Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de colinas y un gran bosque, dos hermanos llamados Eric Andrei y Lucas Gabriel. Eric, el menor, tenía cuatro años, cabello rubio y ojos azules como el cielo. Siempre llevaba su camiseta a rayas favorita. Lucas, un poco mayor, tenía cabello castaño y ojos verdes brillantes. Era conocido por su gorra de béisbol que siempre llevaba al revés y su inseparable mochila llena de tesoros.
Un día soleado, decidieron ir de aventura al bosque cercano, un lugar lleno de misterios y maravillas. La mamá de Eric y Lucas les preparó un delicioso picnic y les recordó que debían volver antes del anochecer.
«¡Vamos a encontrar hadas y duendes!», exclamó Eric con entusiasmo.
«Y tal vez un tesoro escondido», añadió Lucas, ajustándose la mochila.
El bosque les recibió con sus enormes árboles y un sinfín de colores. Mariposas gigantes revoloteaban y las flores parecían bailar al ritmo del viento. Los hermanos se maravillaron ante tanta belleza.
Mientras caminaban, encontraron un sendero desconocido. «¿Vamos por aquí?», preguntó Eric con curiosidad.
Lucas, mirando el mapa que había dibujado, asintió. «Parece un buen camino».
El sendero los llevó a un claro donde un árbol gigante se erguía majestuoso. Sus raíces formaban un pequeño túnel. «¿Crees que sea la casa de algún duende?», preguntó Eric con una mezcla de miedo y emoción.
«Podría ser, exploremos con cuidado», respondió Lucas.
Al acercarse, una voz amigable sonó desde el interior del túnel. «¡Bienvenidos, pequeños aventureros!»
Un duende de barba larga y ojos chispeantes apareció. Se llamaba Melvin y era el guardián del bosque. Les contó sobre las criaturas mágicas que vivían allí y los secretos que el bosque guardaba.
«¿Nos ayudarían a encontrar la Flor de Luz?», preguntó Melvin. «Es una flor mágica que brilla más que ninguna otra, pero se ha perdido en lo profundo del bosque».
«¡Claro que sí!», exclamaron los hermanos, emocionados por ayudar.
Melvin les dio un mapa mágico que brillaba y les mostraba el camino. «Tengan cuidado, el bosque puede ser traicionero», les advirtió.
Siguiendo el mapa, Eric y Lucas se adentraron más en el bosque. Encontraron criaturas fascinantes: pájaros que cantaban melodías hermosas y conejos que brillaban como estrellas.
Después de un rato, el mapa los llevó a una cueva oscura. «Debe estar ahí», dijo Lucas con determinación. Dentro de la cueva, encontraron la Flor de Luz, resplandeciendo con una luz cálida y acogedora.
De repente, un gruñido los sorprendió. Un oso enorme apareció, pero no parecía amigable. Los hermanos se asustaron, pero recordaron las palabras de Melvin: «El valor se encuentra en el corazón».
«¡No te preocupes, oso!», gritó Eric. «¡Solo queremos ayudar al bosque!»
Para su sorpresa, el oso se calmó y los miró curiosamente. Lucas se dio cuenta de que el oso estaba protegiendo la flor. Les explicó que querían devolverla a Melvin para que el bosque siguiera siendo mágico. El oso, entendiendo sus buenas intenciones, asintió y se hizo a un lado.
Con la Flor de Luz en sus manos, regresaron con Melvin, quien les agradeció con una gran sonrisa. «¡Han demostrado ser verdaderos guardianes del bosque!», exclamó.
Como agradecimiento, Melvin les concedió un deseo. Lucas miró a Eric, quien sin dudarlo dijo: «¡Queremos que este bosque siga siendo mágico para siempre!»
Melvin rió con alegría. «¡Así será! Y cada vez que regresen, encontrarán nuevas maravillas».
Los hermanos regresaron a casa felices y emocionados por contar sus aventuras. Habían aprendido que el coraje, la bondad y la curiosidad pueden llevar a grandes descubrimientos y que, juntos, podían enfrentar cualquier desafío.
Desde ese día, cada vez que miraban el bosque, sabían que era un lugar especial, lleno de magia y amistad, donde siempre serían bienvenidos.
Y así, Eric Andrei y Lucas Gabriel se convirtieron en los guardianes del Bosque Encantado, recordando siempre su aventura y las lecciones aprendidas.
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Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.