino!», dijo Neithan con emoción. «Sigamos adelante». Rufi los guió por el camino mientras los árboles susurraban melodías suaves y los animales curiosos los miraban.

Tras un corto trayecto, llegaron a una cueva oscura. “Esta es la Cueva del Eco”, comentó Rufi. “Dentro pueden encontrar ecos que dicen sus deseos en voz alta”. Los amigos se miraron entre sí y decidieron entrar. Dentro, la cueva era brillante con piedras preciosas que reflejaban la luz de la fuente. «Qué hermosa es», dijo Elisabet con asombro.

Neithan, con su valentía, se adelantó y gritó: «¡Queremos aventuras emocionantes!». El eco devolvió su voz, repitiendo las palabras, y de repente, la cueva comenzó a temblar. «¡Vamos afuera! Algo está pasando!», gritó Ezequiel, y todos corrieron hacia la salida.

Al salir de la cueva, el paisaje cambió. Ya no estaban en el bosque mágico, sino en una isla llena de criaturas fantásticas. Había sirenas jugaban en el agua, dragones volaban en el cielo y criaturas con formas extrañas paseaban alrededor. “¡Hemos llegado a un lugar mágico!”, exclamó Neithan con risa.

“¡Esto es increíble!”, dijo Elisabet mientras miraba a su alrededor. Pero mientras admiraban las criaturas, un gran dragón de escamas doradas se acercó a ellos. Su mirada era serena y poderosa. “¿Qué hacen ustedes aquí, pequeños aventureros?”, preguntó el dragón. Neithan, temblando un poco de miedo, respondió: “¡Vinimos a tener aventuras y ver magia!”.

El dragón sonrió. “Si buscan aventura, deberán resolver un acertijo. Solo entonces podrán explorar el reino.” Neithan, Elisabet y Ezequiel intercambiaron miradas y asintieron. “Estamos listos”, dijeron al unísono.

“Muy bien”, dijo el dragón. “Este es el acertijo: ‘En el cielo brilla y en el agua refleja, doy luz en la noche, ¿qué soy?’. Piensen bien antes de responder”. Los tres amigos comenzaron a pensar. Elisabet miró las estrellas en el cielo y luego dijo: “¡Es la luna!”

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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