En el apacible pueblo de San Rosario, donde las flores siempre parecían estar en su punto más colorido y el cielo un perpetuo azul claro, vivía una familia muy especial. Gabriel, un niño de diez años con una imaginación que conocía pocos límites, y su hermana menor, Valentina, de cinco años, que aunque pequeña, compartía el mismo espíritu aventurero de su hermano.
Sus padres, Fanny y Jesús, amaban el aire libre tanto como sus hijos y siempre los animaban a jugar en el jardín trasero de su casa, un espacio lleno de árboles frutales, flores silvestres y un pequeño estanque que servía como hogar para un grupo alegre de ranas y libélulas.
Un día, mientras exploraban un rincón olvidado del jardín, Gabriel y Valentina encontraron una puerta diminuta, oculta bajo las raíces torcidas de un viejo roble. Era tan pequeña y tan bien camuflada que parecía más obra de la naturaleza que de la mano del hombre.
«Valentina, ¿ves eso?» susurró Gabriel con los ojos tan abiertos como platos.
«¡Sí! ¿Es una puerta? ¿A dónde llevará?» preguntó Valentina, con la curiosidad brillando en sus ojos.
Con un acuerdo tácito de hermanos, ambos decidieron abrir la puerta. Lo que encontraron del otro lado no era el mundo que conocían. Habían entrado en un lugar donde los colores eran aún más vivos, los sonidos más melodiosos y el aire vibraba con una magia palpable.
El paisaje era un mosaico de praderas esmeralda y arroyos cantarines, con criaturas que solo habían visto en libros de cuentos: hadas danzantes, animales que hablaban, y flores que se mecían al ritmo de una música no escuchada por oídos comunes.
«¡Gabriel, esto debe ser un sueño!» exclamó Valentina, dando vueltas sobre sí misma.
«No lo sé, Valen, pero es el mejor ‘sueño’ si es que lo es,» respondió Gabriel, igualmente maravillado.
Pronto, fueron recibidos por una hada que se presentó como Lirio. Con una voz que sonaba como campanillas de viento, Lirio les explicó que habían entrado al Reino de Asiria, un lugar mágico que coexistía en paralelo con el mundo humano, accesible solo para aquellos con corazones puros y mentes abiertas.
«Están aquí por una razón,» dijo Lirio, flotando delante de ellos. «El Reino de Asiria está en peligro. Un hechizo oscuro ha sido lanzado por el brujo Morven, amenazando con robar toda nuestra luz y color. Creemos que ustedes pueden ayudarnos a salvar nuestro mundo.»
Sin dudarlo, Gabriel y Valentina aceptaron la misión. Acompañados por Lirio y una comitiva de criaturas mágicas, los hermanos se embarcaron en una aventura que los llevaría a través de bosques encantados, montañas cubiertas de niebla y ríos que fluían con aguas de cristal.
En cada paso, enfrentaron desafíos que pusieron a prueba su valentía y su ingenio. Desde resolver acertijos antiguos hasta escapar de criaturas hechizadas por Morven, cada prueba los acercaba más a su objetivo y, al mismo tiempo, fortalecía su vínculo como hermanos.
Finalmente, llegaron a la torre donde Morven había confinado la esencia del Reino, una esfera luminosa que palpitaba con una luz tenue, casi extinta. Con la ayuda de las criaturas del reino y sus propias habilidades recién descubiertas de trabajar en equipo, Gabriel y Valentina enfrentaron a Morven en una batalla de ingenio y coraje.
Usando un espejo mágico que Lirio les había dado, reflejaron el hechizo oscuro de Morven contra él, liberando la esfera de su prisión. Con la caída de Morven, la luz y el color regresaron a Asiria, más brillantes que nunca.
«Gracias, Gabriel y Valentina. Han salvado nuestro mundo y demostrado que incluso los más jóvenes entre nosotros pueden cambiar el curso del futuro,» agradeció Lirio mientras los llevaba de vuelta a la puerta por la que habían entrado.
Regresando a su jardín, justo a tiempo para la cena, los hermanos guardaron el secreto de su aventura, sabiendo que San Rosario y Asiria siempre estarían conectados, y que su jardín era ahora más mágico de lo que jamás habían imaginado.
Y así, cada vez que jugaban cerca del viejo roble, Gabriel y Valentina recordaban su aventura, seguros de que la magia y la valentía eran reales, tan reales como el amor que compartían como hermanos. Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la magia de Gabriel y Valentina, esa, apenas ha comenzado.
Cuentos cortos que te pueden gustar
María y el Gran Partido de Fútbol con el Real Madrid
La Excursión Encantada
Romeo y sus amigos descubren el jardín de la armonía y la amistad
Autor del Cuento
Soy Francisco J., apasionado de las historias y, lo más importante, padre de un pequeño. Durante el emocionante viaje de enseñar a mi hijo a leer, descubrí un pequeño secreto: cuando las historias incluyen a amigos, familiares o lugares conocidos, la magia realmente sucede. La conexión emocional con el cuento motiva a los niños a sumergirse más profundamente en las palabras y a descubrir el maravilloso mundo de la lectura. Saber más de mí.