Cuentos de Aventura

La noche que llamaron a la oscuridad nos despertó el misterio detrás de la puerta

Lectura para 10 años

Tiempo de lectura: 2 minutos

Español

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Era una noche serena en el pequeño pueblo de Valleclaro, donde las estrellas brillaban como pequeños diamantes en el cielo. Cuatro amigos muy entusiasmados: Mara, Juan, Tomás y Delia, habían decidido explorar un viejo y misterioso edificio abandonado en las afueras del pueblo. Durante años, los adultos habían contado historias fantásticas sobre ese lugar, lleno de secretos y magias del pasado. Sin embargo, la puerta principal del edificio siempre había permanecido cerrada, como si guardara un gran secreto.

Mara, la más valiente del grupo, era quien había propuesto la aventura. Sus ojos brillaban de emoción mientras explicaba a sus amigos que había encontrado un viejo mapa en el desván de su abuela. “Dicen que en este edificio hay un tesoro escondido”, decía con entusiasmo, sosteniendo el mapa como si fuera un trofeo. Juan, que siempre había sido un poco más cauteloso, sintió un gélido escalofrío recorrer su espalda, pero la energía de Mara lo contagió. “Bueno, al menos debemos averiguarlo”, dijo, convencido.

Tomás y Delia, por su parte, estaban emocionados y un poco asustados a la vez. Delia, con su cabello rizado y su peculiar manera de ver el mundo, siempre creía en las historias de fantasmas y misterios. “Si encontramos tesoros, también podríamos encontrar algo… paranormal”, añadió, mirando a Tomás con unos ojos llenos de curiosidad. Tomás, el más observador, sonrió y dijo: “Lo único paranormal será si nos encontramos con un robot que protege el tesoro”. Todos rieron ante la idea.

Con sus mochilas llenas de linternas y bocadillos, los cuatro amigos se dirigieron al edificio. Al llegar, se encontraron con una puerta enorme, hecha de madera oscura y cubierta de enredaderas. La cerradura estaba llena de óxido y el lugar desprendía una extraña energía. Mara, decidida, intentó abrir la puerta. Sin embargo, por más que lo intentaba, esta no se movía. “¿Qué hacemos ahora?”, preguntó Juan, sintiéndose un poco nervioso.

Delia, que había estado observando atentamente, dijo: “Miren, hay un extraño símbolo tallado en la puerta”. Al acercarse, vieron una serie de símbolos que parecían formar un círculo. “Quizás esto sea parte del misterio”, sugirió Tomás, emocionado. Juntos comenzaron a tocar los símbolos en un intento de descubrir si alguno de ellos abría la puerta.

De repente, un sonido resonó en el aire, como un eco lejano. Los amigos se miraron, sorprendidos. El sonido provenía de un pequeño pasaje a la derecha de la puerta. Sin pensarlo dos veces, decidieron seguir el sonido. Caminando por el pasaje, descubrieron una sala oscura, iluminada apenas por un rayo de luna que entraba a través de una ventana rota. En el centro de la sala había un gran cofre, cubierto de polvo y telarañas.

“¡Miren!”, exclamó Mara mientras señalaba entusiasmada. Con cuidado, se acercaron al cofre. “Este es seguramente el tesoro del que habla la leyenda”, dijo Delia, con el corazón latiendo con fuerza. Pero al intentar abrirlo, se dieron cuenta de que estaba cerrado con candado. “Necesitamos una llave”, comentó Juan, desanimado.

En ese momento, una sombra apareció en la esquina de la sala. Era un gato negro, de ojos amarillos brillantes que parecía estar observándolos con atención. “¡Oh! Un gato”, dijo Tomás, aliviado. “Quizás él sepa cómo abrir el cofre”. Se acercaron al gato y, para su sorpresa, este se movió hacia un rincón de la habitación. “Síguelo”, sugirió Mara.

El gato los llevó a una pared donde había un pequeño agujero. Dentro de este, resplandecía una llave antigua y polvorienta. “¡La llave!”, gritó Juan emocionado. Con cuidado, Tomás la tomó y, después de una rápida limpieza, se dirigieron de nuevo al cofre. Con manos temblorosas, Tomás introdujo la llave en el candado y lo giró. Un clic resonó en la habitación y el cofre se abrió lentamente.

Dentro del cofre encontraron una colección de antiguos libros y pergaminos, junto con un pequeño medallón dorado. “No es exactamente oro, pero estos podrían contener los secretos de tiempos olvidados”, dijo Mara, hojeando uno de los libros. Al leerlo, se dieron cuenta de que eran historias de valientes aventureros y sus hazañas, así como misterios olvidados del pueblo.

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Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.

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