Cuentos de Aventura

La Abuelita Feliz y el Castillo de Dulces

Lectura para 4 años

Tiempo de lectura: 4 minutos

Español

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En un reino lejano donde los árboles cantaban melodías y las nubes tejían historias en el cielo, vivían la abuelita Rosa y su nieta Luna. Cada día despertaban con el brillo de las hadas danzarinas, y cada mañana traía consigo nuevas aventuras en su cabaña hecha de arcoíris y estrellas fugaces.

Una mañana soleada, cuando el rocío aún brillaba sobre las hojas de los árboles susurrantes, Rosa y Luna se preparaban para recoger bayas mágicas en el bosque. Pero esa mañana no sería como cualquier otra, porque un unicornio llamado Arcoíris, cuyo pelaje brillaba con mil colores, se acercó trotando hacia ellas.

«¡Buenos días, Rosa y Luna!» relinchó Arcoíris con una voz que sonaba como campanillas. «Hoy he venido a invitarlas a un lugar especial, ¡síganme!»

Sin dudarlo, Rosa y Luna se subieron al lomo del unicornio, y con un brillo mágico en sus ojos, comenzaron un viaje que las llevaría más allá de los arcoíris y a través de cascadas de luz. Volando sobre el bosque de los susurros, cruzaron ríos de melodías y montañas que destellaban como diamantes bajo el sol.

Finalmente, llegaron a una montaña de algodón de azúcar tan blanca y esponjosa que parecía sacada de un sueño. En lo alto de esta montaña, se erigía el Castillo de Dulces, un lugar maravilloso donde los dulces crecían en los árboles como frutas y los ríos corrían con chocolate caliente y miel dorada.

La abuelita Rosa, Luna y Arcoíris exploraron cada rincón del castillo, descubriendo pasillos hechos de regaliz y escaleras de caramelo. En el jardín, encontraron flores de azúcar que desprendían aromas dulces y frutales, y mariposas de papel de arroz revoloteaban en el aire, añadiendo magia al ambiente.

Jugando a las escondidas con los duendes golosos, quienes les mostraron sus trucos para esconderse entre las nubes de algodón de azúcar, Rosa y Luna reían sin parar. Las hadas de la risa, pequeñas criaturas con vestidos de pétalos brillantes, se unieron a la diversión, danzando y cantando alrededor de ellas.

El momento más emocionante llegó cuando descubrieron el Salón de los Tesoros. Allí, encontraron una puerta secreta que los condujo a la Sala de los Espejos Encantados. En esta sala, cada espejo reflejaba un momento feliz de sus vidas juntas, desde tardes de té hasta noches de cuentos bajo las estrellas.

Maravillada, Luna corría de un espejo a otro, viendo su reflejo saltando entre las luces y escenas de días felices. «¡Mira, abuelita!» exclamaba Luna. «¡Es como si cada recuerdo feliz viviera aquí para siempre!»

Rosa, observando con ternura a su nieta, sentía su corazón lleno de amor y gratitud. «Querida Luna,» dijo mientras tomaba su mano, «este castillo es mágico, pero la verdadera magia está en los momentos que compartimos, en cada risa y en cada abrazo.»

Al caer la tarde, y con el corazón lleno de dulces recuerdos y nuevos sueños, Rosa, Luna y Arcoíris emprendieron el camino de regreso a casa. Sabían que aunque el Castillo de Dulces estaba ahora detrás de ellas, la magia de ese día viviría en sus corazones para siempre.

Desde entonces, cada vez que el sol brilla sobre el bosque de los susurros y las hadas danzan en el amanecer, Rosa y Luna recuerdan su aventura en el Castillo de Dulces, recordando siempre que la magia verdadera se encuentra en el amor y la alegría compartidos.

Y así, en un reino no tan lejano, la abuelita feliz y su nieta continuaron viviendo días llenos de aventuras, siempre recordando que la magia está en todas partes, solo hay que saber mirar.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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