Era un día muy soleado en el pequeño pueblo de Colores, donde los árboles eran verdes como esmeraldas y las flores brillaban con colores vivos. Jimy y Delia, dos amigos inseparables, estaban muy emocionados porque ese día planeaban hacer una gran aventura. Se encontraban en la casa del árbol, un lugar secreto que construyeron con ramas y tablas. Era su refugio, el sitio donde soñaban con grandes hazañas.
Mientras tanto, su curioso amigo Momo, un perro de orejas largas y pelaje blanco como la nube, se unía a ellos corriendo y ladrando de felicidad. Dandy, el loro parlante que siempre estaba dispuesto a comentar sobre todo lo que sucedía, estaba posado en una rama. “¿Listos para la aventura?” preguntó Dandy con su voz chirriante. “¡Sí!” respondieron al unísono Jimy y Delia.
Aquel día, decidieron explorar el Bosque de los Susurros, un lugar lleno de árboles altos y misteriosos. Los rumores del pueblo decían que había un pico muy alto, conocido como el Pico Parlanchín, en el cual vivía un loro mágico que podía hablar sobre cualquier cosa que quisieras saber. “Imaginad lo que diría ese loro”, dijo Delia emocionada. “Podríamos aprender tantas cosas”, añadió Jimy.
Así que, armados con un mapa que habían dibujado ellos mismos, los tres valientes amigos se aventuraron hacia el bosque. El sendero era hermoso, lleno de mariposas y pájaros que cantaban melodías alegres. “¿Creéis que el loro sea realmente mágico?” preguntó Momo mientras olfateaba una flor. “Claro que sí”, respondió Dandy. “La magia existe en todas partes, solo hay que saber mirar”.
Después de caminar un rato, llegaron a un claro donde el sol brillaba intensamente. Era el lugar perfecto para descansar un momento. Jimy sacó un bocadillo de su mochila y lo compartieron. “Debemos guardar fuerzas para escalar el pico”, recordó Delia, mientras todos asentían. Sin embargo, mientras disfrutaban de su merienda, un nublado repentino cubrió el sol. “¡Oh no! ¡Parece que va a llover!”, exclamó Jimy preocupado. En cuestión de minutos, el cielo se oscureció y empezó a caer una fuerte tormenta de nieve. Las grandes copos de nieve caían como si el cielo estuviera lanzando almohadas blancas.
“Rápido, tenemos que volver al pueblo antes de que se ponga peor”, sugirió Delia, pero Dandy la interrumpió: “¡Espera! ¿Y si el loro mágico está en el pico? ¡Podríamos buscarlo y pedirle ayuda!”. Momo ladró con entusiasmo, como si estuviera listo para lanzarse a la aventura. “¡Vamos a intentarlo!” dijo Jimy con valentía. “¿Quién sabe? Tal vez él pueda ayudarnos a salir de esta tormenta”.
Así que, después de decidir, comenzaron a escalar el pico. La nieve cubría el suelo, y los amigos debieron tener cuidado para no deslizarse. Delia lideraba el camino, y detrás venía Momo, feliz saltando en la nieve. Dandy seguía volando un poco más alto, guiando al grupo con sus grazia. Cuando llegaron a la cima, el aire era fresco y el paisaje era sorprendente. Las montañas se extendían a su alrededor, cubiertas de nieve brillante. Pero no había rastro del loro.
“¿Dónde estará el Pico Parlanchín?” se preguntó Delia mirando a su alrededor. De repente, un eco resonó en el aire. “¡Hola! ¿Hay alguien ahí?” dijo una voz melodiosa. Era el loro mágico, que aparecía entre las ramas de un árbol. “¡Hola! ¿Ustedes son los que han venido a buscarme?” preguntó, volando cerca de ellos. “Sí, sí, nosotros venimos a conocerte”, dijo Momo emocionado. “Hemos llegado desde el pueblo para aprender cosas nuevas”.
El loro reunió a los amigos cerca de él y contó varias historias encantadoras sobre el bosque, la magia de la nieve y los secretos del mundo. “La nieve es especial. Ella cubre todo para protegerlo y hacerlo renacer en la primavera”, dijo el loro con sabiduría. Pero Jimy, mirando la tormenta, comentó con tristeza: “Pero ahora estamos atrapados aquí. No podemos volver a casa”.
El loro, que se llamaba “Parlanchín”, sonrió. “No se preocupen. La nieve puede ser juguetona, pero también puede ayudar. Solo necesitan dejar que el viento les guíe”. “¿Cómo?” preguntó Delia, intrigada. “Escuchen atentamente. El viento siempre sopla en la dirección correcta. Si lo siguen, encontrarán el camino”. Así que los amigos decidieron seguir el consejo de Parlanchín. Mientras escuchaban el soplo del viento, comenzaron a caminar hacia la dirección que parecía más tranquila.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.